Pedro Antonio Valdez es uno de los escritores dominicanos contemporáneos más importantes y exitosos. Ha incursionado en los diferentes géneros literarios con gran acierto y su carrera ha evolucionado hasta el punto de que se ha convertido en un ejemplo a seguir para los escritores de generaciones más jóvenes.
Pedro, el hijo del “Riíto” de La Vega, nació en 1968. Desde muy joven se consagró a la escritura y se ha distinguido por su gran creatividad, por el ingenio de su pluma y la madurez estética de sus publicaciones. Dentro de los libros de su autoría que pueden adquirirse en las librerías están: Papeles de Astarot (1992), con el que obtuvo el Premio Nacional de Cuento; Bachata del ángel caído (1999), con el que obtuvo el Premio Nacional de Novela; Naturaleza Muerta (2000), merecedor del Premio de Poesía de la Universidad Central del Este (UCE); el libro de cuentos La rosa y el sudario (2001); Carnaval de Sodoma (2002), con el que ganó el Premio Nacional de Novela y obtuvo el reconocimiento y el respeto de la crítica y los lectores; y su libro de cuentos Narraciones Apócrifas (2005).
Valdez, quien no sólo es un talentoso y dedicado escritor sino que también es un gran gestor cultural, actualmente es el Director Ejecutivo de la Dirección General de la Feria del Libro y es el creador de ABECEDARIO, foro de discusión y promoción de las letras dominicanas.
ROSA SILVERIO: ¿Te ha sido difícil trascender siendo un escritor de provincia?
PEDRO ANTONIO VALDEZ: Este país es, en suma, una provincia, tanto en el sentido transnacional como en el aspecto estético. Una muestra de lo segundo es que aún no logramos democratizar un orden, hacia ninguna dirección, me refiero a un orden asumido sanamente por la mayoría. De manera que estar en La Vega es como estar en cualquier parte del país. Por eso he podido hacer mi trabajo sin dificultad.
RS: En tus comienzos literarios, publicaste el poemario Naturaleza Muerta que incluso recibió el Premio de la Universidad Central del Este (UCE), ¿has abandonado la poesía o le tienes preparada una sorpresita a tus lectores?
PAV: No la he abandonado. Lo que pasa es que, cuando me llega una idea, por lo regular se me facilita más vaciarla en el formato de la narrativa. Además, para hacer poesía necesito alcanzar un estado de ánimo muy específico, que no siempre tengo. De ahí que me resulta más fácil ocurrírseme un cuento que ocurrírseme un poema. De todos modos, desde hace un buen tiempo tengo un librito de poemas y pensamientos que me gustaría tirar al ruedo.
RS: En tus dos novelas, Bachata del Ángel Caído y Carnaval de Sodoma, están presentes La Vega, las costumbres locales, la idiosincracia del dominicano... ¿Qué tan importante es para ti incluir en tu obra los referentes locales? ¿No tienes miedo de que se te considere un escritor regional y no universal?
PAV: Prefiero concentrar el miedo en otras cosas más cruelmente reales. No creo que exista forma de escribir o incluso expresar algo que no sea el resultado de una apropiación (si uno se expresa con un mínimo de orgullo propio, claro está). Esto da cercanía y especificidad. Toda la literatura que conocemos, escrita en cualquier género, época o idioma, parte de una localidad. La “Comedia”, de Dante; “Cien años de soledad”, de García Márquez; el “Quijote”… No hay forma de escribir sin una especificidad como punto de partida. Cualquier poblado en las lomas, cualquier barrio, cualquier ghetto, posee suficiente elementos humanos para crear un texto. Y la literatura se construye de elementos humanos. Por supuesto, el oficio de escritor permite (no necesariamente obliga) proyectar esos referentes más allá del grupo que les da soporte, de manera que los lectores de otros vecindarios, de otras regiones y países puedan comprender los contextos.
