Incitación al Nixonicidio y Alabanza de la Revolución Chilena
Comienzo por invocar a Walt Whitman
Es por acción de amor a mí país
que te reclamo, hermano necesario,
viejo Walt Whitman de la mano gris,
para que con tu apoyo extraordinario
verso a verso matemos de raíz
a Nixon, presidente sanguinario,
Sobre la tierra no hay hombre feliz,
nadie trabaja bien en el planeta
si en Washington respira su nariz.
Pidiendo al viejo Bardo que me invista,
asumo mis deberes de poeta
armado del soneto terrorista,
porque debo dictar sin pena alguna
la sentencia hasta ahora nunca vista
de fusilar a un criminal ardiente
que a pesar de sus viajes a la luna
ha matado en la tierra tanta gente,
que huye el papel y la pluma se arranca
al escribir el nombre del malvado,
del genocida de la Casa Blanca.
Me despido de otros temas
Amor, adiós, hasta mañana besos!
Corazón mío agárrate al deber
porque declaro abierto este proceso.
Se trata aquí de ser o de no ser:
si dejamos vivir al delincuente
los pueblos seguirán su padecer
y el crimen seguirá de Presidente
robando a Chile el cobre en las Aduanas,
destripando en Vietnam los inocentes.
No se puede esperar una semana
ni un solo día más porque, carajo,
es por atrocidades inhumanas
que atraparemos este escarabajo
y es un orgullo para el hombre entero
que soportó el puñal de la noticia,
como instrumento duro y duradero
anunciar en la tierra la justicia:
por eso te buscaba, compañero,
el tribunal de sangre que se inicia
y, aunque sea un poeta el justiciero,
los pueblos me entregaron una rosa
para que con mi verso verdadero,
yo castigue la saña poderosa
del inmenso verdugo comandado
por el concubinato del dinero
para quemar jardín y jardinero
en países remotos y dorados.
La canción del castigo
No hay que contar con su arrepentimiento,
ni hay que esperar del cielo este trabajo:
el que trajo a la tierra este tormento
debe encontrar sus jueces aquí abajo,
por la justicia y por el escarmiento.
No lo aniquilaremos por venganza
sino por lo que canto y lo que infundo:
mi razón es la paz y la esperanza.
Nuestros amores son de todo el mundo.
Y el insecto voraz no se suicida
sino que enrosca y clava su veneno
hasta que con canción insecticida,
levantando en el aba mi tintero,
llame a todos los hombres a borrar
al Jefe ensangrentado y embustero,
que mandó por el cielo y por el mar
que no vivieran más pueblos enteros,
pueblos de amor y de sabiduría
que en aquel otro extremo del planeta,
en Vietnam, en lejanas alquerías,
junto al arroz, en blancas bicicletas
fundaban el amor y la alegría:
pueblos que Nixon, el analfabeto,
ni siquiera de nombre conocía
y que mandó matar con un decreto
el lejano chacal indiferente.
Él
Al criminal emplazo y lo someto
a ser juzgado por la pobre gente,
por los muertos de ayer, por los quemados,
por los que ya sin habla y sin secreto,
ciegos, desnudos, heridos, mutilados,
quieren juzgarte, Nixon, sin decreto.
El juicio
Convocada por mí la tierra entera
que cabe, lo verás, en mi soneto,
dará el dictamen de la primavera,
frente a frente, mirando tu esqueleto,
para que nunca más madre ninguna
se desangre en las tierras arrasadas
cargando al sol, bajo la triste luna,
un niño que levanto como espada
frente al cuello de Nixon, camarada.
El cobre
Al cobre lo llamábamos chileno
porque nacía de chilenas manos
y nuestro territorio estaba lleno
del subterráneo sol cordillerano,
del cobre que no estaba destinado
a los piratas norteamericanos.
Hasta que yankizado hasta el ombligo
el presidente Frei, momiocristiano,
regaló nuestro cobre al enemigo.
