Cuba: menor taxa de mortalidade infantil da América em 2012, incluindo Canadá e EUA - 4,6 para cada mil recém-nascidos.
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Al viajar por el Oriente, mantuve contacto con los
monjes del Tibet, en Mongolia, Japón y China.
Eran hombres serenos, solícitos, reflexivos y en
paz con sus mantos de color azafrán.
El otro día, observaba el movimiento del aeropuerto
de San Pablo: la sala de espera llena de ejecutivos con teléfonos celulares,
preocupados, ansiosos, generalmente comiendo más de lo que debían.
Seguramente, ya habían desayunado en sus casas,
pero como la compañía aérea ofrecía otro café, todos comían vorazmente.
Aquello me hizo reflexionar: "¿Cuál de los dos
modelos produce felicidad?"
Me encontré con Daniela, de 10 años, en el
ascensor, a las 9 de la mañana, y le pregunté: "¿No fuiste a la
escuela?" Ella respondió: "No,
voy por la tarde."
Comenté: "Qué bien, entonces por la mañana
puedes jugar, dormir hasta más tarde."
"No", respondió ella, "tengo tantas
cosas por la mañana..." "¿Qué cosas?", le pregunté.
"Clases de inglés, de baile, de pintura, de
natación", y comenzó a detallar su agenda de muchachita robotizada.
Me quedé pensando: "Qué pena, que Daniela no
dijo: "¡Tengo clases de meditación!"
Estamos formando súper-hombres y súper-mujeres, totalmente equipados, pero emocionalmente infantiles.
Una ciudad progresista del interior de San Pablo
tenía, en 1960, seis librerías y un gimnasio; hoy tiene sesenta gimnasios y
tres librerías!
No tengo nada contra el mejoramiento del cuerpo,
pero me preocupa la desproporción en relación al mejoramiento del espíritu.
Pienso que moriremos esbeltos: "¿Cómo estaba el difunto?". "Oh,
una maravilla, no tenía nada de celulitis!"
Pero cómo queda la cuestión de lo subjetivo? De lo
espiritual? Del amor?
Hoy, la palabra es "virtualidad". Todo es
virtual. Encerrado en su habitación, en Brasilia, un hombre puede tener una
amiga íntima en Tokio, sin ninguna preocupación por conocer a su vecino de al
lado! Todo es virtual. Somos místicos virtuales, religiosos virtuales, ciudadanos
virtuales. Y somos también éticamente virtuales...
La palabra hoy es "entretenimiento"; el
domingo, entonces, es el día nacional de la imbecilidad colectiva.
Imbécil el conductor, imbécil quien va y se sienta
en la platea, imbécil quien pierde la tarde delante de la pantalla.
Como la publicidad no logra vender felicidad,
genera la ilusión de que la felicidad es el resultado de una suma de placeres:
"Si toma esta gaseosa, si usa estas zapatillas, si luce esta camisa, si
compra este auto, usted será feliz!"
El problema es que, en general, no se llega a ser
feliz! Quienes ceden, desarrollan de tal forma el deseo, que terminan
necesitando un analista. O de medicamentos. Quienes resisten, aumentan su
neurosis.
El gran desafío es comenzar a ver cuán bueno es ser
libre de todo ese condicionamiento globalizante, neoliberal, consumista. Así,
se puede vivir mejor.Para una buena salud mental son indispensables tres requisitos: amistades, autoestima y ausencia de estrés.
Hay una lógica religiosa en el consumismo post-moderno.
En la Edad Media, las ciudades adquirían status
construyendo una catedral; hoy, en Brasil, se construye un shopping-center.
Es curioso, la mayoría de los shopping-center
tienen líneas arquitectónicas de catedrales estilizadas; a ellos no se puede ir
de cualquier modo, es necesario vestir ropa de misa de domingo. Y allí dentro
se siente una sensación paradisíaca: no hay mendigos, ni chicos de la calle, ni
suciedad...
Se entra en esos claustros al son gregoriano
post-moderno, aquella musiquita de esperar dentista.
Se observan varios nichos, todas esas capillas con
venerables objetos de consumo, acolitados por bellas sacerdotisas.
Quienes pueden comprar al contado, se sienten en el
reino de los cielos.
Si debe pagar con cheque post-datado, o a crédito
se siente en el purgatorio.
Pero si no puede comprar, ciertamente se va a
sentir en el infierno...
Felizmente, terminan todos en una eucaristía
post-moderna, hermanados en una misma mesa, con el mismo jugo y la misma
hamburguesa de Mac Donald...
Acostumbro a decirles a los empleados que se me
acercan en las puertas de los negocios: "Sólo estoy haciendo un paseo
socrático". Delante de sus miradas espantadas, explico: "Sócrates,
filósofo griego, también gustaba de descansar su cabeza recorriendo el centro
comercial de Atenas. Cuando vendedores como ustedes lo asediaban, les
respondía: ..."Sólo estoy observando cuántas cosas existen que no preciso
para ser feliz".
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