Así es como la pierdes de Junot Díaz,

Junot Díaz, autor
Pedro Antonio Valdez lo sabía. Me preparó. A mí que me escandalicé cuando leí la palabra “culo” en un libro del Barco de Vapor. A mí que me puse a llorar cuando mi compañera estresada por la boda se pronunció con todas las “malaspalabras” que yo sólo intuía detrás del cerumen de mis orejotas. Usó el escritor un lenguaje soez para recordarnos que así es como piensa y habla mucha gente, que así hablan sus personajes y que la vida es lo que está ocurriendo mientras nosotros tratamos de refinarnos. Por eso me leí las 176 páginas como si fuera una cosa normal leer, (que es lo mismo que “pronunciar en silencio”) las mil palabrotas de Yunior y los otros personajes de ASÍ ES COMO LA PIERDES. Este delgadito que me evoca a Gandhi, suelta nueve capítulos en ese tenor. Descomplicado es el epíteto. Llano, sencillo… ¡Y sin embargo! No creo que haya una sola palabra puesta al azar como yo estoy haciendo con estas impresiones.

Un hombre en su papel de hombre, con su mirada de hombre, describe, sólo describe como quien ve llover, la conducta de mujeres que pasan por su vida: su madre, la “novia” del hermano, la esposa del hermano, las mayores, las menores, las compañeras… Son ellas, vulnerables en el drama de la inmigración y el desarraigo, negras casi todas, que han de sobrevivir a la pobreza, a la falta de educación, al hacinamiento, a las carencias, a la falta de amor, a la soledad y a la manipulación de todo tipo. Son ellas las que van construyendo soluciones. Me importa mucho que Junot Díaz siempre muestre a estas mujeres fuertes aún en medio de la tragedia y el llanto. No trata de pensar como ellas, no se preocupa por interpretarlas; a los hechos se remite y los hechos se suceden adentrándonos en el abismo de un dolor, tan hondo como la cueva de donde salieron los taínos, que parece que está en el Este de la R. D.

Yunior, hijo de un padre autoritario que emigra desde la República Dominicana a Estados Unidos, con un hermano tíguere e insensible que termina vencido por el destino, y una madre tradicional (de las que aguantan y aguantan hasta un día), dice las cosas como si fuese el observador, pero es el verdadero protagonista, y de su estupor van surgiendo las claves del relato total. Esta posición le permite ser sensible e inocente a veces para no desentonar con el ambiente machista del entorno como en esta parte de la narración:
“Una noche, un par de semanas antes de que empezara la escuela —debieron haber pensao que estaba dormido—, Nilda empezó a contarle a Rafa sus planes para el futuro. Creo que hasta ella ya sabía lo que iba a pasar. Oírla hablar, oír cómo ella se imaginaba a sí misma, fue una de las experiencias más tristes que he vivido. Quería liberarse de su mamá y abrir un hogar para niños fugaos de sus casas. Sería bacanísimo, dijo. Sería para niños normales pero con problemas. Ella debía haberlo querido mucho porque se abrió por completo. Hay gente que habla de un flow, pero lo que oí esa noche fue real, sin rupturas, se contradecía y a la vez tenía sentido total. Rafa no dijo na”.  Así es como la pierdes. Junot Díaz. Páginas 38, 39 Nilda.

Creo que “Rafa no dijo na”, basta para transmitir la clara definición que hace el autor de la psicología de hombres y mujeres. De hombres y mujeres de origen dominicano, sobreviviendo en USA. De hombres y mujeres que por más que se adapten a las costumbres del imperio, seguirán siendo “bárbaros” como llamaban los romanos a los extranjeros, gente que no tiene lugar para los sueños si no se les rescata.

Leí en algún lugar que esta novela era confesional. Mejor. Yo la veo como una gran contribución a la educación emocional. ¿De qué manera se educa la sensibilidad? Al presentar a Nilda, a Alma, a La Flaca, Mis Lora, la misma Pura, las que se mencionan una sola vez, las sin nombres… presenta a la mujer con sus cualidades, su diversidad, sus formas… Mujeres que caen por amor en situaciones límite pero que siempre salen, aún a costa de su dentadura. Hembras que sobreviven con cicatrices, magulladas, horadadas mil veces algunas; mujeres que se enfrentan a las tormentas a través de sus lágrimas y que poco a poco van abandonando el papel de esperar a un hombre que las mude, las mantenga y que de ningún modo pueden tolerar que las engañen.

En oposición, los hombres no salen tan bien parados. Comenzando con Rafa, el hermano, que aún cercenado por un cáncer sigue siendo un machito inconmovible. Duro de matar. Está el amigo Elvis, capaz de creerse cualquier cuento con tal de obtener algo que quiere; dos matones encontrados en Dominicana, incluyendo alto estándar de vida y metralleta; un padre que no está en el momento de la tormenta: Ausente todo el tiempo salvo para dejar calvo al niño Yunior, recién llegado de su pueblo, sin tomar en cuenta sus sentimientos. En todos, sin excepción, está presente el gen de la infidelidad como si usaran el sexo para salvarse del propio vacío que los azota en cualquier segundo que tengan de lucidez mental.

Ahora que estoy curada de palabrotas, que oigo sin prestarle atención los insultos que se regalan los escolares de menos de 15 años en mi calle a la salida de la escuela pública, comprendo que un autor a veces se tiene que valer de estos recursos.

Insisto. Así es como la pierdes es una contribución porque les habla a esos muchachos en su propio lenguaje y se mete en el subconsciente que es el único sitio donde se puede pelear esta batalla contra la violencia doméstica producto de esta epidemia de ausencia de educación emocional de hombres y mujeres.
©LEIBI NG







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