Señor
José Luis Corripio Estrada,
Doctor Jacinto Gimbernard Pellerano
Doctor Jorge Tena Reyes
Lic. José Alcántara Almánzar
Licda. Pilar Albiac,
Damas y caballeros:
Doy las gracias a la Fundación Corripio, Incorporada, por permitirme este escenario para inaugurar mi nuevo libro, titulado Sin miedo a Trujillo, que en síntesis recoge la lucha de los grupos, movimientos y personas individuales contra una de las más crueles tiranías de América y posiblemente del mundo.
Las gracias también a todos los que aquí nos honran hoy con su presencia, una demostración de que cada día crece el interés por los asuntos históricos, especialmente en cuanto a lo relacionado con la llamada Era de Trujillo.
La obra que hoy presentamos no pretende ser un libro erudito, ni de amplio espectro, pues todavía falta por descubrir muchos episodios oscuros de aquella dolorosa etapa histórica que comenzó antes del 16 de mayo de 1930 y terminó bajo una lluvia de tiros el 30 de mayo de 1961, cuando un grupo de valientes dominicanos descabezó la figura principal del régimen que por casi 31 años cercenó las libertades fundamentales de nuestro pueblo.
Cuando afirmo que todavía falta por descubrir muchas cosas oscuras sobre la tiranía de Trujillo, me refiero a aquellas que por diversas razones han sido relegadas por quienes se han ocupado de reseñar los principales episodios directamente vinculados a la Era de Trujillo. Por ejemplo, ¿es o no cierto que Trujillo sirvió de calié a los norteamericanos que ocuparon el país entre 1916 y 1924, enviándole cartas a los principales jefes del U. S. Marine Corps, en las que denunciaba las acciones de los patriotas que luchaban contra los interventores, maliciosamente llamados gavilleros?
¿Se ha ocupado alguien de descifrar los mensajes codificados que figuran en los legajos del Ejército, entre 1930 y 1938, después de la horrorosa matanza de haitianos? En esos legajos hay instrucciones precisas de Trujillo sobre qué hacer con determinados opositores detenidos. Los telegramas comenzaban normalmente, pero luego las palabras se transformaban en códigos que solo alguien que los conozca puede traducirlos.
Hay un curioso telegrama dirigido al coronel Simón Díaz, entonces jefe de puesto en Santiago, en el que Trujillo le decía "el hombre que está preso tráigamelo mansito", pero a partir de ahí comienzan los jeroglíficos, como para evitar que alguien se enterada del resto de la orden en el caso de que dicho telegrama cayera en otras manos.
Tampoco se ha ahondado mucho sobre el sistema de espionaje montado por Trujillo desde antes del inicio de su régimen. Hay suficiente documentación como para escribir un libro titulado El caliesaje en la Era de Trujillo, que sería bastante ilustrativo para las presentes y futuras generaciones.
Otro aspecto evadido por los historiadores es la doble personalidad de Trujillo, algo parecido al trastorno afectivo bipolar (TAB), también conocido como trastorno bipolar y antiguamente como psicosis maníaco-depresiva, que es el diagnóstico psiquiátrico que describe un trastorno del estado de ánimo caracterizado por la presencia de uno o más episodios con niveles anormalmente elevados de energía, cognición y del estado de ánimo.
Trujillo era capaz de dar muestras de efectiva ternura hacia sus seres queridos, principalmente los nietos, aunque minutos antes hubiera hecho un comentario peyorativo sobre algún adversario, para que los jefes de su guardia pretoriana lo interpretaran como una orden para matar a ese enemigo.
En fin, también falta algún estudio que hable del comportamiento de muchos antritrujillistas que en la vida diaria actúan como verdaderos trujillistas, sobre todo si llegan a ocupar algún cargo importante. En ese sentido, copian a Trujillo al adquirir fincas, ganado y residencias de veraneo, todo con fondos públicos. Pero además se enseñorean sobre los demás al andar con un equipo de guardaespaldas que no deja que alguien se les acerque, aunque sea un conocido.
En la lucha contra Trujillo participaron miles de dominicanos e incluso extranjeros, los del montón salidos, como diría el poeta, a ninguno de los cuales se les ha honrado como se debe. Parecería como si a la hora de escoger a los homenajeados se hubiera hecho una disección con bisturí, cuando a nuestro juicio no debería ser así.
