Mujeres en la vida de Hostos, Juan Bosch (fragmento)

Otro aspecto del amor en los seres de conocimiento profundo es el de su proyección en el tiempo. La animalidad se sacia demasiado pronto; al espíritu toca vencer esa propensión de nuestra bestia, porque es rebajarse ante sí propio descender de la categoría casi divina en que el amor nos coloca. El amor verdadero consiste en un olvido absoluto de la ley de la especie, logrado mediante la gozosa enajenación de las almas en la comunión eterna y elevada. Esa comunión exige que se la alimente minuto tras minuto, como si se tratara de un rito de días tribales, cuando el hombre temía y adoraba a un Dios terrible que repartía bendiciones y desgracias.

Así, como a un Dios exigente, porque no hay bendición mayor que el júbilo de quienes sirven fielmente al amor, ni desgracia comparable a la de verlo morir poco a poco, a medida que el mandato natural pierde fuerzas para mantener su prestigio.

Hostos lo sabía. Por eso él fue un devoto de esa divinidad y enseñó a lnda a serlo. La amó toda su vida como el primer día; la enseñó, la formó, la atendió siempre con igual celo.

Hostos fue al matrimonio seguro de que iba a la felicidad consciente. Dos días antes de realizarlo, obsequió a Inda la Vida y viajes de Cristóbal Colón de Washington Irving. He aquí la dedicatoria con que acompañó el obsequio:

"Como Colón, vamos a embarcarnos para un mundo desconocido. Ya se va el equipaje, ya se rompen las ataduras materiales que nos ligan al lugar en que hoy estamos y al estado en que hasta ahora hemos vivido. De aquí en adelante, los dos solos ante la conciencia; y la responsabilidad del deber buscado y aceptado, en el fondo secreto de la conciencia.

Como Colón, lo desconocido por delante,
la oscuridad en medio,
la tristeza del pasado alIa atras.
Si llegamos a donde queremos, 
un nuevo mundo de ventura: 
si no sabemos llegar, 
un mundo nuevo de infortunios.
Colón supo lIegar a Guanahani: 
amparémonos en su noble vida y 
aprendamos en ella a llegar al término del viaje.

Yo estaré siempre contigo, lnda mía. 
Apóyate bien en mi brazo y en mi seno, y llegaremos.  

                                        Eugenio Maria.

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