Un día nació en su alma el deseo de modelar la estatua
del «Placer que dura un instante».
Y marchó por el mundo para buscar el bronce, pues
sólo podía ver sus obras en bronce.
Pero el bronce del mundo entero había desaparecido
y en ninguna parte de la tierra podía encontrarse,
como no fuese el bronce de la estatua del
«Dolor que se sufre toda la vida».
Y era él mismo con sus propias manos
quien había modelado esa estatua,
colocándola sobre la tumba del único
ser que amó en su vida. Sobre la tumba del ser amado
colocó aquella estatua que era su creación,
para que fuese muestra del amor del hombre
que no muere nunca y como símbolo del dolor del hombre,
que se sufre toda la vida. Y en el mundo entero
no había más bronce que el de aquella estatua.
Entonces cogió la estatua que había creado, la
colocó en un gran horno y la entregó al fuego.
Y con el bronce de la estatua del «Dolor que se
sufre toda la vida» modeló la estatua del
«Placer que dura un instante».
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