Canto a los 43 estudiantes ejecutados en Iguala,
Guerrero, México.
Luis Carvajal.
Cuarenta y tres ventanas de amor cerradas para siempre.
Cuarenta y tres latidos acompasan el sueño y la memoria.
Cuarenta y tres hijos caídos.
Cuarenta y tres hermanos, novios, amigos, compañeros.
En algún lugar, donde las almas salen para espantar la muerte,
todas sus voces reclaman de la vida
en una sola voz exhausta,
ajada, desnuda, calcinada:
-Vamos a casa, allí me esperan la mesa servida y el librero.
-Bésame con ternura, el amor neutralizará las balas
-Necesito explorar la margarita que llevas en tus pechos.
-Tu abrazo húmedo apagará las llamas.
La selva amarga se tragó sus rastros.
El verdugo salvaje volvió del follaje sin bramidos.
Cada liana del bosque es una voz verde maldiciente
que nutre sus raíz en las cenizas de la carne juvenil asesinada.
¡Que no sea el silencio la bandera del luto y la congoja!
En sus palacios blindados, generales del crimen,
peones de la deshonra y de la mugre
cegados por la luminosa virtud del canto que entonan las cenizas,
temen a los fantasmas.
Su fuego les calcina el sueño y la mirada.
¡Que no escriban la historia los perversos!
Pero para que sol resplandezca
hay que saber quién fertilizó las sombras;
quién derribó los zorzales y palomas;
quién tiró la bomba
que ha dado en un blanco equivocado.
La hora de la venganza se anida en estas lágrimas.
En esta ira infinita.
En esta voz que ya no pertenece a nadie.
En este canto-juramento
que desea la paz, que siembra el pan,
que proclama la vida.
Mientras defendamos la condición humana con corazón y dientes
los vientos pregonarán sus voces y sus nombres,
las alas negras no se atreverán a volar sobre nosotros.
¡Resistir es esperar por siempre su regreso!
Limpias las manos, gastados los zapatos,
vieja y nueva la sonrisa,
nueva y vieja la confianza,
con el alma y con las sangre,
vieja y nueva la palabra
ahogaremos el duelo y el horror
en la esperanza
Luis Carvajal.
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