7 Enero 2011, 10:20 PM
Fernando Ureña Rib |
“Las condiciones atmosféricas en el Jardín del Edén eran ideales. Según entendidos iraquíes, conocedores del microclima formado entre el Tigris y el Éufrates, la temperatura oscilaría entre los 23 y 26 grados Celsius. Esto permitiría que la pareja edénica transitara sin fastidio, libre y desnuda por los amplios jardines y subjardines del complejo”. Así comienza “La Otra versión del paraíso”, libro de cuentos de Fernando Ureña Rib, que será puesto en circulación la próxima semana en el salón de actos de la Academia Dominicana de la Lengua.
La crítica literaria no debe aplastar el texto bajo la espesa sombra del comentario. El lector debe probar un trozo del texto, como si saboreara un pedazo de queso. Ninguna explicación acerca del sabor de un queso puede sustituir una buena mordida. Si Ureña Rib hubiese nacido en la época de Galileo tal vez lo habrían catalogado como un teólogo atrevido, al borde de la herejía. Dice: “Debo aclarar que en esos tiempos elementales, los ángeles guardianes se ocupaban celosamente de la jardinería y de la irrigación, aunque luego se aprobaron concesiones y subcontratos con compañías bien establecidas de Kioto y Fujiyama”.
Según Ureña Rib, Adán y Eva se reunían a veces en París, cerca de las Tullerías; y con más frecuencia, en el Central Park de Nueva York. Afirma que Eva anduvo sin ropa en Manhattan y la gente se aglomeró “para verla caminar desnuda” por el Fashion District, mirando las tiendas de modas, de joyas y diamantes. La caída de las torres gemelas se debió a que Eva corrió al World Trade Center a guarecerse de la curiosidad de los neoyorquinos. Unos pilotos iraquíes la vieron huir, pero se distrajeron y chocaron contra el edificio. Ese fue el final del paraíso.
“El diccionario de Dios” es el cuento siguiente. En este texto borgiano los problemas son lingüísticos y topológicos. “Decir “Ayer” no es tan sencillo para alguien que vive eternamente en el “Hoy”. Y decir “Aquí” tampoco es fácil para alguien que está en todas partes”. Es terrible que para juzgar a los hombres sea obligatorio cuantificar o mensurar, tanto el pecado como la virtud. ¿Cómo medir el tiempo de los hombres desde la eternidad divina?
http://www.hoy.com.do/opiniones/2011/1/7/356878/A-PLENO-PULMONReportaje-del-paraiso
La crítica literaria no debe aplastar el texto bajo la espesa sombra del comentario. El lector debe probar un trozo del texto, como si saboreara un pedazo de queso. Ninguna explicación acerca del sabor de un queso puede sustituir una buena mordida. Si Ureña Rib hubiese nacido en la época de Galileo tal vez lo habrían catalogado como un teólogo atrevido, al borde de la herejía. Dice: “Debo aclarar que en esos tiempos elementales, los ángeles guardianes se ocupaban celosamente de la jardinería y de la irrigación, aunque luego se aprobaron concesiones y subcontratos con compañías bien establecidas de Kioto y Fujiyama”.
Según Ureña Rib, Adán y Eva se reunían a veces en París, cerca de las Tullerías; y con más frecuencia, en el Central Park de Nueva York. Afirma que Eva anduvo sin ropa en Manhattan y la gente se aglomeró “para verla caminar desnuda” por el Fashion District, mirando las tiendas de modas, de joyas y diamantes. La caída de las torres gemelas se debió a que Eva corrió al World Trade Center a guarecerse de la curiosidad de los neoyorquinos. Unos pilotos iraquíes la vieron huir, pero se distrajeron y chocaron contra el edificio. Ese fue el final del paraíso.
“El diccionario de Dios” es el cuento siguiente. En este texto borgiano los problemas son lingüísticos y topológicos. “Decir “Ayer” no es tan sencillo para alguien que vive eternamente en el “Hoy”. Y decir “Aquí” tampoco es fácil para alguien que está en todas partes”. Es terrible que para juzgar a los hombres sea obligatorio cuantificar o mensurar, tanto el pecado como la virtud. ¿Cómo medir el tiempo de los hombres desde la eternidad divina?
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