Francisco del Rosario Sánchez |
Por Cesar Sanchez Beras
Que un mulato dominicano, vendedor de peinetas al detalle en
las calles polvorientas de una isla pequeña, ascienda a la categoría de
inmortal del patriotismo y padre de una patria, parece un caso de la mitología
griega. Que un muchacho que ronda los 20 años, comprometa vida y bienes, salud
y trabajo, a la liberación improbable de su país, es todavía mucho más extraño.
Que un mozalbete signe con sangre su compromiso de hombre,
parecería tema de la leyenda Tristán E Isolda. Pero no lo es. Francisco Del
Rosario Sánchez, quien naciera un 9 de marzo de 1817 en Santo Domingo, es el
ser extraordinario que vivió, padeció y construyó su perennidad, con jirones de
su vida, hasta llegar al sacrificio mayor de morir por los otros. Hijo de
Narciso Sánchez y Olaya del Rosario, fue educado por su madre y luego forjado
en el civismo por el cura peruano Gaspar Hernández.
Su encuentro con Juan Pablo Duarte fue posterior a la
fundación de la sociedad secreta “La Trinitaria” en julio del 1838, esto así
porque él no figura entre los fundadores de ese instrumento de lucha.
El 24 de febrero un nutrido grupo de Trinitarios elige a
unanimidad a Sánchez, como Comandante de Armas con rango de Coronel y se acordó
que sería él quien presidiría una junta colegida de gobierno, superando en votos
a sus compañeros, muchos de ellos de familia de abolengo y de mejor posición
económica. Con 27 años asume la responsabilidad de izar la bandera dominicana
el martes, 27 de febrero de 1844, en la Puerta del Conde. Su amor por la
naciente república es condenado por los traidores a la patria y sale en agosto
de 1844 a su primer viaje de exilio, lejos de la patria que fundara. Esa
diáspora patriótica de Sánchez y los demás trinitarios los lleva a Curazao,
Inglaterra, Irlanda y Estados Unidos. A su regreso, de forma autodidacta
estudia derecho, francés, latín y alcanza el puesto de Fiscal ante el Tribunal
de Apelación.
Tras permanecer en el exilio en el territorio de Saint
Thomas regresa a la patria a incorporarse en la lucha de los dominicanos contra
la Anexión a España.
El junio primero del 1861 cae en una emboscada en el poblado
de San Juan de la Maguana y un tribunal militar ilegitimo lo juzga y condena a
muerte. El 4 de julio del 1861, es fusilado junto a sus compañeros en un
cementerio de San Juan de la Maguana, cayendo con su cuerpo lacerado, la más
genuina representación de la juventud dominicana, quien de mulato pobre
ascendió al máximo honor de levantar una patria, quien a pesar de su pobreza,
legó a los millones que vendrían un lugar para llamarse libre. Un 9 de marzo
hace 195 años, nació en Santo Domingo, el alma de la bandera nacional.
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