Juan Pablo Duarte |
Por Carlos Andújar
A punto de
celebrar el bicentenario de su natalicio, la figura y la obra de Juan Pablo
Duarte ronda como desafío en el accionar público y en la conciencia nacional
como un fantasma que persigue el horizonte de hombres y mujeres que debieron
ser formados bajo su ejemplo y guiarse de su comportamiento, las enseñanzas y lecciones
dejadas por él.
Una vida dedicada
a la definición de un proyecto de nación, Duarte y sus amigos dieron forma no
solo a la resistencia nacional, sino que a través de la Trinitaria, fundada el
16 de julio de 1838, se forjo una conciencia nacionalista que hizo posible
alcanzar nuestra independencia en 1844.
El mérito de Juan
Pablo Duarte radica en haber defendido hasta el final su concepción de la patria,
su lucha y persistencia por la consecución de ese ideal e involucrar diferentes
sectores sociales en su objetivo. El mas sacrificado y desprendido, Duarte
encarnó el sentimiento más noble de la patria y llevó el ideario nacionalista a
los estamentos más alto, sublimizando la nación.
Este propósito
hace de Duarte el ideólogo del proyecto nacional, el más sensible y asiduo en la consecución de la
causa republicana, pero también un ideólogo y estratega refinado. Si bien su
obra intelectual no fue prolífera, su pensamiento se condensa en la manera cómo
centró con una claridad inusitada, el proyecto nacional. Su ideario condensa su
inteligente manera de concebir la patria y las tareas de su ese arduo
recorrido.
El esfuerzo patriótico
de los trinitarios alrededor de las sociedades la Filantrópica y la Dramática ejemplariza cómo
se fue creando un sentimiento de diferencia en lo cultural que junto al trabajo
político de la Trinitaria
culminan con la gesta libertaria de 1844.
Por tanto la obra
y el aporte de Juan Pablo Duarte a la causa nacional va mas allá de sus
escritos y se engrandece en la sublimación de patria que le acompaña, con la
entereza indoblegable de alguien que se matrimonió con la nación y entregó
bienes, tiempo y toda su vida a la realización de esta gran obra, no siempre
apreciada por muchos de sus coterráneos.
Su grandeza
radica precisamente en esa vocación de entrega nunca visto como sacrificio pues
el esfuerzo por la creación de la patria no se puede ver como un sacrificio
sino como una envolvente pasión.
Otros grandes de América
dejaron además de su dedicación al proyecto libertario, una obra intelectual y
escritos, no obstante la patria conjuga factores objetivos y subjetivos así
como internos y externos que son determinantes en la culminación de un proyecto
de independencia, sin embargo el liderato de Duarte al frente de los jóvenes
trinitarios supo enlazar su pasión por la definición de una republica
independiente de toda potencia extranjera, con los intereses de los distintos
sectores sociales, pero también con las fuerzas opositoras haitianas
permitiendo dicha estrategia conseguir el objetivo final.
Juan Pablo
Duarte, no debe ser mistificado si bien su entrega pareciera misionera, en todo
caso su trascendencia radica en que no solo fue el gran soñador de la patria
sino que transformó ese ideal en proyecto de todos y todas y supo simbolizar
las aspiraciones de mucha gente, con un espíritu casi mesiánico y pastoral,
pero no fue ni lo uno ni lo otro sino alguien que nos condujo con decisión y
firmeza por el sendero independentista y democrático de la dominicanidad.
El artículo está perfecto. Al finalizar con la palabra de la dominicanidad de Duarte, es necesario una forzada continuación del artículo, para explicar que esa dominicanidad de Duarte es la creada en el Juramento Trinitario y que no es ya la española creada por las Cédulas Reales en 1621, sino la identidad isleña que se oponía a que la nueva república fuera denominada república haitiana. Duarte es el forjador de esa dominicanidad isleña y regional y luego fue el forjador de la identidad nacional quisqueyana al proclamarla en su mensaje de 1861: "Quisqueyanos sonó ya la hora de vengar tantos siglos de ultraje; el que a Dios y a su patria desdora, que de oprobio y baldón se amortaje. No más cruz que la cruz quisqueyana, que da honor y placer el llevarla; pero el vil que prefiera la hispana, que se vaya al sepulcro a ostentarla. Más en www.quisqueya.name
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