Hay todo tipo de trampa; las que capturan, las que
atrapan, las que alteran, las que ocultan, las que esconden, las que confunden,
las que desvían, las que disimulan, las que seducen y hasta las que liberan. El
escritor estadounidense, John Steinbeck, dijo que “el hombre es el único zorro
que instala una trampa, le pone una carnada y luego mete la pata”. Jugando con
este concepto y usando perspectivas inconfundibles, estos cuatro artistas,
Adela Dore, Gustavo Fermín, Jesús Jiménez y Leudy Jiménez, identifican, le dan
forma y entran a su propia ‘trampa’ y nos invitan a todos a acompañarlos. Todos
siendo egresados de La Escuela de Diseño de Altos de Chavón y todos viviendo en
el extranjero en tres continentes diferentes, se unen con un cuerpo de obras
que cumple con la primera trampa auto impuesta por ellos mismos de elaborar
todas las piezas sobre papel dándole una fuerza a la exhibición que viene de la
delicadeza y fragilidad de los materiales.
Ya sea reconociendo la naturaleza de uno mismo,
cuestionando la selección natural de la vida, evaluando los códigos que manejan
nuestros organismos u observando que necesitamos del uno al otro para poder
existir, esta muestra de trampas ha servido para iluminar reflexiones y
contemplar diversas suposiciones.
Por medio de su sensualidad, los dibujos de Adela
hablan del proceso de descubrimiento de la identidad. Sus imágenes provocativas
nos enfrentan con la sinceridad que solo puede venir de una auténtica confesión
de intimidad que como trampa, pide pasar por un rito de paso incómodo que a la
vez llega a ser liberadora.
Con sus líneas inquietas y agitadas que describen
un mundo de descomposición y regeneración, Leudy logra crear una atmósfera de
desespero y de energía en búsqueda de alguna respuesta que aclare el misterio
con que nos deja la gran trampa; para vivir hay que morir.
En su formato de cuadrícula y síntesis y su proceso
matemático y orgánico, Jesús nos lleva por un laberinto de enigmas disfrazados
de lógica. Dependiendo de la distancia que uno tenga a su obra, las risas
pueden sentirse expuestas igual que escondidas. Las imágenes de las neuronas
forman una pausa o interruptor que hacen cuestionar el tipo de risa o el origen
de la risa. ¿Se ríen con uno o de uno? ¿Es genuina o falsa? ¿Todas se ríen de
lo mismo en unísono o cada cual se ríe por su cuenta? ¿La trampa radica de la
misma risa o está escondida detrás de la risa?
En el universo azul y eléctrico que Gustavo ha
creado para Laika, ella es héroe de la humanidad y víctima de nuestras
ambiciones. Antes de cualquier ser humano, ella fue disparada al espacio y pudo
observar la tierra desde el cosmos y admirar el infinito, pero condenada a la
trampa de su cápsula. Excavando y grabando la historia tallada meticulosamente
sobre el papel plateado cubierto con el azul del firmamento, Gustavo nos
transporta a esa nave para acompañar a Laika en su último viaje.
Por medio de unos ricos y variados lenguajes
misteriosos, sensuales, cerebrales y emotivos, la función de estas trampas no
es de atrapar ni de engañar, al contrario, despiertan la curiosidad a querer
leer y descifrar sus mensajes a través de los códigos elegidos por cada artista
y en fin logran liberar la imaginación.
Raúl Miyar
Jefe del departamento de Bellas Artes/Ilustración
La Escuela de Diseño de Altos de Chavón
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