Ángela Peña. |
POR ÁNGELA PEÑA, 05 noviembre, 2007 para el periódico HOY.
Está circulando un nuevo libro que se ha
convertido en comidilla de círculos políticos, históricos, culturales,
sociales, porque con nombres y apellidos supuestamente reales, cuenta vergonzosos episodios, revela conductas de
traición, infidelidad, espionaje, ambiciones, cobardía, amores turbios,
relaciones compartidas, aislados casos de homosexualidad, infiltrados, desertores, que engañaron, humillaron, burlaron, abandonaron al personaje
central de la obra, que el autor tituló Manolo.
La
portada, ilustrada con una foto de Manuel Aurelio Tavárez Justo, especifica que
se trata de una Novela
Histórica,
sin embargo, al conocedor de la política dominicana contemporánea, los
protagonistas, lugares, acontecimientos, le parecen tan familiares que más que
ficción, el libro le deja la impresión de ser el más
completo documento histórico sobre la vida de Manuel Aurelio Tavárez Justo (llamado así en las páginas), de
las luchas antitrujillistas, del Movimiento Revolucionario y del Partido
Político 14 de Junio, de las guerrillas de 1963 y de
todo el devenir trascendente nacional desde que nació el líder montecristeño
hasta que fue salvajemente asesinado en Manaclas.
Es un
manojo de presuntas revelaciones ¿Pero cómo establecer si son ciertas o son fábula? Este es un Manolo aventurero y mujeriego en extremo que llega a engañar a su esposa Minerva con Marien, una muchacha hermosísima que
balanceaba su cuerpo de guitarra caminando con armonía, luciendo sus cabellos
rizos y observando a la gente con mirada coqueta, manifiesta. Enloquecido con la chica, no reparó en su condición de casado para
exhibirse con ella en el Club Ramfis, de lo que enteraron a la consorte, entonces residente en la capital,
en casa de doña
Isabel viuda Lithgow, pues estudiaba la carrera de Derecho, cuenta el investigador.
Ella
decidió dejarlo, añade. Sumida en un mar de lágrimas viajó a Montecristi a
recoger sus pertenencias y a una hija, Minou, y mientras hacía el recorrido,
dice el escritor que cavilaba: Manolo la prefirió a ella porque es joven como él, y no vieja como yo. Yo sabía que por el hecho de llevarle
cuatro años se iba a reflejar negativamente en el matrimonio. Por eso no quería
casarme con él, pero mi madre me dijo que la edad no importaba.
Pensaba
que no había sido educada para el divorcio, según Disla, que señala que su propia madre tampoco se divorció
cuando don Enrique tuvo otra, también mucho más joven que ella.
La propia
Minerva, escribió, fue conquistada por Manolo teniendo él amores con una muchacha
llamada Ana a
la que abandonó preparada para la boda. No
sabiendo cómo salir de ella, agrega, ideó decirle que se irían a vivir a su
pueblo consciente de que la novia no lo aceptaría. Ya antes Manolo, según narra
Disla, había tenido amores con Carmen
Rosa, Elsa Rivas, Charo. El matrimonio con Minervano se disolvió. Marien fue su única y última aventura
extraconyugal. Después que la dictadura de Trujillo asesinó a Minervajunto a sus hermanas Patriay María Teresa, refiere el autor que
éste tendría relaciones sentimentales con su
secretaria, identificada como Miguelina,
que intentaría suicidarse tras descubrir que Manoloamaba a una cantante llamada Sonja.
El dirigente político se enamoraría, además, de una prima divorciada de Emilio
Cordero Michel, amigo de Manolo que se iría junto
con él a las lomas, significa Disla.
Edwin
Disla parece haber averiguado muy a fondo la personalidad de su biografiado y
no hubo detalle de su vida que dejara en el tintero. Pese a que en sus actos
futuros se ponen de relieve su martirologio, su heroísmo, su valentía, el
coraje de enfrentarse a la dictadura y al Triunvirato y de tratar de reponer el
Gobierno Constitucional de Juan Bosch, se intuye que no desea incurrir en el
error de otros autores que piensan que revelando estos hechos de próceres y
héroes disminuyen su dimensión y su categoría. Lo muestra como hombre de carne
y hueso, producto de su cultura y de su tiempo. Lo presenta apuesto, imponente,
seductor.