¿Se ha erigido, por ejemplo, una estatua a Cipriano Bencosme, a Desiderio Arias, al horriblemente torturado en la silla eléctrica, marinero José Messón, o al guerrillero Ramón Natera, que luchó contra los yanquis en 1916 y al que se trata de desmeritar tachándolo de gavillero? ¿Se le ha hecho una estatua al comandante Enrique Jiménez Moya, cabeza de la expedición patriótica del 14 de Junio de 1959? ¿Se ha honrado como se debe a Juancito Rodríguez, que sacrificó su fortuna y su vida en la lucha contra Trujillo?
¿Dónde está el mausoleo que honra a Virgilio Martínez Reyna, a los Perozo, a los Patiño, al maestro Cerda...? Y paro de contar, pues la lista de los excluidos sería larga, como lo fue hasta hace relativamente poco la mención de Rufino de la Cruz, el humilde chofer que murió junto a las gloriosas hermanas Mirabal, cuando fueron asesinadas a palos el 25 de noviembre de 1960.
Es necesario ser más acucioso a la hora de examinar todo lo relativo a la Era de Trujillo, para no caer en la trampa del confusionismo, que en nada contribuye a ilustrar a las nuevas y futuras generaciones sobre las características de aquel régimen cuya reedición todavía añoran algunas mentes desquiciadas.
Espero que al leer Sin miedo a Trujillo ustedes encuentren algunos aspectos hasta ahora poco conocidos. Mucho agradecería cualquier observación, pues como humanos no somos seres infalibles. Y que pronto nos reencontremos para inaugurar otras dos obras: Si quiere venir, que venga… biografía autorizada de Fefita La Grande , Por los caminos de La Sierra y Mentiras calibre 12.
Gracias por haber tenido la paciencia de escucharme.
José Jáquez
http://www.fundacioncorripio.org/
http://buenalectura.wordpress.com/2011/07/13/palabras-jos-jquez-sin-miedo-a-trujillo/
José Luis Corripio Estrada,
Doctor Jacinto Gimbernard Pellerano
Doctor Jorge Tena Reyes
Lic. José Alcántara Almánzar
Licda. Pilar Albiac,
Damas y caballeros:
Doy las gracias a la Fundación Corripio, Incorporada, por permitirme este escenario para inaugurar mi nuevo libro, titulado Sin miedo a Trujillo, que en síntesis recoge la lucha de los grupos, movimientos y personas individuales contra una de las más crueles tiranías de América y posiblemente del mundo.
Las gracias también a todos los que aquí nos honran hoy con su presencia, una demostración de que cada día crece el interés por los asuntos históricos, especialmente en cuanto a lo relacionado con la llamada Era de Trujillo.
La obra que hoy presentamos no pretende ser un libro erudito, ni de amplio espectro, pues todavía falta por descubrir muchos episodios oscuros de aquella dolorosa etapa histórica que comenzó antes del 16 de mayo de 1930 y terminó bajo una lluvia de tiros el 30 de mayo de 1961, cuando un grupo de valientes dominicanos descabezó la figura principal del régimen que por casi 31 años cercenó las libertades fundamentales de nuestro pueblo.
Cuando afirmo que todavía falta por descubrir muchas cosas oscuras sobre la tiranía de Trujillo, me refiero a aquellas que por diversas razones han sido relegadas por quienes se han ocupado de reseñar los principales episodios directamente vinculados a la Era de Trujillo. Por ejemplo, ¿es o no cierto que Trujillo sirvió de calié a los norteamericanos que ocuparon el país entre 1916 y 1924, enviándole cartas a los principales jefes del U. S. Marine Corps, en las que denunciaba las acciones de los patriotas que luchaban contra los interventores, maliciosamente llamados gavilleros?
¿Se ha ocupado alguien de descifrar los mensajes codificados que figuran en los legajos del Ejército, entre 1930 y 1938, después de la horrorosa matanza de haitianos? En esos legajos hay instrucciones precisas de Trujillo sobre qué hacer con determinados opositores detenidos. Los telegramas comenzaban normalmente, pero luego las palabras se transformaban en códigos que solo alguien que los conozca puede traducirlos.