RS: Tu novela Carnaval de Sodoma fue un verdadero boom en República Dominicama y su valía ha llegado hasta otros lugares, tanto así que el cineasta mexicano Arturo Ripstein la llevó a la pantalla grande y Alfaguara México la reeeditó. ¿Qué ha significado todo esto?
PAV: Con relación a la pasada pregunta, por ejemplo, Ripstein es mexicano, conoce casi nada nuestro país. Al leer Carnaval de Sodoma comprendió perfectamente las cosas, al punto que pudo ver claramente a México (su localidad) en la novela. La reedición mexicana ha abierto otros mercados y, para mi gran satisfacción, ha permitido que lectores y lectoras de otros países puedan comprarla en librerías.
RS: En 2003 entrevisté a Arturo Ripstein, quien me dijo que tu novela era lo mejor que se había leído en los últimos 30 años... ¿Qué piensas sobre esto?
PAV: Todo un honor. Y un rubor. Sobre todo porque Ripstein (eso lo supe después) tiene buen prestigio entre estudiosos de la literatura en lengua española. De eso me enteré año pasado en los departamentos de español de la Universidad de California-Berkeley y de la Universidad de Stanford, donde fui becado para impartir un curso sobre cultura hip hop y reggaetón del Caribe.
RS: Has recibido muchos premios ¿crees que una persona es realmente un escritor y está validado cuando recibe todos esos elogios y galardones?
PAV: Los premios son de los instrumentos que le dan forma a la carrera de un escritor. Pero sólo una parte. Si se comete el error de tomar esta parte como el todo, se corre el riesgo de perder la perspectiva. Si un médico cree que por abrir bien la epidermis que cubre el corazón a operar, ya todo está hecho, entonces fracasará, porque el corte de bisturí es solo una parte del trabajo: hay que anestesiar, vigilar los equipos, tratar el área dañada, suturar, supervisar, etc. Está claro que un premio no es todo, sino parte. De hecho, si son mal manejados por el premiado, pueden convertirse en un boomerang. Además, nunca podemos olvidar que un premio literario recae sobre una obra, o varias en algunos casos, y que por encima de todo eso está la persona, lo humano. Hay personas que se convierten en detestables a partir de un premio, y eso es una pena.
RS: ¿Qué piensas de la literatura que se está haciendo actualmente en República Dominicana?
PAV: En los últimos diez años, en que nuestra literatura ha ido abriendo las puertas de editoriales grandes, se ha logrado que se preste más atención sobre nuestros escritor@s. Creo que la razón principal porque nuestros autor@s no son muy conocid@s en otras playas, es porque nunca hemos tenido una industria editorial rica, como Colombia, México, Argentina, etc. De esos países, a menudo recibimos basura impresa, de la que, sin dudas, en nuestro país también hay, y sin embargo la nuestra no pasa a los catálogos de los grupos editoriales transnacionales: eso muestra que parte de nuestro problema no es tanto de fondo como de forma. Actualmente hay escritor@s que están sacando hacia fuera el nombre de nuestra literatura, como Marcio Veloz Maggiolo, Andrés L. Mateo y Angela Hernández, entre otr@.
Creo que el movimiento de autor@s publicando buenos libros para la lectura en diversos países, es lo más importante de nuestra actualidad literaria. A menudo se pretende que la literatura actual es la que realizan los más jóvenes. Pero por lo regular en ninguna parte del mundo es así. En los deportes una cosa es el amauterismo –que tiene gran valor- y otra es el profesionalismo. En el caso de la literatura es igual, salvo que lo que allí se llama profesionalismo aquí vendría siendo “experto”.
RS: ¿Y qué piensas de la literatura de los jóvenes?
PAV: Yo veo en algun@s jóvenes de hoy un afán por el borrón y cuenta nueva. Eso es natural, pero nada novedoso, es de cuando Cuca. En otros lares se le llama “matar al padre”. Entonces quienes tienen ese afán, deben empezar por saber que esa es una actitud repetida, tan antigua que cansa, con la que luego le darán manopla a ellos mismos.