Una joven antitrujillista de la que Disla narra
el coraje con que resistió los vejámenes y torturas de La 40, que él dice
respondía al nombre de Sina Cabral, estuvo perdidamente
enamorada de Manolo, afirma. Pero, aclara, él quería a Miguelinay amaba a Sonja, a la que despidió
rumbo a la montaña: Si salgo vivo de esta batalla, nos
casaremos. Te
estaré esperando, expresa Disla que respondió ella.
Otros
amores que se refieren en Manoloson los de supuestos actores
relacionados con ese pasado, llamados por él Aniana Vargas y Roberto Duvergé, Emma Tavárez Justoy Luisito, que después, según el libro, resultaría ser un espía; Leandro Guzmán y Martha Roque, Elsa Justo y Juan B. Mejía, aunque
de esta última también dice que estuvo enamorado Cruz Peralta, y Piky y Polo Rodríguez. Polo,
refiere Disla, primero vivió unas intensas relaciones amorosas con una presunta
monja, Sor
Amanda. De Piky
y Polo,
narra: …Ese primer contacto marcó el punto de partida de las intenciones
amorosas de él (Polo) pero ella (Piky), era novia del popular músico Rafael, noviazgo que no prosperaría porque lo de
ella era el fusil y lo de él, la música. Rafael partiría para los Estados
Unidos con un contrato, y ella cedería ante la insistencia de Polo. Soñarían en
convertirse en una pareja parecida a la de Raúl Castro y Vilma Espín.
Los
amores entre los llamados castrocomunistasson detalles empleados por el autor
quizá para imprimir a su obra mayor característica de novela. Lo difícil de
asimilar es la conducta, si es veraz, que atribuye a personajes que aunque enmarcados dentro de la ficción son mencionados
por santos y señas supuestamente auténticos.
Ambiciones y traición
La vida
de Manolo y sus compañeros en las ergástulas
trujillistas aparece relatada como si el autor las hubiese sacado de diarios de
los presidiarios. Igual están torturadores, calieses, asesinos, muertos,
desaparecidos. Pero Manolosería un hombre marcado por el dolor permanente
que representó el vil asesinato de su esposa, cuyo espectro se le aparecía,
según Edwin Disla. Después vendría la libertad, el entusiasmo por liberar al
pueblo, el tormento por la división, las intrigas, ambiciones, rencillas y
falsedades de los miembros de un 14 de Junio en el que, aparentemente, casi el
único patriota era su dirigente máximo.
José Antonio Fernández Caminero se fue con los cívicos y con el
imperio, los esposos Niño Álvarez y Dulce Tejada y Luis Manuel Baquero
le siguieron; loshermanos
Tirso y Marcio Mejía Ricart lo utilizaron con la falsa promesa de unas armas; Víctor, primo de
Manolo, era un oportunista reaccionario que terminaría echándolo de la casa
donde lo albergaba, por comunista. Todo eso lo
asegura Disla.
Camilo, que pasaba como catorcista,
le vendió armas dañadas para la guerrilla; Andrés Norman, Roberto Duvergé, Máximo Bernard, Fidelio Despradel, Jorge Lama, Luis Peláez, Blanco Fernández, Manzano, José Israel Cuello, Alberto Malagón, El Chino, Félix Germán, Moncho Imbert, Cayeyo Grisanty, Jaime Durán, Hugo Toyos, Fafa Taveras, Norge Botello, Vinicio Echavaría, Miguelito Vásquez Fernández, Bueyón Carvajal Martínez, según el
autor, crearon profundas desilusiones en Manolo, aunque a pocos de estos se
acumulan acusaciones tan graves como a Fidelio, Emilio, Polo, Luis Peláez, Ozuna, el talLuisito. Tanto Luisito como Ozuna
tendrían más empatía con sus nuevos comandantes (Neit Nivar Seijas y Enrique Pérez y Pérez) que las que tuvieron con Manolo, asegura Edwin Disla.