Pero mi pobre Patria intransigente
esperó entre el saqueo y las escorias,
entre Chuquicamata y El Teniente,
la hora de despertar, y se comprende
que, con el pabellón de la victoria,
dé un solo golpe Salvador Allende
de los colmillos norteamericanos
rescató el cobre, para siempre ahora,
devolviéndolo a Chile soberano.
Victoria
Honor a la victoria apetecida,
honor al pueblo que llegó a la hora
a establecer su derecho a la vida!
Pero el ratón acostumbrado al queso,
Nixon, entristecido de perder,
se despidió de Eduardo con un beso.
Cambió de embajador, cambió de espías
y decidió cercarnos con alambre:
no nos vendieron más mercaderías
para que Chile se muriera de hambre.
Cuando la Braden les movió la cola
los momios ayudaron la tarea
gritando «Libertad y cacerolas»,
mientras que los parrones victimarios
pintaban de bondad sus caras feas
y disfrazándose de proletarios
decretaban la huelga de señores
recibiendo de Nixon los dineros:
treinta monedas para los traidores.
La herencia
Así Nixon comanda con napalm:
así destruye razas y naciones:
así gobierna el triste Tío Sam;
con asesinos desde sus aviones,
o con dólares verdes que reparte
entre politijarpas y ladrones.
Chile, te colocó la geografía
entre el océano y la primavera,
entre la nieve y la soberanía
y ha costado la sangre de la gente
luchar por el decoro. Y la alegría
era delito en tiempo precedente.
Recuerdan las masacres miserables?
Nos dejaron la patria malherida
a golpes de prisiones y de sables!
A ti te llamo
Esto heredamos de los anteriores
y hoy que el rostro de Chile se agiganta,
cuando echamos atrás tantos dolores,
te necesito, mi joven hermano,
joven hermana, escucha lo que digo:
yo no creo en los odios inhumanos,
y no creo que el hombre es enemigo:
creo que con tu mano y con mi mano,
frente al malvado y contra sus castigos,
llenaremos la Patria de regalos
sabrosos y dorados como el trigo.
Regresa el trovador
Por eso estoy aquí en tu compañía.
De vuelta estoy como un enamorado
tocando el sol, el aire, el mar chileno
sufriendo de partir y haber llegado.
Siempre mi corazón estuvo lleno
como una copa de fulgor dorado
de Chile, de su cántico sereno.
Nunca mi Patria de dulzura y nieve
fue para mí substancia pasajera.
O fue terrible herida en mis entrañas
o luna derramada en la pradera.
Yo puse mi raíz en tus montañas
y florecí sobre las cordilleras.
(Yo nunca estoy afuera en tierra extraña
porque mi poesía es tricolor
y vivo todo el año en tu bandera.)
Por eso Patria blanca y estrellada,
Patria roja y azul, Patria primor,
Patria chilena, Patria delicada,
yo escuché desde lejos tu tambor.
Y me acerqué intranquilo a tu morada.
Quedé sobrecogido de dolor!
Son los de ayer
Miré que lo que el pueblo construía
después de tantos años de tormento:
la bandera de tu soberanía
por fin con sus colores en el viento,
era atacada por la turbulencia
del anacrónico establecimiento
y que te amenazaba la demencia
de los feudales y de los violentos;
el pasado con negra consecuencia
quiere otra vez tu sangre derramada.
Y la guerra civil es sacerdocio
para los que no hicieron nunca nada
sino vivir de incógnitos negocios.
Amo la paz por variadas razones:
una es porque el canto del trabajo
se une al color solar de los limones.
Y porque los programas populares
producirán tractores y cerezos:
todo lo hace el amor y los amores
del pueblo en su batalla y su proceso.
Aquí me quedo
Yo no quiero la Patria dividida
ni por siete cuchillos desangrada:
quiero la luz de Chile enarbolada
sobre la nueva casa construida:
cabemos todos en la tierra mía.
