Pasa, pasa, palabra, fragmento © Narraciones de Ella, 2014, Martha Rivera-Garrido

Pasa, pasa, palabra;
haz en mis ojos tu lágrima
y en mi boca de carne rosada tu risa.
Soy fea, soy hermosa.
Déjame acomodarme en ti
como lo haría en el regazo de la madre insondable.

Pasa el pensamiento,
pasa rápida la bengala de un sentimiento solo,
transgresor, primitivo, incomprendido
quizás en su dimensión de aire
y de luz.

Hazme, hazme vida vivirte
vestida de tul azul,
mojada en el elemento que soy y me define.
Agua en el agua que se convierte en agua,
sed en la sed donde me bebo a mí misma.

Avanza, avanza mujer desconocida;
ve donde quieras, a donde te lleve el relámpago
en las rutas sin nombre de países extraños
y a veces hostiles.

Vete, vete a donde te lleven los dedos de pan
o el silencio y sus vértigos,
descalza en el texto que te desgarra o te remienda,
rota como una medusa en la espada del mito,
amada como una ninfa caprichosa,
sin rostro en el espejo atávico,
deshojada en tu mar como una hoja de espuma
besa el atolón donde revienta el aliento de los peces
y el barco en el que partiste.

Llueve, llueve niña de tiza, de hojalata y de miel,
de hebras y heredades enredadas en el fuego,
de sangre dispuesta a ser fuente en la herida.

Vuela, vuelve, corre hacia atrás y hacia adelante,
nieva el hielo que funde tu pelvis
y te hace estatua sáfica
allí donde no tiemblan el tacto y el secreto.

Mana. Mana recóndita en el atardecer
de un tiempo que no existe.
Que nadie encuentre la gruta donde
se desangra otra
esa que eres en la sombra
y en el insomnio solitario de la noche
que eterniza tu palabra: la que pasa sin retorno.

Aprende, aprende pequeña poeta boreal:
del amor el amor, del olvido el olvido.



© Narraciones de Ella, 2014, Martha Rivera-Garrido

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