Yo decido la libertad de las sabanas ajadas, el adiós sin despedida,
los abrazos sin amarras.
Que se distraiga la aurora, que muera de sed la cobardía.
Que al arrullarme en tu pecho, un segundo sea tres vidas.
Yo prefiero tu escalada a mi cintura desnuda, a mi piel de azúcar parda
al ámbar blando regado en mis dos copos de dunas.
Que revuelvas mis sabores de canela y limoncillo,
que el ámbar en cada copo despierte duro; erguido.
Que no haya frío en tu boca, que te tiemblen los nudillos,
que se mueran tus dos manos y te renazcan redondas.
Que hagas arder a mis bordes a mis picos de chiquillos,
como frondas o maderas, como secretos antiguos.
Yo me inclino por tu cuerpo, tu cicatriz, tus estrías,
por el aroma a tabaco, la mancha enorme en tus años
y la huella en tu zapato.
Que la ausencia sea un demente apartado en solitario.
Que se ocupen los silencios de gemidos y de hallazgos.
Que al enlazarnos muy lentos como serpientes en celo,
nos torzamos entre risas ante la palabra miedo.
Yo propongo concluir el juego a las escondidas;
La distancia es una acera amargada y aburrida.
He visto el paño de nieblas que ata tu alma, tus piernas;
Yo lo deshago despacio, yo bordo un nuevo de versos.
Liberado, desatado; sin dolor ni letanías.
Hay un balcón esperando y no llegas todavía.
Su falda esconde panales.
Ya la miel está escondida.
Yo te ofrezco mis alas, si es que perdiste las tuyas;
Y te bautizo de ángel con un sólo beso mío.
Yo te diluyo los años, si son plomos en tu cuello;
Y te canto nanas y velo tu sueño y te vuelvo un niño de peces y rocas.
Una mar pintada de azules y bocas.
El verano entonces es todos mis huecos. Y borro tus negros; y te pinto blanco
y te pinto rosa y pinto de estrellas tu flor en mi boca.
Y estallan fugases todos tus andamios y al ir sonriendo naces de mis labios.
Mi lengua echada en tus manos de viento te muestra el exacto,
sendero sediento que anhela tus besos.
Y serás la abeja audaz e inquieta que colma el hambre de mis diez planetas.
Y al beber a sorbos todas mis peceras, de mis albas abiertas harás azucenas.
Y seré perdiz y seré cometa cuando al fin me agrandes, cuando al fin me mezas;
Cuando por tu boca, de hombre, de hiedra,
la luna creciente en mi sur dormida al fin se despierte, pálida y hermosa,
como luna mía, como luna tuya.
Como luna llena.
©Yesenia Sánchez Prandy
Esto es una de las mejores muestras, (sino la mejor), de poesía erótica que he leído. Expresar por medio del arte el erotismo es labor tan poco sencilla, como enormemente delicada. He tenido el placer de conocer parte de la obra de Yesenia. La ausencia de género en su prosa resulta fascínate. Soy un convencido, con todo respeto, de que la América Hispana, sólo reconoce y respeta sus más valiosos tesoros cuando por otros nidos por océanos distantes, son enaltecidos….premiados. Es una pena que no reciban su poesía todas las gentes de todos los mundos.
ResponderEliminarMD.C.UK