Es autor de los poemarios «Las piedras del ábaco» (1986) y «Rapsodia para tontos» (1999). Es miembro de la Generación de los Ochenta. Editó, además la obra «José Mármol: antología poética» (2004).
LAS PIEDRAS DEL
ÁBACO
(Fragmento)
¿Y qué fue de aquel
hombre que se marchó a Nod
la tierra de nadie
que se marchó al
oriente de Edén
con toda su culpa
una tarde
que partió cuando
el crepúsculo
extendía su azul
sediento sobre rocas
y las últimas bestias
salían
desafiantes y
desnudas a matar?
Porque iban
desnudos los primeros hombres
la tarde que
vencieron el vértigo azul
en sus
embarcaciones rústicas
y sólo azul y
vértigo eran sus embarcaciones
ramas de la sangre
paleolítica
con la que un
hombre
hizo del destino de
los hombres
una quijada de
burro.
5
Yo anduve despacio
entre las cosas
cuando todo tenía nombre
y adjetivo
cuando era
imposible asumir la palabra
sin poner en juego
sus objetos
Yo anduve muy
despacio entre las cosas
impregnándoles mi
hedor de asceta transitorio
porque cada
magnitud tenía su nombre
y yo era dueño de
los nombres
de todas las cosas.
RAPSODIA PARA TONTOS
Los círculos
concéntricos que produjo la
inmersión de la escobilla
en el agua
renovaron su
antigua obsesión por lo infinito
Un círculo
engendraba a otro círculo en un trazo
cuya línea sinuosa
continuaría expandiéndose
como las corrientes
en las profundidades marinas
La escobilla a su
vez intentaba
la siniestra forma
del erizo.
Cuando el hombre
salió a escena hace un cuarto de
millón de años
ya el mar estaba
allí
y el hombre lo miró
maravillado
Restregó con fuerza
la mancha amarillenta del
inodoro
aspiró el acre olor
a trementina
pensó en los griegos
cantó en voz baja
El círculo y el
agua aterraron a los griegos
desde el día en que
Narciso
vio su imagen
sonreírle desde el temblor del agua
el agua devino
entonces en prisión de la imagen que se
contempla
a sí misma
falsa transparencia
en la que aspira regresar al origen
intacta como en la
suprema perfección del círculo
reconocerse al fin
y destruirse
Volvió a ver el mar
por vez primera al ver su
fundamento
se arrojó hacia el
cielo desde las altas olas del
crepúsculo marino
y en la arena tibia
abandonó la huella de su pie
transfigurado
—hondo vuelo sí
hacia otros mares
hacia otros
vientres dónde reposar sus cabellos en
desorden
y dónde penetrar la
misteriosa geometría de los
mundos
el orden de los
seres y los signos
Si Parménides
estuvo en lo cierto
y la unidad
participa de lo múltiple
si lo uno y lo
múltiple son en fin lo mismo
entonces
ciertamente uno es igual a dos
y mi risa es doble
y mi locura doble
y mi alma en este
instante está rozando lo infinito
Pero los círculos
se desvanecieron y el agua
quedó tranquila
en el fondo
Era tiempo de
limpiar los urinarios
de vaciar sus
vientres casi perfectos llenos de
chicles y colillas
de abandonar el
canto por un momento para
encender un cigarro
y sostenido sólo
por la cuerda de su respiración
seguir después
cantando sin separar los labios
Porque la respiración
tira del canto suavemente con
firmeza
y el canto se
desliza
traza arcos
inaudibles
gira y retrocede en
su desliz vertiginoso
carente de palabras
y de engaños
Así solían cantar
los griegos en sus largas horas de
ocio
hasta que surgió el
silogismo
la causa y el
efecto la medida
¿No está ya el
canto llamándonos hacia su ámbito
oscuro desde entonces
y como nuestros
sueños más caros cayendo
vertiginosamente en
el ancho dominio de lo
desconocido?
Uno y dos son lo
mismo y es un hecho terrible
que nuestros
banqueros no puedan
comprenderlo
el mundo estaría
más tranquilo
llamaríamos a sus
puertas sin temor
argumentando
«diez es igual a
diez mil
diez es todo lo que
me queda
Aquí los tienes No
te debo»
Pero nuestros
banqueros no entienden de filosofías
su aritmética es
infame
y en eso se
asemejan a los urinarios
Detén extranjero
tus pasos para que admires la obra
de nuestros
banqueros y nuestros urinarios
Une tu voz al coro
de alabanzas a todo lo que ríe
porque ha caído
y desconoce el
tormento de las profundidades
Y está lleno de
razones
Y de colillas.
Comentarios
Publicar un comentario