Renacer, por Margarita Castillo Valerio






Pensando en mi lugar predilecto, me pregunto:
¿No será que perdemos el alma en este intento?
Porque yo, la mía, ya la doné en otros tiempos.
Lo hice al sentir el dolor de otros.
Fue hermoso el que quisieran pagar
solo con sonrisas de alivio y abrazos de agradecimientos.
Así conocí el amor, intentando darlo a los enfermos,
a los niños hambrientos de palabras suaves,
de un abrazo, de una sonrisa sin sentido tal vez,
para mí, no para ellos.
Aprendí que si no entrego el alma en lo que hago
no estoy dando nada que valga la pena o la alegría.
Cierto. ¡Qué remedio! Te marchaste sin terminar de aportar
tu cuota de ayuda en incertidumbre de otros
e intentar de todas formas cambiárselas por amor al prójimo
supuestamente con la medicina… ya ves que hacemos eso.
Seguiré pensando en cambiar de trabajo…
esto de mezclar voluntad con necedad,
apatía con consentimiento no me alcanza…
no, tendría que rehacer mi ser y tú, que me has conocido…
sí, tú, ¿volverías conmigo a intentarlo de nuevo?
¡Eso sí! Te lo advierto, nada de levantarse tarde,
trabajaras sin aliento, con mucha fe en ti y en lo que vas haciendo.
Yo sabré esperar, buscare en el baúl de los recuerdos,
aquella alma que dije que perdí, te observare muy de cerca
por si necesitas mi aliento, o yo, tu apoyo y recuperaremos el tiempo.
Tal vez se me renueve el sentir y quiera convertirse en amor,
de ese que no duele, ni por fuera ni por dentro.
Renacer… Eso quiero que hagas, por malos que vengan "los tiempos".

Mcv/USA/2013.

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