FORMULACIÓN DEL POEMA




Con la vida hecha añicos, despedazado el cántaro;
rota la soledad como una urna; la alegría
de aquella fina mañana, junto al mar,
destrozada porcelana de Sévres; hermoso
plato de Talavera, la amista y el amor,
hecho trizas aquí:
fragmentos duros de instantes, ruinas de primavera, de
crepúsculos, polen
de dicha, brillos repentinos de horas a la sombra del olmo,
en el jardín,
por el suelo;
bordes cortantes de semanas, de días
afilados como cuchillos; lentos
minutos de zozobra y dolor,
reverberando ahora;
trozos de baldosas, cristales
de botellas y vasos
con interrumpidos dibujos de interminables meses
amarillentos o rojizos
(como el ardiente amor);

con todo eso, en adoración fulgurante, en quehacer lento,
en fervoroso tacto,
levantar nuevamente con pulcritud y esfuerzo, sin que le
falte nada, el muro, el pasadizo (estrecho, oscuro),
por donde fuiste difícilmente penetrando
hasta llegar aquí,
llena de cal la ropa, y el aliento
mísero; volver a levantar el túnel, el ojo de la aguja,
pero que sea al mismo tiempo templada habitación,
gozosa y ancha,
primavera, extrema;
abrir un boquete en la noche par que entre la luz y
puedas ver;
luz a raudales par que puedas ver
tus manos, a las que nunca viste;
mirar tu rostro en el espejo, tus ojos, tu cansancio
en el espejo, para siempre, por una vez no más;
un agujero solo, un mínimo apetito
de luz, sólo por una vez, para mirar
por él mínimamente el aire transparente,
remoto.
Por una vez, el aire, el sol.

©Carlos Bousoño (1923- )

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