Cuenta la leyenda que una vez se encontraban reunidos casi todos los poetas de esta media isla para realizar un anuncio de promoción de un congreso de poesía en el el Ministerio de Cultura. Se les había convocado con la solicitud de que vistieran de negro para crear un contraste con la imagen de fondo del anuncio de TV. El maestro Federico Jovine Bermúdez, distraído tras su larga barba gris, se apareció llevando una divertida camisa de cuadros rojos y negros para divertimento de todos los allí presentes, con la excepción de los productores del anuncio. Una de las poetas allí presente vestía un excéntrico blusón de terciopelo negro y ofreciose gustosa a prestarle su atuendo al poeta cuando le tocara su turno de ser filmado. Intercambiaron camisas por 10 minutos y cuál no sería el asombro de esa escritora, cuando apareció publicado en el número 43 de la la revista Vetas el hermoso texto que se transcribe a continuación, que inmortalizaría aquel momento como un homenaje a la amistad y a la admiración mutua entre dos poetas. (Gracias a la cortesía de Clodomiro Moquete por facilitarnos el poema).
Como una segunda piel de tacto alucinante
(Poema sin réditos
ni apetito corporal)
Oh Dios
yo tuve sobre mi cuerpo
la dulce camisa negra
conque Martha Rivera
cubre de tarde en tarde
la dulce anatomía con la
que todos soñamos alguna vez
desde el borde anhelante del deseo
Aquel tejido guardaba en el misterio
recuerdos de su cuerpo atesorados
en la tibia vahorada que emana
de la ardiente columna de su cuello
Oh Dios
cuán corta fue la dicha de llevar ceñida
como una segunda piel de tacto alucinante
la hermosa camisa conque Martha Rivera
hace frente a la vida desde su altiva estatura
Aún golpean los sentidos los profundos latidos
sobre mi basta piel incendiando las noches
en que sólo transito por absurdas regiones
desde donde admiro a una especie de vestal
rotunda y hermosa como Martha Rivera
suicidándose sobre un espejo azul
con esporas de adormecido aliento
Es el momento en que vuelvo a la vida
dejando olvidadas las dulces fantasías
de poseer algún día con la negra camisa
las misteriosas claves del erótico mundo
de los sueños de Martha Rivera.
(c) Federico Jovine Bermúdez
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