Y que los que se creen prisioneros
se vayan lejos con su melodía:
siempre los ricos fueron extranjeros.
Que se vayan a Miami con sus tías!
Yo me quedo a cantar con los obreros
en esta nueva historia y geografía.
Ven conmigo
Por esto estoy aquí en tu compañía:
por Chile, por su azul soberanía,
por el océano de los pescadores,
por el pan de los niños ruiseñores,
por el cobre y la lucha en la oficina,
por nuestra agricultura y por la harina,
por el buen compañero y por la amiga,
por el mar, por la rosa y por la espiga,
por nuestros compatriotas olvidados,
estudiantes, marinos o soldados,
por los pueblos de todos los países,
por las campanas y por las raíces,
por los caminos y por los senderos
que llevan a la luz al mundo entero
y por la voluntad liberadora
de las banderas rojas en la aurora.
Con esta unión están mis alegrías.
Lucha conmigo y yo te entregaré
todas las armas de mi poesía.
Una historia vulgar
Doña Cacerolina Lagañín,
encumbrada en el trono de su plata,
estuvo a punto de llorar por fin,
y casi a punto de estirar la pata,
al saber que es posible gobernar
a Chile por el pueblo popular.
Para Cacerolina un maremoto
no le daría tanto descontento.
Esto de ver por todas partes rotos
le causaba un horrible sufrimiento:
«Aquel siútico es más que suficiente».
«Después de todo es él nuestro sirviente
y al prócer Viaus: salvó con su dulzura.»
«El servirá de cepillo de dientes,
lo echaremos después a la basura. »
Ahora lo importante es lo que pasa,
dijo Cacerolina Lagañín
y armada de una sartén salió de casa,
dispuesta a convertirlo en un violín
para pelear «contra rotos groseros
que son en Chile rotos extranjeros».
Doña Cacerolina, bien nutrida,
tuvo un pequeño asomo de desmayo
cuando encontró en la calle solo viejas
que como ella sonaban sus sartenes.
Luego entre mil suspiros y sostenes
volvió a su poderío y su jardín,
doña Cacerolina Lagañín
dejó a cursis dernocratacrististas
peleando contra rotos comunistas
luego bailando el Vals Sobre las Olas
volvió a Las Condes con placer sincero
porque a la vuelta de las cacerolas,
pasó a los brazos de su jardinero
gastando bien su tiempo y su dinero.
Leyendo a Quevedo junto al mar
Viviendo entre el océano y Quevedo,
es decir entre graves desmesuras,
leyendo el mar y recorriendo el miedo
del poeta mortal en su lamento
comprendo la razón de mi amargura.
Porque mi corazón no está contento.
Chile es golpeado por la misma gente
que nos destinan al sometimiento
y amenazan con uñas y con dientes.
Los intereses son como ciclones,
rompen la tierra y todo lo que vive:
encallan en Vietnam las invasiones,
fracasan en la espuma del Caribe.
Una lección
Volviendo a Nixon vuelvo a ser dichoso:
porque juzgar delitos incesantes,
ordenados por un ignominioso,
es deber de un poeta caminante.
Hoy, desde Chile revolucionario,
volvamos a los dueños del erario,
retornemos al Jefe del dinero.
A verso limpio
Horademos a Nixon, el furioso,
a verso limpio y corazón certero.
Así pues, decidí que falleciera
Nixon, con un disparo justiciero:
puse tercetos en mi cartuchera.
Y por los tribunales venideros,
abriendo puertas, cruzando fronteras,
recluté hombres callados y severos,
caídos en sangrientas primaveras.
Retrato al hombre
Hay que juzgar las manos maculadas
por muertos que mató con su terror
y que bajo las tierras desolladas
surgen como semillas de dolor.
Porque ésta es una edad nunca soñada.
