El cemí de fuego de César Sánchez Beras a los ojos de Leibi Ng


Cuando yo estaba preparándome para escribir esta nota, me llegó un correo electrónico de César Sánchez Beras con las entusiastas palabras de un señor llamado  Milton Amador que dicen tanto y lo dice tan bien, que yo me dije: “Ah, pero yo me embromé”. Porque entre las cosas que este señor expresa está la valoración de que el autor “ha elevado la literatura infantil de nuestra tierra a otro nivel. A partir de esta obra, El cemí y el fuego, las exigencias serán otras para los escritores que le sigan. En definitiva, el niño que no se rinda ante las maravillas de esta historia, nunca habrá soñado con ser hombre, y mucho peor aún, habría perdido para siempre el rastro de su niñez el hombre que no sienta al leerla, el sobresalto de la fascinación y la alegría”.
Y sufriendo estaba yo cuando mis ojos se toparon con un viejo folleto de mi época de militante socialista: Fantomas contra los vampiros multinacionales. Una utopía realizable narrada por Julio Cortázar. Excélsior, México, 1975. Lo miro y alcanzo a leer:

 “—Lo bueno de las utopías —dijo claramente una voz afrocubana que resonaba como un cascabel—, es que son realizables. Hay que entrar a fajarse, compañero, del otro lado está el amanecer…”. ¡Aaay! Ahí mismo dejé a don Milton Amador y me concentré en lo mío.
Entrar a fajarse por la construcción de una literatura infantil con identidad propia no resulta para nada sencillo en medio de la complejidad que nos acompaña desde hace mucho tiempo. Diré tan sólo que aún pueden surgir divisiones entre hispanistas, africanistas e indigenistas y sería arriesgado decir que nos sentimos cómodos en nuestra piel. Entonces, para un pueblo que no se reconoce mulato, venir a sembrarle leyendas indígenas ¿qué cosa es?
Pues yo creo que es un acto de valentía. Valiente ha sido Marcio Veloz Maggiolo cuando escribió De dónde vino la gente en 1978. Otros productos de la literatura infantil creados con el tema de la mitología taína y la sociedad arawaca  como “El origen del mar, según las creencias taínas recogidas por Fray Ramón Pané”, un hermoso libro ilustrado y escrito por Patricia Reid Baquero (impreso en Arte y Cine en 1981) y “Anacaoba, prehistoria de una navidad” de Manolo Montalvo y editado por la propia Patricia Reid Baquero (Amigo del Hogar, 1983); ambos libros del Museo Arqueológico Regional Altos de Chavón de La Romana.
También debemos mencionar a doña Nora del Campo de Wittkop con “La pequeña Cabonao y su amiguito Matinó o El collar de conchas”, editado en INTERGRAFIC, por Lucía Amelia Cabral en 1982.
Y aunque no sea propiamente literatura infantil, yo destaco el interés puesto por don Manuel García Arévalo por dotar a los niños dominicanos con herramientas de aprendizaje sobre la sociedad taína, con intentos tan interesantes como el Álbum indios de Quisqueya, en el año 1982 y posteriormente el libro para colorear de igual temática “Nuestros Indios”.
Así también Lorelay Carrón, con su libro “Y se los llevó el sol”, y antes, Virginia de Peña de Bordas, con “La princesa de los cabellos platinados” y “La eracra de oro”. Precisamente en “La eracra de oro”, la autora da inicio a su relato de esta forma: “En esta tierra quisqueyana, rica en leyendas gloriosas…”.
¿Y cuántas leyendas conocemos propias, auténticas y nativas de esta tierra?
Un acto de valentía es el del maestro Manuel Mora Serrano, con Goeíza al proclamar que la ciguapa es la auténtica leyenda dominicana.
Valiente es César Sánchez Beras al gestar en los fríos de la ciudad de Lawrence, Massachussetts, con sus campos de algodón y fábricas textiles, estas leyendas que hoy festejamos en su nacimiento.
El autor de La Fiesta del Chivo, Mario Vargas Llosa ha declarado que la República Dominicana tiene una de las historias más ricas y apasionantes, pero no todos los creadores utilizan este filón para extraer temas.
A nosotros no nos extraña que César Sánchez Beras, con la travesura del creador y el alma del maestro nos regale con este libro que hoy nos convoca, adelantándose a lo que ha debido ser moda entre los creadores de literatura para niños y jóvenes pero que estamos tan dispersos que no lo podemos asumir o no entendemos.
El Círculo Dominicano de Escritores para Niños y Jóvenes, fundado en 1992 sentó un precedente al recrear el mito de la ciguapa desde diversas individualidades, con un resultado que Banreservas hizo propio al editar Huellas de la leyenda, libro que permanece y es utilizado por investigadores y estudiosos según me consta. ¿Y cuál era el fin? Enarbolar ese auténtico mito de la tierra Quisqueyana como bandera de la dominicanidad, tal como pide Manuel Mora Serrano. Y es que los creadores que no son capaces de manifestar un estilo, una voz propia, difícilmente toquen las fibras del alma de los demás.
