Almánzar Botello: No seremos ahora un poco pesimistas.

Mas la vida que nos muerde,

juego terrible del espejo proteiforme,

fragmentado simulacro de semblantes,

aquí en la página hablándote lo exige

por exceso misterioso de un goce irrefrenable...

El espíritu, como un soplo seductor sobrevive a la decadencia de los cuerpos,

y en ellos, encarnado,

se hace belleza inmortal que por puro pudor no debe decir nunca:

"Yo soy la belleza indestructible, imperturbable,

que se desnuda cegadora de luminosidad cortante"...

No obstante, yo,

no siendo más por siempre el que sería,

cuando hablo y monologo para ti,

humildemente roto, solo y frío,

en olvido de la herida ineludible,

inaudita que recuerdo,

palpito,

sangro,

caigo,

y estoy casi por ti derramado

todo aquí en el pecho.

Tal vez digo,

decir quiero,

en tiniebla oracular y cine,

que te persigo,

te acaricio extrañamente con mis soplos,

deseoso de leerte la mentira por la espalda,

texto místico tan sólo descifrable allá en tu sueño,

palpable chorro de tu carne alada y ciega,

porque veraz es el amor cuando se ofende imaginario,

y se enciende,

ruboriza su mirada

destrozando una vez más lo inaferrable del espejo,

y entonces,

lúcido en su rabia nos sucumbe,

nos calcina...

¡y no perdona!...

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