Armando me va a perdonar que destroce su poema. Yo no soy moderna y necesito fragmentarlos, pronunciarlos y ensartarlos como abalorios los versos.
El collar que resulta sólo a mí y a los que conmigo van, como decía Gala, nos adorna las gargantas.
Es de rigor utilizar todos los espacios para decir una verdad a coro. Es para esto que sirve la poesía: para unir sensibilidades y decir "esta boca es mía". Hace tiempo que pienso que el oro lo entristece todo porque la gente lo busca "caiga quien caiga" y no todo vale. Ni en el amor, ni en la guerra, ni en la búsqueda del enriquecimiento: NO TODO VALE.
Con las palabras perfectas de Armando, en este espacio también decimos:
NO A LA BARRICK GOLD.
Todo poema es ahora una cisterna...
Cuentan las crónicas que un día remoto fue río, lago, torrente, fluencia...
Hoy, en nuestro mundo gris emparedado en miedo,
en antropofagia nueva,
en codicia larvada,
en oscuros códigos binarios,
el poema es agua cavilante y discreto rumor en la cisterna.
Con letras flotando el soñar inaudible,
con trágicos animalitos muertos,
agua de aljibe es el poema contraído,
pero siempre agua niña palpitando de misterio,
mínimamente limpia,
si queremos disfrutarla
-fresca, visionaria, desnuda-,
en nuestras mesas desiertas.
El agua dormida y secreta que reposa en las tinajas,
como en el arte de Escher,
sirve a los hombres honestos para poblarles la sed de imágenes imposibles,
para encenderles la foto anterior a la conciencia y al origen del Universo,
para diseminar en los labios,
en el paladar y en el alma,
una dosis de justicia y de antiguos misterios.
Y es mayor el puro ardor de su deseo sagrado,
en estos tiempos aleves
de las Corporaciones Transnacionales
en que la magia se pervierte en criminal clarividencia:
¡desocupar con discreción y aprisa la vergüenza mercurial de los retretes!
¡Oh, "aporética época oscura en la que el precioso líquido brilla con más valor místico y pragmático que el oro tangible"!
Hasta los ricos necesitan el agua
para poder saltar con indiferencia a sus piscinas atónitas.
Y un día lo dijo Céline: ¡los ávidos empresarios
y los militares de alta graduación adoran las flores
y necesitan agua fresca para regar sus jardines!
¡Oh, terribles inversores, exportemos,
desarrollemos la floricultura transgénica!
¿Pero dónde, dónde está el poema,
que lo busco y no lo encuentro?
El poema en esta página está rodando por el suelo.
La poesía no vale nada.
¿La poesía no vale nada?...
Entre tanto, amigo Pessoa, "por callejas casi irreales de tan angostas y podridas",
"los pobres sobrellevan su hábito de dolor",
y el pan, el agua, el aire, amigo Auden,
no son suficientes todavía para las bocas y las manos,
y hoy languidecen, taciturnos, el cuerpo y el pensamiento.
¡Oh, canallas empresarios indolentes!
¡Oh, malignos arribistas gobernantes!
Como quizás lo dijo Hölderlin:
¿Para qué la poesía en tiempos de miseria?
¿Para qué la poesía en tiempos de ladrones?
"Esta canción estaba tirada por el suelo", dijo Mieses Burgos, quizá sin sospechar lo que vendría.
¡Oh, transgenia textual imprevisible!
Contrabando de códigos,
órganos y textos:
¡política de apropiación de insignias el poema falso!
Espurio por ajeno y proferido en otros labios.
Agua Magna robada por insignes banqueros a los nadie:
¡A la gente! ¡A nosotros! ¡A los mortales!
¿No es cierto, de nuevo, viejo insulso poeta?
¿No doy en clavo dulce, -como quien dice agua- antipoeta Parra?
Misión-Visión del Enemigo Malo:
¡Vaciarnos la cisterna! Des-prestigiar al Estado Nacional,
Presti-digitar lo Privado,
comerciar con el paisaje,
con la política y los cargos,
comprar conciencias,
reciclar,
embotellar,
esclavizar
un agua mercantil entristecida en cañerías y bestiarios de desagüe. Servirla encorsetada,
corrompida de otro modo más inicuo,
en las mesas rituales de asesinos y plutócratas.
¡Oh aviesas cañerías de desagüe fraudulento!
El agua limpia brilla por su ausencia
como Dios en la teología apofática.
Pero no. ¡Recóndito animal es el agua zoomórfica,
en verdad hierofanía inapropiable!
¡Oh, agua lustral y pagana del río caudaloso,
de la fuente y la cascada!
Todo corrompido por el Monoteísmo de las Multinacionales.
El hombre rico postmoderno en verdad ya no se baña;
chapotea en su propia fraudulencia irreflexiva:
albercas de ignominia y orgías de jacuzzi.
Contamina con desechos y ambición todo el planeta,
aumenta cada día el número de pobres
y pretende encerrar lo numinoso en un bolsillo.
Y filántropo el Ser
almuerza bien su ontología guerrera y su caviar
y tiene siempre mal aliento: el humo, la bomba, la muerte y el Complejo Financiero-Militar...
Pero no importa: faltriqueras llenas de agua, corazón contento...
¡de las transnacionales del "agua encarcelada"!
¡Si es que tiene corazón un generoso ecologista magnate cibernético!
Predica en un desierto el sacro Libro de Agua
-testimonio de agudos zahoríes hermeneutas-,
y denuncia un falso vuelo de pájaros podridos en fatal entendimiento.
¡No a la Barrick Gold! El oro verdadero está en el alma. En el discreto misterio del paisaje inviolado... aguardando...
La vieja y asesina Plusvalía se desnuda,
esfinge sin glamour.
Imperio: Muerte.
Inicua se masturba sus Narcisos de nuevo en los reflejos:
el fulgor aurático de la mercancía bebe,
negocia, contamina el agua con la marca:
su frío y turbio desamor constante.
Disfrazada de inocencia roba,
engaña, oculta lo más puro del río en los espejos...
¡La vieja y asesina Bestia Ciega!
Pero el agua sensitiva del poema intacto se resiste;
su cuota de olvido y dolor en las cisternas se resiste.
El agua reflexiva, no simplemente cartesiana
-aunque sí artesiana en la surgencia-
combate a las legiones de demonios:
Corporaciones Transnacionales de la Muerte.
Ella,
el agua libre,
pura,
impura,
del sentir originario reverente,
irreverente,
generosa derramándose más allá de las fronteras,
sosteniendo precario su equilibrio aquí en tu vaso,
retornará siempre alegre
-con su rítmica, lúcida insurgencia-,
a castigar con la dura piedad a los culpables,
a lavar quizás de infortunios la cara del planeta
-sus mundos múltiples posibles-,
a brindar compasión a la sed del viajero en los acueductos públicos, a reflejar lucidez en la mirada limpia
de quien nos pueda todavía leer, sin enturbiarla...
¡No, a la Barrick Gold!
El oro verdadero está en el alma.
En el discreto misterio del paisaje inviolado...
aguardando...
Armando Almánzar Botello
Santo Domingo, R. D. 2010
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