Fíjate, la literatura dominicana, en actitud, tiene que cambiar muchas cosas. Sobre todo en actitud. Ese asquerosear lo del otro, el menosprecio al prójimo, debe superarse algún día. En mucha de la gente que asume hoy el grupo de “escritores jóvenes” ya veo las mismas miasmas, el afán de superdotado, el veneno que tenían las generaciones que conocí anteriormente. Se les nota, igual que a los ochentistas, esa sobre exposición de ser lectores exquisitos, de conocerlo todo, de escuchar cantantes difuntos. A veces no sabe uno en qué sociedad viven, pues no se desayunan con mangú, no escuchan bachata. Creo que a quienes actualmente ostentan el título de “escritores jóvenes” dominicanos, en general, les hace mucha falta reggaetón.
Por eso prefiero apostar a l@s muchach@s que escriben textos creativos y críticos. O sea, a esos de 25 años para abajo, que no andan metidos en ínfulas, que a los cinco años ya habían tocado una computadora y que, espero, la seguridad ante el mundo les permita una actitud menos artificiosa.
RS: Cuando te tocó ser un escritor incipiente, ¿cómo fue la actitud de “matar al padre”?
PAV: En mi turno, cuando era muchacho y me tocó ese jueguito, me aburrí prácticamente al inicio (por eso no existe casi nada mío en ese tenor); preferí hacerme el indeseable conmigo mismo, exigirme a mí mismo, y me parece que fue lo mejor. Si me hubiera dedicado más a ver la paja en la letra ajena que en la propia, creo que mi obra hubiera sido peor…
Ahora que lo pienso, una característica de la gente que empezó a escribir en la década de los 90´, donde inicié yo, es que no se apandilló, no pretendió ser única. No fueron comunes las ínfulas de “genio incomprendido”. Fíjate que allí no se cayó en el lugar común de la diatriba con escritores anteriores. Y allí hubo nombres interesantes, con propuestas frescas que ensanchaban el sentido de la ciudad, como Luis Arambilet, Luis Martín Gómez, Frank Martínez, Nan Chevalier y Manuel Llibre Otero, entre otros.
RS: ¿Cómo sitúas el papel de los escritores jóvenes dominicanos?
PAV: Los jóvenes son parte de esta tradición literaria dominicana, y en virtud de tal origen tienen en potencia los mismos defectos y virtudes de sus predecesores, los mismos fantasmas que destruir. Sin embargo por ahí andan unos cuantos palomos que, al creerse nórdicos, piensan que están partiendo de cero. Fíjate, recientemente he descubierto una cosa viejísima: que en materia narrativa, la antigüedad en el servicio es fundamental; allí la experiencia no se improvisa. De manera que un buen narrador joven casi seguro será inferior a un buen narrador con muchos años de experiencia. No es nada nuevo: el beneficio del ensayo y error se aplica en todo. Te pongo un ejemplo: Marcio Veloz Maggiolo; a su edad –en virtud de la experiencia y calidad- las últimas novelas de Marcio son más frescas y atrevidas que la de cualquier autor talentoso con 30 ó 40 años menos de experiencia… incluso más que las del propio Marcio cuando era un jovenzuelo. Por supuesto, el Marcio actual es un narrador maduro, no un escritor anciano.
Parte de la necedad de los viejos es dar consejos. Yo, que me siento viejo desde que tengo 22 años, si fuera a darle un consejo a los jóvenes de ahora, es que no me hicieran caso al darles este consejo: que la inteligencia no se les nuble con petulancia, y que ganar un ser humano por medio del oficio de la palabra vale mil veces más que perder un ser humano a causa de las palabras. El respeto al otro, a su obra, debe imperar por encima de cualquier cosa.
RS: ¿Cuáles, de los creadores jóvenes, te han llamado más la atención?