Y Nixon, el ratón acorralado,
con los ojos abiertos de temor
ve renacer banderas fusiladas.
Fue en Vietnam cada día derrotado.
En Cuba es derrotado su furor
y ahora en el crepúsculo aterrado,
quiere roer en Chile el roedor,
sin saber que minúsculos chilenos
le van a dar una lección de honor.
Paz, pero no la suya
¡Paz en Vietnam! Mira lo que has dejado
adentro de esa paz de sepultura
llena de muertos por ti calcinados!
Con un rayo de eterna quemadura
preguntarán por ti los enterrados.
Nixon, te encontraran las manos duras
de la revolución sobre la tierra
para humillar tu pálida figura:
será Vietnam que te ganó la guerra.
Nixon no creo en tu vencida paz!
Tu invasión fue diezmada y fue vencida
cuando ya no podías perder más.
Y cuando tus aviones homicidas
caían como moscas abatidas
por los disparos de la libertad!
Esta no fue tu paz, Nixon sangriento!
Nixon, sanguinolento presidente:
es tu medalla de remordimiento!
Es la paz de los pueblos inocentes
que tú entregaste al fuego y al tormento!
Es de Vietnam la paz desfigurada
por tus embajadores y papeles.
Es la paz de una tierra desangrada
y que ha llenado al mundo de laureles
brotados de la sangre derramada:
Es la victoria de Ho Chi Minh ausente
la que obligó a tu mano ensangrentada
a confirmar la paz de esos valientes.
Cuba, siempre
Pienso también en Cuba venerada,
la que alzó su cabeza independiente
con el Che, con mi insigne camarada,
que con Fidel, el capitán valiente
y contra retamares y gusanos
levantaron la estrella del Caribe
en nuestro firmamento americano.
Notifico que son los adversarios
De Vietnam, esos mismos «caballeros»
seguidos de cubanos mercenarios,
armados de metrallas y dinero,
los que contra tu viento libertario
invadieron la nueva claridad.
Y allí quedaron muertos o atrapados
los que iban a matar tu libertad.
Ay Nixon donde vas y te presentes
Cuba no da cuartel ni caridad!
Cuba y Vietnam son nuestros precedentes
contra las agresiones de esta edad!
(Chile defenderá con sus valientes
como aquellos dos pueblos insurgentes
su revolucionaria dignidad.)
Sobre conspiraciones
Entre la Kennecott y las batallas
que dentro de mi Patria van urdiendo
contra el pueblo anacrónicos canallas,
Chile va, traspasado y sacudido,
sobre la turbulencia, construyendo
lo que nunca le fuera permitido:
trabajar y vivir sin desaliento
para que en Chile manden los humanos
y se cubra de frutos populares
el territorio antártico y lejano
y den las viñas de su geografía
el vino del amor y la alegría!
Duelo de Chile
Hora terrible! Aquel mejor soldado
cayó en la arena de la Capital
y sabe el mundo que fue asesinado:
su asesino se dice «nacional».
Un traidor, ahora encarcelado
director del asalto criminal,
dijo que un presidente despechado
dio la luz verde al crimen espantoso.
El Mandatario aquel está callado
como si no escuchara en su reposo
el clamor que recuerda a los malvados,
el acontecimiento vergonzoso.
(Ahora el Mandatario destronado
es el aliado de los poderosos
y su oscuro silencio ha continuado.)
Schneider sigue siendo traicionado
y la conspiración que continúa
cuenta con los injustos magistrados
por cuyas manos la injusticia actúa.
Que no, que nunca
No entrará en esta casa con puñal
el sobrino del tío senador
a asesinarnos otro general.
Ningún demente mate tu esplendor
y nos lleve a la guerra despiadada:
a la noche del duelo y del terror.
No me muestres la sangre en tu morada.
Dame tu resplandor de catarata,
luz longitudinal, patria nevada.
