Mateo Morrison, el Pasajero del aire nos invita a perdernos en un viaje osado

 Por: LAURISTELY PEÑA SOLANO

Mateo Morrison

Considerado por muchos/as el mejor poema de Mateo Morrison, Pasajero del aire es un texto, bello, ligero y llevadero, con un ritmo bastante intenso, pero sobre todo es un poema erótico; quizá soslayando el erotismo tierno y prometedor, el poeta nos entrega un poema con aspiraciones logradas, de universo, de recorrido histórico, geográfico, cultural. Y con todo eso, un recorrido pasional de su cuerpo, su alma, su ser poético, desde el cuerpo de su amada ¿la poesía?

Pasajero del aire es un poema lleno de tiempos y espacios constituidos en símbolos, mismos que juegan un doble rol: enriquecer y embellecer el texto. Podríamos decir que el erotismo del poema es simbólico, y que por tanto “significan” no solo por su construcción, sino por la configuración de los mismos, veamos: Iniciando por el final, el poeta juega, quizás inconscientemente, con nuestra percepción al terminar el poema diciendo:

“…Aseguro que me iré a través de todas las experiencias amatorias, desde el Kamasutra hasta el Arte de amar…”

Puede parecer desde una lectura más ingenua, tomando en cuenta el recorrido cultural e histórico que hace el poeta, que el final se corresponde solo al punto culminante de su viaje, en donde contrasta un texto y costumbres antiguas con un texto y costumbres contemporáneo, contraste que se debe al propósito identitario de la humanidad y el poeta, pero no. Me atrevo a asegurar que el poeta evidencia la presencia de ese otro/a que lo acompañó durante todo el viaje e insinúa en el tiempo y de modo categorial su relación con ese otro/a.“…en esta mañana donde nuestros cuerpos inventaron una sola existencia. A pesar de todo, juro que me iré”

La presencia y relación de ese otro/a es indiscutible. Y si nos preguntamos ¿cómo logran nuestros cuerpos inventar una sola existencia? La respuesta es inminentemente sexual.

Eduardo Gautreaux de Windt nos ofrece, una premisa:

“El yo poético del autor inicia su largo periplo por el espacio-tiempo de la historia del mundo, en sobrevuelo melancólico y triste, y nos expone los hechos de la humanidad dirigiéndose directamente a un tú poético que inicialmente es único, personal y femenino, que le sirve de escucha, pero que parece ser el vehículo para dirigirse a un tú colectivo, plural y anónimo, que se me antoja que somos todos los lectores, potencialmente la humanidad entera”.

Solo que no le sirve este tú poético, que como nos dice Gautreaux es femenino, únicamente de escucha al poeta, no. Juega un papel más activo dentro de este viaje. Si iniciamos a leer el poema, nos encontraremos con la declaración innegable de una promesa apasionada, mística y sexual que culmina como ya dijimos en la invención de una nueva existencia.

“Ahora sí me voy, montado en tu silencio, atravesando las palmas que me sombrean el mundo… Ahora sí me voy, orillando los polos, el del norte y del sur, en un navío de árboles…

El poeta inicia su recorrido “montado en tu silencio” pasando por una estrella nueva, diversas embarcaciones: el arca de Noé, naos, galeón, goleta, barco… el poeta se entra en una botella, se monta en un asno, en el ojo de un huracán, en un camello, en rocinante. Y siempre encausa su viaje hacia lo social, lo humano, lo cultural y en una tierna pasión:

“… En el claro estallido de un volcán, yo me iré, danzando entre sus ríos de lava incandescente. Subido en un camello, mojándome de sol…”

Cuando en su viaje el poeta cabalga sobre una ballena jorobada, logra transmitirnos la intensidad dulce de su éxtasis con una mezcla de formas metafóricas sensoriales, magnéticas y sonoras.

“… Cabalgando en el lomo de una ballena jorobada, navegaré las misteriosas ondas que aceleran y duplican el mundo desde la internet. Colgado de una cuerda que oscile sobre el orbe… Montado en el sonido que emitió la vía láctea”.