Otros
nombres de personas supuestamente vinculadas de alguna forma al Manolode Edwin Disla son: Isabel Mayer,
Manuel Tavárez, Domingo Peña Castillo
(La Cuca), Doña Fefita, Eduardo, Edda, Emma y Ángela Tavárez
Justo, Leo, Milagros,
Tomás
Pujols Sanabia, Rafael Valera Benítez, Guillermo Sánchez Sanlley, Carlos
Lizardo, Luis Espínola, Lisandro Macarrulla, Luis Félix de la Mota.
Carmen Tavárez Mayer, Quillona, Cocuyo Mieses, Oscar Torres de Soto,
Juan José Cruz Segura, Josefina de Moya, Enrique Mirabal, Mercedes (Chea) Reyes, Dedé Mirabal, Papy Viñas, Hortensia y Marcial Silva, Jaime Ricardo Socías, Cachulo, Alfredo Parra Beato,
Ángel
Concepción.
También Bacho, Yuyo DAlessandro, Josefina Ricart, Las mellizas Diez, Caonabo Abel
(Caín), Félix
Cabrera, Juan
Miguel Román, Carlos Sully Bonnelly, Pipe Faxas, Luis Gómez Pérez, Niní
Germán, Marcos Pérez Collado, Miguel Lama, Fidel Castro, Hugo del Villar, José Daniel Ariza, Pedro González, René del Risco, Miriam Morales, Grey Coiscou, Asela Morell, Dulce Tejada, Fe Violeta Ortega, Nabú Henríquez, Puchito García Saleta, Benjamín Ramos,
Tony
Barreiro, Rubén
Echavarría.
Además Tony Guzmán, Imbert Barrera, Evelio, Baby Mejía, Marcos Rodríguez, hermano de Polo, Máximo López Molina, Fenelón Contreras, Alexis Brache, Mameyón, Lourdes, doña Chechelé y miles
más diseminados en 642 páginas.
Manolo, según esta obra, fue todo
amor, comprensión, valentía, ternura con unos guerrilleros enfermos,
deshidratados, desnutridos. Hasta tuvo compasión de Filión o El Manchao a quien Emilioquiso fusilar cuando intentó desertar.
Además de símbolo de dignidad, entrega, patriotismo, representó la comprensión,
el sacrificio. Dice Disla que luego de un encuentro con el líder, el derrocado
Presidente Juan Bosch opinó: Yo creía que la pureza sólo se encontraba en los laboratorios hasta que conocí a Manolo.
El libro puede ser descrito como un auténtico
manojo de presuntas revelaciones ¿Pero cómo establecer si son ciertas o son
fábulas? Este es un Manolo aventurero y mujeriego en extremo
que llega a engañar a su esposa Minervacon Marien, una muchacha hermosísima
que balanceaba su cuerpo de guitarra caminando con armonía.
De la periodista especializada Ángela Peña
CONTRAPORTADA: Manolo es una novela que muestra con rigor histórico la fascinante vida del líder revolucionario Manuel Aurelio Tavárez Justo. Al lector adentrarse en la narración, presencia una de las épocas más impactantes, sangrientas y a la vez de mayor proliferación de los ideales de libertad del pueblo dominicano en el siglo XX. Manolo, encarnando ese período y más, es coloreado por Disla con pinceles humanizantes, que hacen ver al personaje como un hombre común, digno de ser imitado por todos los hombres del mundo.
Los secretos del líder, defectos, fracasos, triunfos, tácticas y mujeres, sobresalen con detalles en el contenido de la trama. La obra tiene trece capítulos, y el epílogo parece extraído de una novela policíaca, donde el protagonista llega a descubrir la identidad del asesino que resulta ser el As, un espía que le había infiltrado la CIA a Manuel Aurelio Tavárez Justo para destruir su partido, 14 de Junio. Manolo es la novela más ambiciosa escrita por Disla y la primera que se edita en el país acerca del carismático líder montecristeño.
¿Quién es Edwin Disla?