PAV: Algun@s escritor@s de los jóvenes de hoy parecen, por sus textos, más viejos que algunos nuestros que pasan de los 60 años. Los hay que regurgitan a Bukowsky, sin alcanzar la desnudez humana que éste alcanzó en su experiencia y maestría. Quizás se creen en lo correcto porque sus lector@s son amig@s que también escriben parecido. Jeannette Miller, hace casi 30 años, publicó unos poemas urbanos, descarnados, que parecen escritos por l@s muchach@s de ahora… con la diferencia de que poseen una fuerte carga humana, nada de pose, y de que cuando Jeannette los escribió “no se andaba escribiendo así”. (De venta en La Trinitaria, como a 75 pesos.) No hay peor lector que el amigo… sobre todo si ese amigo es escritor y brega con una estética parecida a la de uno.
Entre l@s escritor@s más recientes, hay much@s que se lanzaron con propuestas felices, que sin dudas hacen un aporte, como Rita Indiana Hernández, Homero Pumarol, Reynold E. Andújar y Ariadna Vásquez; en otra dirección poética, está la escritura sopesada de Rosa Silverio y Alejandro González. Por supuesto, ruedan en el medio otros nombres que no menciono, un@s para no engrosar la lista; otr@s porque, aunque cacarean, no parecen tener mucho en la bola.
De l@s escritor@s incipientes, de debe esperar qué pasará después. Quienes tienen mayor tiempo en este asunto, saben de coetáneos que arrancan con mucho impulso y que luego cambian de rumbo y, sin ni siquiera haber puesto a “yelar” una obra, incluso dejan esta vaina de escribir y se dedican a otra cosa. Yo mismo he conocido algun@s.
RS: ¿Cuáles son tus objetivos como escritor? ¿Esperas verte en las estanterías europeas y de otras partes del mundo?
PAV: Mi objetivo como escritor es escribir. Tratar de captar espacios y registros humanos que puedan decirle algo a quienes lean mis páginas. Por una razón hasta de salud mental, me gusta pensar, así como Henry Ford, que algún día cada persona del planeta tendrá un libro mío. Pero todo esto se circunscribe siempre a lo primero: mi objetivo es escribir.
RS: ¿En cuáles proyectos literarios estás trabajando actualmente?
PAV: Como todo escritor que no es especialista en bestseller, tengo varios libros inéditos. Lo más reciente, y que estoy mostrando para fines de publicación, es una novela que terminé en diciembre pasado. Aspiro a que esa novela pueda salir el año que viene, pues hay un sector de público que, sospecho, va a agradecer mucho de la existencia de ese libro.
RS: Según tu opinión, ¿cuáles libros y autores dominicanos valen la pena leer y estudiar?
PAV: Muchos. Si nos fijamos solamente en la poesía, hallaremos que contamos con una rica presencia literaria. Fabio Fiallo, Domingo Moreno Jimenes, Tomás Hernández Franco, Melba Marrero, la Generación del 48 casi completa, la gente de la Poesía Sorprendida casi completa también, Aída Cartagena Portalatín, Manuel del Cabral, Freddy Gatón Arce, Pedro Mir, René del Risco, el libro “Las Voces” de Pedro José Gris (excluyendo el contra-juego pluralista), José Mármol, Alexis Gómez Rosa, Carlos Rodríguez… eso en poesía. En narrativa, Tulio Manuel Cestero, Juan Bosch, Virgilio Díaz Grullón, Hilma Contreras, Pedro Vergés (si aparece la novela), René del Risco, Pedro Peix, Marcio Veloz Maggiolo, Andrés L. Mateo, Ángela Hernández, Luis Martín Gómez, Luis Arambilet. En teatro, hay piezas que dan exquisita lectura, de Reynaldo Disla y William Mejía. Hay tantos nombres que casi me sacan el aire. Y puede ser prudente leer, porque tiene obras que parecen escritas esta mañana, a Federico García Godoy.
Pedro Valdez es uno de mis escritores dominicanos favoritos. Me encana su manera de presentar sus obras, el humor y la parodia con escribe...
ResponderEliminarUn saludo
Coincidimos. A mi me deslumbró desde Papeles de Astarot. Ahora estoy leyendo Palomos. Ya te contaré. Un abrazo.
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