El ritmo del poema varía, de a ratos provoca la sensación de acelerado y tempestuoso, por momentos suave y tierno, triste y extasiado.

Me atrevo a asegurar que el ritmo mismo del poema es una insinuación. Que nos lleva hasta las puertas del éxtasis, no sin antes experimentar las sensaciones que esto requiere, porque eso es, cada mezcla de tiempos, de espacios, de geografías son la evocación de sensaciones que el poeta desea y logra transmitir, valiéndose de esta variación rítmica, para que el final del viaje desemboque en la más completa sensación jamás sentida.

La evocación de personajes bíblicos, mitológicos, legendarios, junto a personajes insignes de nuestro tiempo moderno, nos provocan la sensación de que el poeta intenta con ellos, realzar lo humano, haciendo uso de una suerte de nostalgia estética, ubicando su viaje por los predios de Moisés, Mandela, la Monroe, y aún con ello no se sale de lo erótico o acaso ¿cuál es esa vía que conduce a Dante junto a la bella Beatriz al infierno, el purgatorio y el paraíso? ¿Por qué desea el poeta asistir al tiempo en que Paris acariciaba a Helena? ¿Para ser testigo de “la hermosa guerra” o ser cómplice de ella?

En la frase “hermosa guerra” podríamos decir que lo que le parece hermoso al poeta de aquella guerra (Troya) en especial es el casus belli: pasión, amor.

“… me iré a ver al hijo menor de Príamo haciendo el amor con la esposa de Menelao…”

Estamos ante un poema técnicamente lúdico, creado sin miedo, con cuanto lugar común pudiéramos imaginar, la grandeza está en que el poeta logra apropiar todos esos lugares comunes, con una sencillez y limpieza de lenguaje que nos permiten a las/los lectores apropiarnos también y hacer de la lectura una inmensa experiencia.

La originalidad del poema está que nos ha creado sentidos y significados nuevos con referentes viejos siempre cargados de viejos sentidos y significados. Cada lugar, tiempo, persona o personaje referenciados por el poeta, nos resultan conocidos de algún modo, pero asistimos a la recreación del referente, que en conjunto sirven para la configuración de nuevos significados, entre estos el poeta logra trazar un sólido camino erótico por sí mismo, por haberlo vivido, por constituir trozos de la historia, la cultura y por ser en su forma poética una maravillosa muestra de universalidad.

Como consecuencia y denuncia: “Pasajero del aire sentiré la variación del clima y el deterioro del ecosistema” consecuencia premonitoria de su acto, su recorrer la conciencia de la humanidad y a la vez el cuerpo de su amada; y como denuncia de los actos de la humanidad (sin conciencia) sobre la tierra.

Y continúa su tránsito hacia el final dejando entrever tímidamente en un tono ambiguo que el viaje ha acabado, pero no el viajero del viaje, que posiblemente se repetirá en la eternidad. Por eso el final nos llega como una revelación obstinada del hombre que pese a todo el devenir persigue sus raíces en África en el Homo habilis y declara “… no ser solamente una estatua que respira…” declara su continuidad en nuevos caminos, declara y reafirma el ente poético que acompañándolo desembocó en esa bella pasión de todo el viaje.

“Juro que me iré en el sonido de una voz que reconozca la mía. Detrás de una sonrisa que interrumpa este sueño…”

Y así Pasajero del aire como las obras destinadas a perdurar, ofrece una vasta multiplicidad de lecturas, dejando clara, como las grandes obras, su esencia, que en mi caso reafirmo tiene mucho de erótico, humano, conmovedor, extasiante.

En suma, la evidencia de que el poeta no se encuentra solo en su viaje, siempre está montado (aspecto simbólico), las oscilaciones rítmicas entre excitación y descenso, nos revela un poema que o es una promesa de amor apasionado, o es un inquirir en las sensaciones pasadas y futuras que experimenta el poeta al alcanzar el nivel máximo de su pasión.

Mateo Morrison, el Pasajero del aire nos invita a perdernos en un viaje osado, por un cuerpo que puede ser la poesía, la humanidad o cualquier otro.

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