DISCURSO MIGUEL DE CAMPS EN PUESTA EN CIRCULACIÓN "EL CRIOLLO ANTONIO SÁNCHEZ VALVERDE: SU ÉPOCA, SU VIDA, SU OBRA"

Miguel De Camps Jiménez, autor
"Gracias a la Universidad Autónoma de Santo Domingo en especial a su rector Mateo Aquino Febrillet.
Gracias a mis amigos, familiares y conocidos presentes.
“Este libro fue sufrido y parido por mucha gente” le dijo Yissel Casado a una persona frente a mí. Yissel fue la responsable de componer y diagramar la obra que se pone en circulación en estos momentos. Sus palabras me hicieron meditar en lo de “sufrido y parido”.
La disyuntiva es, ¿cómo y por qué debo agradecer a toda esa gente que me hizo sufrir tanto?
Empezaré por “agradecer” al profesor de esta universidad Dr. Jaime de Jesús Domínguez, quien pasado un año de haber concluido las clases presenciales, al encontrarnos en la librería Cuesta, me dejó la mano extendida al momento que decía: –“Yo no le voy a saludar, hasta que usted concluya su tesis, su trabajo es importante”. Los que le conocen entenderán que esas palabras fueron dichas en su exquisito cibaeñismo, modalidad del idioma al que recurre, cuando conversa con otro cibaeño como es mi caso. Creí que Jaime tenía razón.
Una vez animado a escribir, le entregué mi anteproyecto al profesor Dr. Odalís G. Pérez quien con esa manera brusca que tiene de tratar a las personas que él aprecia, sacudió los apuntes en mi cara y me dijo:   – ¡Póngase a trabajar, buen vago, que ahí no se aclara cuál es el objetivo específico de su investigación!–. Quiero declarar frente a ustedes que hube de contenerme para no caerle a trompadas.
Pasadas esas primeras dificultades, ya mi trabajo tenía forma y se lo di a leer a mi compañero de maestría Welnel Félix. ¿Por qué a Welnel? Porque ya este había aprobado su trabajo de grado y nos lo enrostraba a los demás compañeros. Una semana después de habérselo entregado, fue a visitarme y después de carraspear aclarándose la garganta, me suelta con descaro –su trabajo lo veo en lo general bien, pero déjeme decirle que si soy yo, lo quemo, y tiene que hacerme otro trabajo–; como ustedes comprenderán pensé en toda su familia y una vez más, hube de contenerme.
En este punto ustedes se preguntarán, el por qué yo no lo presentaba directamente al asesor de mi estudio. Simple, los que conocen al profesor suizo de nuestra maestría Dr. Rudolf Widmer Sennhauser por éste habernos dado clases o por haber compartido nuestras tertulias conocen que él no tiene términos medios, para él las cosas son blancas o negras, y no le importa si quien le ocupa es un amigo o enemigo, como quiera va a decir lo que piensa. Es decir que yo tenía miedo por lo que pretendía entregarle un trabajo lo más limpio posible.
Ya depurado y en forma de libro digital, se lo entregué al profesor Raymundo González, el historiador dominicano más conocedor de nuestra historia de los siglos XVI; XVII y XVII entre otros siglos. Raymundo es un hombre incapaz de decir algo ofensivo a un semejante, ni tampoco ignorarle. Pasado dos semanas, me envió por correo un documento sobre Antonio Sánchez Valverde traducido por él, y una serie de sugerencias bibliográficas y documentales, las cuales me obligaron a reescribir el trabajo. Es importante indicarles que para ese momento, llevo dos años escribiendo, sufriendo y haciendo sufrir, eliminando y organizando un material que ya hasta a los amigos y compañeros de tertulia tenía más que hartos; pues en los temas de discusión si se referían al Cardenal, yo traía a colación el tema de Sánchez Valverde, si hablaban de la crisis española, yo ponía en el tapete el siglo XVIII y el reinado de Carlos III.




Ya el libro enriquecido con los aportes de todos estos sabios, tenía forma y se veía de los más bonito, y cometo el error de entregárselo a mi amiga la profesora Natalia González, de quien podía afirmar que me iba a felicitar por la excelencia de mi escrito, todo lo opuesto, veintitantos días después se me acerca Marito su esposo, y me dice: –mi mujer te quiere ver, llámala–. En ese momento noté que Marito tenía un brillo extraño en los ojos como si se sintiera contento con la calidad de mi trabajo. Qué equivocado estaba. Natalia me invitó a comer en su casa para que discutiéramos delante de Marito algunas de las observaciones que tenía y cuando yo vi que mi trabajo parecía un arbolito de navidad, por los apuntes en letra roja que ésta había hecho. Señores: Párrafo por párrafo, esa señora aprovechando que estábamos en su casa, que era su comida, ante la media sonrisa de su esposo y con falsa modestia de –“esa es mi opinión, tú sabrás si la aceptas”–, desfiguró mi trabajo haciéndome sentir obligado a reconstruirlo. Al despedirnos lo acompañó con una frase sarcástica de –no te ofendas–.
No puedo cansarles al relatar mis sufrimientos con Luchy Almánzar, José Enrique García, Carlos Andújar, Washington Lithgow, Dr. Andrés Merejo, Julio César Morel y otros amigos que sirvieron de lectores e hicieron sus aportes.
Ya ven el por qué son válidas las palabras de Yissel de que “este libro fue sufrido y parido por mucha gente”. Y lo que es peor, he tenido la obligación de reconocerlo ante todos ustedes y encima agradecerles por estar aquí presentes, se que en el fondo ustedes celebran mi “sufrimiento”.
Muchas gracias."


Lic. Miguel De Camps

Comentarios