Para un poeta que enarbola el dogma de Rainer María Rilke: “La patria es la infancia”, poner al alcance de nuestros niños el rico contenido de la mitología de la raza indígena que originalmente pobló la isla, es un asunto de vital importancia contra la transculturación. Porque para César Sánchez Beras, tal como ha declarado, su plan es familiarizar a los pequeños con palabras que pertenecen al grupo  arawak e incorpora en su obra un glosario en donde quedan sin misterio las definiciones de palabras que nombran plantas, animales y cosas del mundo aborigen. Y efectivamente, creemos que urge que los dominicanos en formación extraigan la materia de sus raíces. La dificultad está en que hay libros que contienen estas historias pero no son divertidos. Hay muchos libros que hablan de batey, yucayeque, bohío y duho; que mencionan a Atabey, a su hijo y contraparte el gran Yucahu Bagua Maorocoti, pero… ¿captan la atención de los niños? ¿Se sienten ellos atraídos con la misma fuerza con que los atrae el nuevo videojuego del nórdico dios Thor con su martillo volador, o la recién estrenada película de Harry Potter?
Como afirma Juan Cervera, “la Literatura infantil es básicamente una respuesta a las necesidades íntimas del niño”. ¿Y qué se entiende por necesidades íntimas en un chico de 8 años aproximadamente?  Pues en esta etapa comienza la edad de la razón, los sentimientos empiezan a ser un poquito dominados. Entonces uno siente cómo te siguen cuando les das explicaciones. Tienen una memoria poderosa. Muchísima imaginación. Empiezan a elaborar sus propias imágenes mentales, sienten lo imaginado. Afortunadamente se cuenta con un poco más de atención que en la etapa anterior. Es el momento de introducir conceptos abstractos como belleza, bondad, poder.
No vamos a enumerar las características de estas edades pero sí es importante conceptualizar que como buen maestro, César Sánchez Beras ha sabido conjugar en esta obra lo que para todo autor y productor de LIJ es la panacea: enseñar y divertir a la vez.
Cierto que se toma sus libertades, como todo buen creador, sobre todo en la línea del tiempo. Yo diría que su libro es un reto para los pequeños. Un desafío a que le prueben lo que él ha inventado porque estoy convencida de que su interacción con los más jóvenes le hace adelantarse a las reacciones que suscitará con sus historias.
De esta forma, las leyendas que aquí se inmortalizan llevan al cuestionamiento del idílico mundo originario de esta isla a la que nadie le discute su belleza y riqueza. Un edén donde en lugar de Adán y Eva ¡surgen cinco ciguapas! Pero como la vida es cambio y movimiento, estas cinco ciguapas pasan por la lógica de la creatividad del autor a convertirse en cinco cacicazgos. Pero como, nada se pierde, todo se transforma, terminaremos con cinco emprendedores para cuidar y hacer prosperar cada uno de estos territorios bajo la cálida mirada del poderoso dios.
Por más que yo quiero a César Sánchez Beras, no puedo decir que este libro significa un antes y un después en la literatura infantil y juvenil dominicana y no niego que ha puesto la bandera muy alto para poder emularlo.
Yo sé que cuando Alfaguara editó El carrito volador de Margarita Luciano, aquí hubo un antes y un después porque una editorial de la categoría de Santillana, Alfaguara, adoptaba a un creador dominicano para su catálogo en el capítulo dominicano. Y también sé, que don Marcio Veloz Maggiolo con la obra: La verdadera historia de Aladino me hizo reaccionar muy parecido a como lo ha hecho Milton Amador con El Cemí y el fuego ya que escribí: “Acabo de leerla y apenas puedo contener mi entusiasmo. A mi juicio, es la mejor obra de literatura infantil y juvenil de nuestro país que he leído. Hoy puedo afirmar que ese es el nivel que quiero para toda la literatura dirigida a nuestros niños y jóvenes de ahora en adelante y qué suerte que un maestro como Veloz Maggiolo se decidiera a mostrarnos el camino”.
Los creadores somos ciguapas obligados a pernoctar bajo la luz de la luna porque si nos da la luz del sol quemante de la falta de apoyo editorial, estamos condenados a guardar cuartillas en cajas, cajitas y cajones.
Con El cemí y el fuego de César Sánchez Beras, los niños dominicanos cuentan con un libro divertido, entretenido, de fácil lectura que les enseñará que nuestra raza tiene un origen, unas características, un territorio, un lugar bajo el sol.
Transformar la historia para convertirla en leyenda es la mayor fortaleza que exalto en la creación de mi compañero. Demostrar que su imaginación aumenta, matiza, deforma y hermosea, para poner en nuestras mentes la leyenda fundacional del pueblo indígena.
Rescatar aves, peces, animales y personajes para soplarles el aliento creador que fluye sensible y sencillo de la isla a tierra firme llevando el alma libertaria de un pueblo llamado República Dominicana.
Leibi Ng
08/08/11
                         

Martes 9 de agosto, 2011. 

Comentarios