Yo, la hembra


De mi esencia
 yo la hembra
 me preparé a
 reducirme cual
 fantasma,
 orillada a
 cuidar casas como ama
 de huecas llaves,
 metal chato donde pernoctó
 el poder de mis entrañas.
 Abrí todo, menos cuartos prohibidos.
 Supe todo e ignoré amor escondido.
 Eduqué en alguna edad hasta al hijo
 de la amante de mi marido.
Yo, la hembra
 amaestrada para servir el café
 hacer mandados y oler
 (como avanzadilla de un ejército)
vapores perturbadores del olfato
 de mi amo y señor.
 Extermino -cloro en mano-
 la amenaza de mi amado. Cuidé cuevas.
Yo, la hembra, adiestrada
 para decir conveniencias,
 dejé de ser resignada
 cuando me goberné yo.
Ya no hay padre,
 ni marido,
 ni un hermano
 ni el amante
 ni institución
 que decida por mí misma
 sobre mi vida y mi honor.
Seré una, libre y cierta.
 La que ahora te consuela sin cobrarte
 la factura emocional que sé te aterra.
 La que primero que amar, aprende a amarse.
 La que envuelta en autoestima puede darte
 la certeza de una vida sin chantajes,
 donde obtengas, más que un cuerpo
 mis ideas, mis palabras, mis caricias
 y el apoyo y la lealtad más que gigantes.


© Leibi Ng

Comentarios

  1. Las verderas hembras son tristes, están solas.

    Saludos.

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  2. No creo. Las verdaderas nunca están solas.
    Saludos.

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