Nacido en
Mao, provincia Valverde, en el año 1961. Narrador, ensayista e ingeniero. Hijo
de Evaristo Disla y Lourdes Rojas. Ingeniero Civil por la Universidad Autónoma
de Santo Domingo (1986). Se reveló como escritor en 1988 con la publicación del
ensayo "Historia de la Revolución Nicaragüense", considerada como la obra más
acabada que sobre Nicaragua y sus luchas ha escrito un dominicano. A este
ensayo le siguieron cinco novelas: Un período de sombras (1993), la cual le
pareció excelente a la Biblioteca Popular Domingo F. Sarmiento de Argentina,
“por la naturaleza de su tema, difícil y conflictivo, que da como resultado un
vasto fresco de una época de triunfos y fracasos evocados con objetividad, y
con un ameno estilo narrativo”; Vida de un tormento (1997), que fue llevada al
teatro en el año 2000 por el grupo Los Rinocerontes; El universo de los poetas
muertos (2004), la novela histórica, Manolo (2007), basada en la vida de Manolo
Tavárez Justo, que fue galardonada con el premio nacional de novela Manuel de
Jesús Galván del año 2007, la más alta distinción narrativa del país y Dioses de
cuello blanco (2011), considerada una de las obras mejor estructurada e intensa
de la literatura dominicana.
La intrahistoria en Manolo, de Edwin Disla
Por Diógenes Céspedes
En literatura, el concepto de
intrahistoria se le debe a Unamuno y quedó esbozado en el artículo anterior
cuando evoqué lo que le ocurrió al conde Hugolino y sus hijos en La divina
comedia de Dante.
En la novela Manolo
pertenecen a la intrahistoria las acciones, reales o ficticias, de los
personajes reales y sus discursos a cuales el historiador no tuvo acceso por no
estar ahí cuando se produjeron y que una memoria vicaria los refirió. Los
discursos y las acciones de los personajes reales de la novela son
intrahistoria siempre que se produjeran en el espacio de lo particular privado
o íntimo donde nadie tuvo acceso, excepto los protagonistas.
Existe otro espacio que no es
tan particular privado, pero es de secreto altamente político: el comité
central, el comité político y los lugares de reuniones de la Infraestructura,
aquella especie de buró militar que logró, con la estrategia y las tácticas que
desarrolló, imponer el levantamiento guerrillero como la política oficial del
partido 14 de Junio, al cual controló y llevó a su desaparición, tal como se lo
propuso la contra-insurgencia local e internacional luego de que Manolo le
revelara al adversario, en el mitin del parque Independencia, que estaba dispuesto
a subir a las escarpadas montañas de Quisqueya si la reacción intentaba
derribar el orden constitucional o atacara su movimiento revolucionario.
Ese momento es el núcleo
central de la novela de Disla y a esas reuniones y largas discusiones tanto de la
Infraestructura y sus miembros, individual o colectivamente, asistirá el
narrador al adoptar diferentes planos (omnisciente, semi-omnisciente, memoria
vicaria a través de las grabaciones hechas a quienes participaron en aquellos
acontecimientos o la creación de personajes ficticios como Sergio y Tito).
Otras veces hará lo mismo con las reuniones del comité central y los miembros
de este último que se opusieron desde siempre a la Infraestructura y las
pretensiones de sus miembros más guerreristas que apoderarse del partido,
aislar a Manolo Tavárez y a quienes le apoyaban con la tesis inicial, derrotada
luego, de que no existían en ese 1.962-63 condiciones subjetivas y objetivas
para lanzar una guerra de guerrillas tumbaran a Bosch o no.
El anuncio de Manolo en el
parque Independencia no solo le sirvió en bandeja de plata a la
contra-insurgencia local e imperial norteamericana para tenderle la trampa al
líder y al 14 de Junio para que alzaran en armas y así aniquilarlos de por
vida, sino que también le vino como anillo al dedo al sector foquista de la
Infraestructura para obligar al líder del partido a subir a la loma, so pena de
denunciarle como traidor y cobarde ante la opinión pública si no cumplía con su
palabra de escalar las escarpadas montañas de Quisqueya.
