http://margarita-perdonenlamolestia.blogspot.com/2009/09/hoy-marche-contra-el-articulo-30-de-la.html
Hoy marché contra el artículo 30 de la nueva Constitución que nos dejará en herencia Leonel Fernández. Fui al punto de partida porque quería recorrer, paso a paso, los kilómetros que recorriera la marcha hasta el Congreso, sede de la Asamblea Revisora.
No estaba sola, y no porque alrededor mío caminaran cientos incontables de mujeres y hombres que quieren un país distinto y estaban allí para decirlo. No, no estaba sola porque iba de la mano con mis recuerdos de aquel 21 de agosto en que nació Laura; de aquel 17 de septiembre cuando lo hizo Nassef, del 28 septiembre en que parí a la abeja de piedra que es mi maravillosa Vigi. Pero empinándose sobre todas estas fechas que me definen como mujer y ser humano, estaba el 30 de junio de 2004, cuando nació Juan Martín. Me lo regaló Laura y vivo para este regalo. Cuando el pediatra Rafelito Mena, que 22 años antes había recibido a la Vigi, se asomó a la puerta con Juan Martín recién sacado del útero de mi hija para mostrármelo, la emoción me doblegó y en lugar de acercarme para tocarlo me senté a llorar a lágrima viva. Ahí estaba esa criatura maravillosa que yo había pensado día tras día desde que un ramo de rosas me anunció que él –o ella, entonces— venía en camino. Grandmother, grand-mére, großmutter, abuela… cuatro maneras de anunciar, en la tarjeta que acompaña las flores, que me convertiría a partir de ese momento en la mujer más feliz del mundo. Amo a ese niño con una pasión que se niega a los límites.
Con esos amores cuestas marché esta tarde para decir que ni como madre, ni como abuela ni como ciudadana puedo aceptar que la hipocresía social y política imponga el articulo 30 sobre la libertad irrenunciable de las mujeres y de los hombres a decidir sobre sus vidas. Porque defender la vida es defender el amor por la vida y lo que ha nacido de ella. Y es una vomitiva incongruencia defender el óvulo fecundado y reclamar mano dura contra los “delincuentes”, siempre pobres, como lo ha hecho Nicolás de Jesús López Rodríguez una y mil veces.
Las cuentas del rosario mariano no pueden sustituir en una Constitución salida de las negociaciones y la coacción, la decisión libérrima de mis hijas a decidir según sus propias conciencias. No les pregunto a ellas si comparten mis puntos de vista, mi casa es democrática. Pero precisamente por eso marché en esta tarde entrañable. Marché para exigir que nadie se atreva a preguntárselo a ninguna de ellas. Para que sean Laura y la Vigi, frente a sus conciencias, las que decidan lo que es justo y conveniente en el momento crucial en que les toque decidir, si ese momento llega. Como decía una consigna en esta tarde luminosa: que el rosario salga de sus ovarios.
Por Juan Martín, ese nieto que amo con un amor que me sobrepasa y sin el cual se me dificulta imaginar mi vida, marché esta tarde contra el Artículo 30 aprobado en primera lectura por los asambleístas. Quiero a Juan Martín un hombre libre. Lo sueño ciudadano de un país que no responda al miedo, ni al chantaje de los miserables que se prevalecen en su poder y en sus riquezas para imponer sus reglas. Yo quiero que Juan Martín no le tenga miedo a López Rodríguez, original o clonado; que no le tenga miedo a proclamar que él es y se reivindica en su irrepetible unicidad.
Hoy marché por amor a los que amo. Hoy marché para que este país sea mejor.
Hoy marché contra el artículo 30 de la nueva Constitución que nos dejará en herencia Leonel Fernández. Fui al punto de partida porque quería recorrer, paso a paso, los kilómetros que recorriera la marcha hasta el Congreso, sede de la Asamblea Revisora.
No estaba sola, y no porque alrededor mío caminaran cientos incontables de mujeres y hombres que quieren un país distinto y estaban allí para decirlo. No, no estaba sola porque iba de la mano con mis recuerdos de aquel 21 de agosto en que nació Laura; de aquel 17 de septiembre cuando lo hizo Nassef, del 28 septiembre en que parí a la abeja de piedra que es mi maravillosa Vigi. Pero empinándose sobre todas estas fechas que me definen como mujer y ser humano, estaba el 30 de junio de 2004, cuando nació Juan Martín. Me lo regaló Laura y vivo para este regalo. Cuando el pediatra Rafelito Mena, que 22 años antes había recibido a la Vigi, se asomó a la puerta con Juan Martín recién sacado del útero de mi hija para mostrármelo, la emoción me doblegó y en lugar de acercarme para tocarlo me senté a llorar a lágrima viva. Ahí estaba esa criatura maravillosa que yo había pensado día tras día desde que un ramo de rosas me anunció que él –o ella, entonces— venía en camino. Grandmother, grand-mére, großmutter, abuela… cuatro maneras de anunciar, en la tarjeta que acompaña las flores, que me convertiría a partir de ese momento en la mujer más feliz del mundo. Amo a ese niño con una pasión que se niega a los límites.
Con esos amores cuestas marché esta tarde para decir que ni como madre, ni como abuela ni como ciudadana puedo aceptar que la hipocresía social y política imponga el articulo 30 sobre la libertad irrenunciable de las mujeres y de los hombres a decidir sobre sus vidas. Porque defender la vida es defender el amor por la vida y lo que ha nacido de ella. Y es una vomitiva incongruencia defender el óvulo fecundado y reclamar mano dura contra los “delincuentes”, siempre pobres, como lo ha hecho Nicolás de Jesús López Rodríguez una y mil veces.
Las cuentas del rosario mariano no pueden sustituir en una Constitución salida de las negociaciones y la coacción, la decisión libérrima de mis hijas a decidir según sus propias conciencias. No les pregunto a ellas si comparten mis puntos de vista, mi casa es democrática. Pero precisamente por eso marché en esta tarde entrañable. Marché para exigir que nadie se atreva a preguntárselo a ninguna de ellas. Para que sean Laura y la Vigi, frente a sus conciencias, las que decidan lo que es justo y conveniente en el momento crucial en que les toque decidir, si ese momento llega. Como decía una consigna en esta tarde luminosa: que el rosario salga de sus ovarios.
Por Juan Martín, ese nieto que amo con un amor que me sobrepasa y sin el cual se me dificulta imaginar mi vida, marché esta tarde contra el Artículo 30 aprobado en primera lectura por los asambleístas. Quiero a Juan Martín un hombre libre. Lo sueño ciudadano de un país que no responda al miedo, ni al chantaje de los miserables que se prevalecen en su poder y en sus riquezas para imponer sus reglas. Yo quiero que Juan Martín no le tenga miedo a López Rodríguez, original o clonado; que no le tenga miedo a proclamar que él es y se reivindica en su irrepetible unicidad.
Hoy marché por amor a los que amo. Hoy marché para que este país sea mejor.
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