El incendiario no re hará ceniza,
y no se macarán entre chilenos,
Patria mía celeste y movediza-
Fuera de aquí la hiena y el escualo!
Que no maten los malos a los buenos,
ni tampoco los buenos a los malos.
Soy un poeta sin ningún precepto
pero digo, sin lástima y sin pena:
no hay asesino bueno en mi concepto.
L. E. R.
El furioso que agache su estatura
bajo la luna, en la pampa de plata,
Patria que Recabarren transfigura
enseñando verdades y caminos
que ayer se abrieron en la tierra oscura
y hoy son la condición de su destino,
Contra la muerte
A la guerra civil como condena
nos conduce el amargo forajido.
El desplazado de la boca llena
quiere quitar a otros la comida,
y otro que con su herida se envenena
reparte los venenos de su herida.
A la guerra civil de los contrarios
quieren llevarnos garras fratricidas,
sin saber que chilenos adversarios
siempre amaron las leyes de la vida.
Y no triunfa el más noble ni el más fuerte
desangrando la tierra preferida
y cambiando la vida por la muerte.
La tierra que nos dio las alegrías,
la que nos enseñó el padecimiento
florecerá con todos algún día:
no neguemos la luz al descontento.
Que cada hombre lleva en su porfía
lo mejor de su ciencia y su momento.
Nunca
Solo el que mata es la categoría
que dejo fuera de mí sentimiento.
No llevemos la Patria a la agonía
condenada a la sangre y al lamento.
Y contra eso está mi poesía
que va por todas partes, como el viento.
El gran silencio
Es tarde ya. Se han ido los malvados.
Schneider, desangrado y malherido,
ha muerto, el crimen está consumado.
Un gran silencio cubre nuestras vidas:
El estupor de un pueblo deshonrado,
el clamor de la Patria estremecida.
Cien hombres contra un solo soldado:
fueron cien los cobardes forajidos
contra mi general asesinado.
El espionaje norteamericano
ordenó a un renegado y sus hampones.
Y Caín otra vez mató a su hermano.
Sangre, dolor, coronas y crespones!
En el alma de Chile sepultado,
despedido por nuestros corazones,
quedó mi general asesinado.
Es triste
Desde entonces un río nos divide:
agua sangrienta, barro de marismas!
No hay nadie en esta tierra que lo olvide.
Desde entonces la Patria no es la misma.
Mi general, adiós
Desde entonces tu sangre ha separado
dos zonas hasta ahora divididas:
el rencor que amenaza por un lado
y el pueblo que acompaña tus heridas.
Y hasta ahora tu estirpe de soldado
cerca de Allende, claro presidente
defiende al pueblo y a su nuevo Estado
(como si aún tu mano militante,
aún después de ser martirizado,
cumpliera su deber de comandante).
Adiós, mi general asesinado!
Vivirá tu recuerdo de diamante
en lo más alto de la cordillera.
La Patria va contigo en cada instante
por el camino de la primavera.
Mar y amor de Quevedo
Aquí en mi casa de Isla Negra leo
en el mar y en el verso favorito,
en la palpitación y el centelleo
del mar amargo y del amor maldito,
la misma espuma de la poesía:
el mar que se ilumina en la ruptura
y yo leyendo con melancolía,
a Quevedo, su amor y desventura.
Tal vez es mi destino diferente:
mi pecho militar de combatiente
me inclinó a las guerrillas del Estado:
a conseguir con la paciencia ardiente
de la verdad y del proletariado
el Estatuto de la pobre gente.
La victoria
Y así llegué con Allende a la arena:
al enigma de un orden insurgente,
a la legal revolución chilena
que es una roja rosa pluralista.
Y fue con mi Partido Comunista
(bello como un desfile proletario)
cuando en el mundo un día sobrevino
este camino revolucionario.
Hacia los pueblos alzo nuestro vino
con la copa a la altura del destino.
4 de septiembre de 1970
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