Bernardo Vega ha señalado, a
posteriori, como real el pánico que tenían los norteamericanos de que en el
Caribe se instaurara un segundo régimen castrista. La República Dominicana era
el país candidato por excelencia. De ahí los informes hiperbólicos de los
servicios de inteligencia norteamericanos sobre comunistas infiltrados en el
gobierno de Bosch y la conjetura de que si se celebraran las elecciones en ese
momento de más impopularidad de Bosch, el 14 de Junio las ganaría por amplio
margen, así como la manipulación de los actores del frente interno (partidos
conservadores, Iglesia católica, empresariado y militares) como agitadores de
las manifestaciones de reafirmación cristiana.
Todo esto explica la
penetración de agentes de la CIA y de informantes criollos en los partidos de
izquierda, especialmente en el 14 de Junio para acorralar al partido y forzarlo
a levantarse en armas contra el Triunvirato y llevar a cabo la estrategia
trazada de asesinar a Manolo Tavárez y a todos aquellos líderes que pudieran,
luego del fracaso de la guerrilla, asegurar la supervivencia del 14 de Junio.
Es a través de toda esta intrahistoria que secreta que el narrador guía al
lector y le introduce en todas las reuniones donde se debatieron los dos puntos
centrales y opuestos de los bandos en pugna, es decir, los miembros de la
Infraestructura, llamados los supersabios, y las tendencias moderadas y
conciliadores que se propusieron impulsar el crecimiento del partido a escala
nacional mientras esperaban, con la crisis que produciría el golpe en contra de
Bosch, la agudización de las contradicciones de clases, creadoras de lo que
ellos llamaban la maduración de las condiciones subjetivas y objetivas.
Antes de escribir su novela
Manolo, la cual le tomó más de dos años, Edwin Disla leyó casi toda la teoría
que se necesita para incursionar en el género en su vertiente histórica: Walter
Scott, Dumas, Tolstoi, Lukacs…
¿Por qué quienes escribimos
ficción estamos obligados a ser casi historiadores y quienes escriben gruesos
libros acerca de temas históricos son sordos a la literatura?
Para los historiadores, la
literatura es un adorno identificado con la fantasía, cuando no con la mentira.
Así la usaban Rodríguez Demorizi y los demás historiadores trujillistas
curtidos en la teoría positivista de la literatura. Su función era
instrumental: corroborar un dato, pero con la desconfianza.
En cambio, quienes escribimos
ficción navegamos en el discurso de los historiadores a nuestras anchas.
Sabemos de antemano que lo que nos brindan es el cascarón de lo que sucedió,
auxiliados siempre por gráficos, datos estadísticos intimidantes, el fetichismo
de las fechas y el estereotipo metodológico común a todos: la búsqueda de la
verdad y la objetividad.
Para el literato, no hay
verdad ni objetividad en ningún tipo de discurso. Lo único que existe son
puntos de vista, lo múltiple, la subjetividad total. Cuando el historiador se
construya la misma teoría del sujeto y el poema, habrá entonces un diálogo
libre entre historia y literatura puesto que ambas disciplinas implican, sin
disolución posible, la teoría del lenguaje y el signo. Verán entonces los
historiadores que no existe identidad entre los hechos y las palabras que los
narran, ni hay ausencia entre estos, sino relación, en virtud del sentido.
Edwin Disla ha hecho esto en
su novela. Transcribir más de 15 mil páginas de entrevistas sobre ese breve
período que va de 1.959 a 1.963 y comprimir en 640 páginas, no la historia del
14 de Junio, sino ofrecer al lector los sentidos contradictorios de los discursos
de los personajes reales o ficticios que contribuyeron al más grande fracaso de
la izquierda dominicana. Ni los historiadores que han tratado el tema ni los
protagonistas que quedaron vivos luego de aquel desastre han aportado
respuestas dialécticas. Lo único que conocemos son relatos, testimonios y
memorias edificantes o heroicas. Pero no el entramado de lo que sucedió. La
novela de Disla ofrece ese entramado y las respuestas sobre aquel gran fracaso
del cual no se levantará de aquí a un siglo la revolución, no ya socialista
como la soñaron los catorcistas en armas en 1.963, sino los burgueses
dominicanos incapaces de fundar un Estado nacional.
