¡ME CA.... EN LA REPÚBLICA DOMINICANA!

Tomás Val, nacido en Marcillo de Bureba (Burgos), autor de la novela PALABRAS DE MADERA


E. me regaló el libro con toda la intención. Le ví bajar la Cuesta Moyano muy sonríente. Me puso el libro en las manos y me dijo: "Para que leas en el avión". Efectivamente, lo abrí cuando el Comandante Barroso hacía surcar el avión de Air Europa como un potro sobre obstáculos nubosos con la docilidad inevitable de 200 o más almas que teníamos demasiado presente el accidente de Air France como para no ir asustados. Pero yo he sobrepasado los miedo y me puse a leer como si no estuviera sobre las nubes. Mi sorpresa fue tremenda cuando en la página 32 aparece la niña Teodora, de nueve años ella, con su carga inadivinable, incomprensible y chocante. Si al menos obedeciera a una estrategia de marketing... pero el libro fue editado en 2001 y nunca había escuchado ni leído nada que hiciera referencia a esta mención de la República Dominicana en semejante contexto.

TOMÁS VAL es el autor y por eso he publicado antes una entrevista con él. Me gusta mucho su libro: PALABRAS DE MADERA. Está en la línea de Juan Rulfo y su Comala http://es.wikipedia.org/wiki/Pedro_Páramo. Hay un vivo, el narrador, el resto está en el otro mundo. Es realismo mágico, lo que más me gusta, y es poético y maldito, por lo que me encanta. De manera que he terminado PALABRAS DE MADERA y ahora lo estoy repasando para cerciorarme de los tempos: vivos y muertos. Por lo pronto, lo incorporo a mis libros favoritos y veo a Tomás Val como un ejemplo a seguir.

Respeto al sorprendente hallazgo, creo que es mejor que copie aquí una partecita de la novela para poder compartirlo mejor.


"Que le ha pillado un camión, que a mi padre le ha pillado un camión, que le ha dejado muerto en la cuneta y por eso no viene ni va a venir." La voz de la niña, como el vuelo de un murciélago, recorría las oscuras calles de Marcillo. La escena se repetía todos los domingo por la noche y, como si el clima se complaciera en reproducir la tragedia, en los atardeceres festivos se desataba siempre una tormenta que ennegrecía el cielo y dejaba sin luz el pueblo. En invierno era la nieve, las cilliscas furiosas las que llevaban la terrible predicción de Teodora hasta el último rincón de Marcillo y ponían el corazón en un puño a las mujeres y a los niños.


Teodora le cogió gusto al grito desde muy joven. Tenía cinco años cuando, una mañana de febrero que amaneció con una fenomenal nevada, se lanzó a las calles a comunicar que había tenido un hermano. "Que he tenido un hermano, que he tenido un hermano", y de su cuerpo no sobresalía de la nieve más que la cabeza vociferante, la boca jubilosa que no participaba del temblor general de sus ateridos huesos. Quedó un rastro de niña por todos los rincones del pueblo, un surco blanco que pronto se confundió con los que hicieron los vecinos cuando llegaron a ver a la parturienta. No lo dijo Teodora en sus alaridos, era muy joven para saber ciertas cosas, pero los marcillanos comprendieron cabalmente que el recién nacido sería el último niño de la aldea y la señora Juana, mientras buscaba las almadreñas entre el caos de sus cataratas, empezó a desempolvar sus recuerdos para entregárselos lo más limpios posible al que acababa de nombrar albacea de toda la memoria en el mismo día que ella cumplía ochenta y dos años.


En las tardes de mayo, cuando los bueyes sesteaban su sueño atestados de moscas y los marcillanos acollaban las patatas, niña Teodora subía a las eras que protegían el pueblo del ábrego traicionero, se encaramaba a lo alto de una piedra, adoptaba una fingida posición de orador y, con su voz de pájaro loco, empezaba a declamar su invariable salmodia:


-¡Me cagüen la República Dominicana, viva el clero, abajo las cooperativas agracias y muera el caballo del general Espartero!


Nunca pasó de ahí y fue imposible averiguar de dónde le venía la malquerencia hacia la República Dominicana, el odio por las inexistentes cooperativas agrarias y la fobia por la montura del liberal Baldomero. Igualmente inexplicable, aunque en un principio algunos quisieron ver en ello una incipiente vocación religiosa, resultó aquel "¡Viva el clero!" que durante varios años confirió a las tardes marcillanas un piadoso carácter revolucionario. "


A partir de aquí, la niña Teodora soltará sus gritos al menos 7 veces, Siete veces en que se c... en nuestra nación dejándonos un sentimiento muy jodido, porque cag... en la leche, en la ostia, o en sus muertos, es una cosa, pero en nuestra República Dominicana... ¿POR QUÉ? Que estamos muy lejos, o haberse buscado otro destino, hombre! El caso, es que creo cualquier dominicano que lea la novela de Val, no la olvidará por esta particularidad. Y a propósito, también utiliza a la Répública Dominicana como punto de referencia geográfico cuando llega la televisión por primera vez al pueblo y preguntan que si llegará hasta aquí, ¡ya dale con este país! En fin, que al menos como curiosidad habrá que conocer la obra de Tomás Val. Yo voy a seguir pintando el árbol genealógico de Marcillo, a ver si me aclaro entre tantos "amores desmesurados y odios indelebles".

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