EL PRADO, EL PRADO


Ingenua, ignorante, ajena a la tierra, pasé por un hotel donde yacía un Presidente (lo que nunca se sabría si no rondasen miles a su alrededor), me fui ayer domingo luminoso al Prado, museo de proporciones gigantescas para mi enanez literal y mental. De cinco salas y dos pisos ya estaba extenuada, aunque de todos modos, quien fuera importante para contemplar lo que nos atrae sin extorbos ni turistas ni visitantes. Es mucho arte para tan poco tiempo, para tan poca humanidad. Es demasiado para una visita aún de cuatro o cinco horas. Es una de las penas de no vivir en Madrid y que te mantengan para visitarlo día tras día en horario gratuito, peleando el espacio frente a ciertos pintores que no voy a nombrar. Consuelo es tenerlo a mano en libros, revistas e Internet, aunque más no sea.

Yo misma me atropello, ¿cómo evitar entonces la extrema contradicción de amar lo bello encerrado en la prisa? Yo regresaré.

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