Antes de proseguir con la
novela de Disla, para que se vea cómo los escritores no prescindimos de la historia,
cito el discurso de Andrés L. Mateo al ingresar a la Academia Dominicana de la
Lengua (Boletín 17, diciembre de 2.003, “El habla de los historiadores”, p.
123, donde relata una clase de Camila Henríquez Ureña en La Habana, extraída de
La divina comedia y el “cuadro patético que pinta Dante “de la Italia de
güelfos y gibelinos. Toda Florencia conocía el caso del conde Hugolino,
encerrado junto a sus hijos hasta su total extinción en la torre de un viejo
palacio.”
El relato de Andrés busca
establecer la diferencia entre historia y literatura: “Se trataba de un
acontecimiento que los historiadores registraban con minuciosidad, como parte
de esa larga lucha que el pueblo italiano libró para forjar los caracteres del
Estado nacional. Pero las crónicas históricas no podían decir qué ocurrió allí
dentro después que los carceleros tapiaron la puerta. La historia se detenía en
las puertas mismas del desenlace, y sólo después que Dante escribiera la
historia ficticia del infierno, la imaginación contaría a los italianos los
sinsabores del conde Hugolino, condenado eternamente a morder la cabeza de sus
hijos en el infierno, porque en la desesperación del encierro, mirándoles caer
uno a uno, había comido de sus carnes para sobrevivir él mismo un poco más de
tiempo.”
La lección de Camila
radicaba, dice Mateo, en enseñar a los estudiantes los límites entre el
discurso del historiador y el discurso del escritor y las relaciones que
vinculan a ambos: “A la historia le era imposible atravesar esa puerta cerrada.
La historia no puede sino clausurarse a sí misma en el instante en que los
verdugos condenaron la puerta para que el conde Hugolino muriera junto a sus
hijos. Hasta ahí llega el dato, más allá de esa puerta cerrada nada ocurrirá
para el historiador. La literatura, en cambio, para inyectar en lo real la
dimensión de la ficción desbordada, tenía que derribarla.”
Eso es lo que hace Disla en
su novela Manolo, derribar la puerta cerrada de la historia para ver qué pasó
dentro del cerebro de todos los que idearon el más grande fracaso histórico de
la izquierda dominicana.
Giovanni Di Pietro, escritor y profesor en la UPR-RP y Carolina/enero 2005/foto por Ricardo Alcaraz Díaz |
Manolo, de Edwin Disla
Giovanni
Di Pietro
Esta novela de Disla nos sorprende
sobremanera. En otros lugares, no hemos sido muy misericordiosos con él como
novelista. Pero, como todo en el mundo cambia y, gracias a Dios, a veces por lo
mejor, vemos que las cosas también cambiaron con él. Tenemos en mente las
primeras dos novelas, a las cuales leímos hace largo tiempo. Ahora resulta que
hemos leídos sus más recientes, ésta que comentamos, y Dioses de cuello blanco,
sobre la cual ya escribimos. O sea, que Disla no se ha conformado con los fáciles laureles que con harta facilidad
algunos críticos despistados siempre están
listos a ceñirles a cualquiera, cosa demasiado común en este país. Por
el contrario, decidió embarcarse en un riguroso ejercicio de superación que le
ha dado inesperados resultados, como en la presente obra.
Manolo es una larguísima novela que supera
las 500 páginas, con muchísimos protagonistas y una mezcla asombrosa de datos
históricos y recreaciones imaginativas de los ambientes. A cualquiera que la
lee progresivamente sin dejarla, le asombrará ver cómo el novelista logra
llevar a cabo su titánica tarea de orquestar todos sus elementos para llegar
hasta el final, sin nunca decaer en lo más mínimo en el ritmo de la narración.
Los protagonistas, de los principales a lo más insignificantes, sobresalen siempre.
Las situaciones descritas también. El tema central, que es el del
antitrujillismo primero y de la guerrilla después, está enfocado de manera
magistral. De modo que podemos decir sin ambages que esta es una novela que le
funciona y muy bien a Disla y por la cual lo podemos felicitar con toda
sinceridad.