Hay un curioso telegrama dirigido al coronel Simón Díaz, entonces jefe de puesto en Santiago, en el que Trujillo le decía "el hombre que está preso tráigamelo mansito", pero a partir de ahí comienzan los jeroglíficos, como para evitar que alguien se enterada del resto de la orden en el caso de que dicho telegrama cayera en otras manos.
Tampoco se ha ahondado mucho sobre el sistema de espionaje montado por Trujillo desde antes del inicio de su régimen. Hay suficiente documentación como para escribir un libro titulado El caliesaje en la Era de Trujillo, que sería bastante ilustrativo para las presentes y futuras generaciones.
Otro aspecto evadido por los historiadores es la doble personalidad de Trujillo, algo parecido al trastorno afectivo bipolar (TAB), también conocido como trastorno bipolar y antiguamente como psicosis maníaco-depresiva, que es el diagnóstico psiquiátrico que describe un trastorno del estado de ánimo caracterizado por la presencia de uno o más episodios con niveles anormalmente elevados de energía, cognición y del estado de ánimo.
Trujillo era capaz de dar muestras de efectiva ternura hacia sus seres queridos, principalmente los nietos, aunque minutos antes hubiera hecho un comentario peyorativo sobre algún adversario, para que los jefes de su guardia pretoriana lo interpretaran como una orden para matar a ese enemigo.
En fin, también falta algún estudio que hable del comportamiento de muchos antritrujillistas que en la vida diaria actúan como verdaderos trujillistas, sobre todo si llegan a ocupar algún cargo importante. En ese sentido, copian a Trujillo al adquirir fincas, ganado y residencias de veraneo, todo con fondos públicos. Pero además se enseñorean sobre los demás al andar con un equipo de guardaespaldas que no deja que alguien se les acerque, aunque sea un conocido.
En la lucha contra Trujillo participaron miles de dominicanos e incluso extranjeros, los del montón salidos, como diría el poeta, a ninguno de los cuales se les ha honrado como se debe. Parecería como si a la hora de escoger a los homenajeados se hubiera hecho una disección con bisturí, cuando a nuestro juicio no debería ser así.
¿Se ha erigido, por ejemplo, una estatua a Cipriano Bencosme, a Desiderio Arias, al horriblemente torturado en la silla eléctrica, marinero José Messón, o al guerrillero Ramón Natera, que luchó contra los yanquis en 1916 y al que se trata de desmeritar tachándolo de gavillero? ¿Se le ha hecho una estatua al comandante Enrique Jiménez Moya, cabeza de la expedición patriótica del 14 de Junio de 1959? ¿Se ha honrado como se debe a Juancito Rodríguez, que sacrificó su fortuna y su vida en la lucha contra Trujillo?
¿Dónde está el mausoleo que honra a Virgilio Martínez Reyna, a los Perozo, a los Patiño, al maestro Cerda...? Y paro de contar, pues la lista de los excluidos sería larga, como lo fue hasta hace relativamente poco la mención de Rufino de la Cruz, el humilde chofer que murió junto a las gloriosas hermanas Mirabal, cuando fueron asesinadas a palos el 25 de noviembre de 1960.
Es necesario ser más acucioso a la hora de examinar todo lo relativo a la Era de Trujillo, para no caer en la trampa del confusionismo, que en nada contribuye a ilustrar a las nuevas y futuras generaciones sobre las características de aquel régimen cuya reedición todavía añoran algunas mentes desquiciadas.
Espero que al leer Sin miedo a Trujillo ustedes encuentren algunos aspectos hasta ahora poco conocidos. Mucho agradecería cualquier observación, pues como humanos no somos seres infalibles. Y que pronto nos reencontremos para inaugurar otras dos obras: Si quiere venir, que venga… biografía autorizada de Fefita La Grande , Por los caminos de La Sierra y Mentiras calibre 12.
Gracias por haber tenido la paciencia de escucharme.
José Jáquez
http://www.fundacioncorripio.org/
http://buenalectura.wordpress.com/2011/07/13/palabras-jos-jquez-sin-miedo-a-trujillo/
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