Queremos dejar esto establecido, porque
conocemos muy bien el ambiente novelístico del momento, en el cual a cualquier
obra de muy modesta o hasta mediocre catadura frecuentemente se la alaba desmedidamente,
con el resultado que nunca sabemos, en verdad, quién está haciendo un trabajo
serio en el campo y quién no. La primera regla de cualquier crítica literaria
es la de seleccionar, sin miedo, entre lo que es el grano y lo que es la paja. Indudablemente,
Manolo no se encuentra entre la paja.
Cuando salió esta novela, en 2007, si bien
me acuerdo, se escribió mucho acerca de ella. Tenía que ser así por la figura
que trataba, Manolo Aurelio Tavárez Justo. Por eso, mucha tinta se gastó en
determinar cómo Disla la había presentado: Un ingenuo, un mujeriego, sin
aureola de mártir y cosas por el estilo. Si se habló de la novela como novela,
no le pusimos caso, pues es nuestra costumbre siempre hacer nuestra propia
lectura de la obra antes de dar una opinión al respecto y no llevarnos tanto de
lo que dice lo que es esencialmente una crítica periodística, muy a menudo
amañada por el amiguismo y los intereses espurios.
Como quiera que sea, es verdad que Disla
aquí redimensiona la figura heroica de Manolo. No le interesa la hagiografía,
sino el aspecto humano del líder de masas que dejó hermosas páginas escritas en
la historia del país. No por eso tenemos en su Manolo a una figura que él
irrespeta. De principio a fin se ve la enorme simpatía que siente por ella. No
ve a Manolo como la encarnación de un símbolo impoluto de una idea, sino más
bien como un ser de carne y hueso que, dentro del ambiente de la dictadura de
Trujillo y los tiempos que le siguieron, supo tomar una posición vertical,
sacrificarse y hasta morir por ella. O sea: el rechazo de la hagiografía es, en
fin, lo que hace el protagonista central, y, como consecuencia, lo que también
hace la novela lo que es. De no haber sido así, todo se vendría estéticamente
abajo, y tendríamos una novela fracasada en todos los sentidos.
A lo mejor esta manera de Disla presentar a
Manolo sorprendió y seguro que hasta ofendió a mucha gente, que estuviera o no
de acuerdo con los ideales que representara. Porque es siempre cómodo, tanto
para un bando como para el otro, empujar la canonización de un hombre como
Manolo, pues es sólo de esta forma que los que estaban con él pueden seguir
viviendo en su memoria y los que se le oponían desarmarlo como algo viviente
dentro de la sociedad que controlan y quieren seguir controlando. Un santo
subido en un altar inaccesible es siempre menos incómodo que uno que se
encuentre todavía caminando entre la gente e inspirando actitudes rebeldes. El
Manolo de Disla, en otras palabras, bajó del pedestal. Y es bueno que lo hiciera,
pues eso hace que sus ideales todavía sigan vigentes en la sociedad actual, tan
propensa al olvido y a los más mezquinos compromisos. Esto, fuera del aspecto
literario, es, entendemos, el gran valor que tiene esta novela, y es así que
debería verse.
Manolo representa, en verdad, la pasión del
Manolo hombre. Que fuera ingenuo en muchos sentidos, y mujeriego por añadidura,
no importa; lo que sí importa es que, desde un principio, ese hombre decidió
sacrificarse por los demás o por su país. Ante el oprobio de la tiranía no se
quedó tranquilo en sus obvias ventajas sociales olvidándose de lo que ocurría a
su alrededor. Por el contrario, quiso enfrentarse al problema y tratar de
resolverlo. Como consecuencia, sufrirá el martirio de la cárcel y la tortura.
Al caer Trujillo, vio la necesidad de seguir luchando para crear un país mejor.
Cuando tuvo que emprender la lucha política, lo hizo. Y subió a las montañas
cuando había que hacerlo. En todo este trágico trayecto, su sacrificio por los
demás es lo que cuenta. Siempre, hasta en su último grito ante la muerte
inminente. De ahí que podemos hablar de la pasión de Manolo como la pasión de
un Cristo. La primera estocada que recibe al final, cuando lo matan atado a un
árbol (madero), es a su costado, como el Cristo. En las cárceles trujillistas
es humillado y azotado también como el Cristo. Sus seguidores lo adoran o lo
rechazan y traicionan, igual que el Cristo. Las mujeres que se enamoran de él,
son sus Magdalenas. El legado que deja son enseñanzas que siguen en el
imaginario dominicano hasta el presente, igual que el del Cristo hasta este
mismo día. No se puede leer la novela sin eventualmente empezar a ver estas
conexiones entre la figura del Cristo y la de Manolo en términos de una pasión.
En términos de un sacrificio. Y quizás sea esto, todo sumado, más allá de las
lecciones históricas e ideológicas, el verdadero mensaje que sale de la novela.
Que esto es así lo podemos ver no solo en
todo el transcurso de la novela, sino también en lo que el mismo novelista nos
dice en el Epílogo a través del protagonista de Tito, quien lo representa,
especialmente en las páginas 608-609, donde encontramos ese mensaje. Tito,
después de hacer un resumen de la pasión de Manolo, y cómo a él no le
interesaba el discurso ideológico ni de las derechas ni de las izquierdas, sino
el bienestar del pueblo dominicano todo, concluye: “era un Cristo y los Cristos nacieron para
sacrificarse por los demás.”
Más claro de esto no puede ser. Y es desde esa perspectiva que el novelista seguro
quiere que leamos la novela.
Como hemos explicado en otras ocasiones, en
la novelística dominicana muy a menudo los protagonistas son simbólicos. En
general, los protagonistas femeninos simbolizan el país, la patria, y los
masculinos el pueblo. Esto de hacer de Manolo un Cristo es, pues, significativo
por parte de Disla. Lo es porque de ahí podemos deducir una moraleja inevitable
acerca de cómo ve a ese país y su pueblo. La figura femenina predominante en la
novela es, obviamente, Minerva. ¿Qué es lo que ella busca dentro del contexto
de la dictadura? La libertad del país. Pero ella no actúa sola. A su lado tiene
a Manolo, el cual anhela tanto la libertad del país, como también establecer un
nuevo orden económico y político. La muerte de Minerva significa el fin de la
tiranía y la libertad. Pero esto no conlleva automáticamente un cambio social y
político. Este cambio se encarna, entonces, en Manolo, quien, inspirado por el
recuerdo y los ideales de su mujer, tratará de concretizarlo de ahí en adelante
a través de su acción práctica y su ideología. En la novela, pues, todo lo que
le sucede a Manolo en tanto que figura histórica hay que leerlo en clave
simbólica, como lo que le sucede al pueblo dominicano. Si Manolo, como mártir
por sus ideales, es eliminado y, sin embargo, reaparece constantemente en el
devenir del país hasta el presente, eso quiere decir que el pueblo dominicano,
pese a ser reprimido, brutalizado, humillado y engañado en toda su historia,
todavía sigue esperanzado en que es posible crear un mejor país. Esta es una
manera de acercarse al contenido de la novela para extraer de ella esa moraleja
que decimos.
Como quiera que sea, no vamos a adentrarnos
en un análisis exhaustivo del contenido de Manolo. No es necesario. Cada lector
puede fácilmente hacer el suyo y llegar a sus propias conclusiones. Nosotros
sólo queremos dejar por sentado que esta novela de Disla es una obra a la cual
hay que ponerle atención, tanto por su contenido como por los resultados
estéticos positivos que contiene. El texto en sí, por ejemplo, está más
trabajado que el de la otra novela que mencionamos y logra una dimensión lírica
sin nunca convertirse en un texto lírico per sé, lo que, en efecto, no era muy
adecuado dentro de las circunstancias que se describen. Es un texto que se lee
rápido y con gran interés, cargado de tensión y que mantiene siempre su ritmo,
hasta en esas muchas onomatopeyas que el autor se permite y que pudieran
parecer bastante gratuitas. Los protagonistas resaltan y son convincentes, desde
los involucrados en la lucha hasta los humildes campesinos, los guardias y las
mujeres estupendas. Centrales y espléndidamente desarrollados son los
protagonistas de Manolo y Minerva, sin duda. O sea, que Manolo es una novela
sin desperdicios y que fácilmente entrará en la historia novelística del país
como una excelente novela en todos los sentidos.
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