Escrito por: MIGUEL DE MENA
Decir Juan Ducoudray es abrir muchas puertas: la del amigo, el maestro, el periodista, el político, el testigo, el primer actor de la primera fila del antitrujillismo y del ideario de izquierdas, la del habitué al buen café y los paseos por el Conde.
Juan Ducoudray trae sus fantasmas y también anda solo, indistintamente. A pensarlo me es imposible dejar de invocar otros nombres también esenciales que lamentablemente idos: su hermano Felix Servio, sus compañeros Abelardo Vicioso, Quírico Valdez y Frank Almánzar, y ya fuera de aquel espectro del Partido Socialista Popular en el que milité entre los años 1977 y 1980, a tres figuras más: José Espaillat, Pedro Mir y al todavía condero Manuel Chichirí.
La figura de Juan Ducoudray me sale al camino en momentos en que en la memoria tan frágil del dominicano el tráfico y el abuso de conceptos y prácticas se ha convertido ya en moneda franca. ¿Qué sentidos tiene ahora el antitrujillismo? ¿Se ha instrumentalizado tanta sangre vertida en aras de los más privilegidos? ¿Es un negocio? ¿Se cobran las pensiones por el antitrujillismo de antes? ¿Es una anestesia para no pensar lo que aconteció después de 1961? ¿Y dónde quedan el balaguerismo y los balagueritos?
En el momento en que estas y muchísimas otras preguntas se me agrupan y como que tienden a tirar la puerta y devastar el paisaje fondo-de-la-Monalisa en el que frecuentemente vivimos, Juan Ducoudray recorre con dignidad los últimos sesenta años de luchas civiles por la democracia y la justicia social. Perteneciente a una respetable familia de abogados e intelectuales, tanto él como sus hermanos decidieron desde la más temprana juventud jugarse la vida misma.
La Juventud Democrática, el Partido Socialista Popular, en aquel mismo año del centenario de la República, fueron sus primeros espacios de lucha. Estas vivencias pueden apreciarse en dos textos claves del periodismo político dominicano: “Crónicas para desandar la ruta” (Ed. Taller, 1994) y “Réquiem por la utopía y otras sauda des” ( Ed. Nomara, 2000). Juan Ducoudray muy pocas veces se pone adelante. Antes que rememorar audacias y situar la historia en macro, prefiere destacar heroicidades anónimas, subrayando la ternura y la comprensión posibles en las cárceles, las calles, o el exilio.
Lo único limitante de sus narraciones es que en las mismas no se refiera extensamente al período de los años 60, decenio todavía enneblinado en la prosa nacional. Y en esto Juan Ducoudray tendría mucho que decir: del exilio que dejaba atrás –Cuba, Argentina, Venezuela-, del hermano –Guillermo- que moriría en la expedición del 14 de junio, de aquellos tiempos de vuelta del exilio y salto del PSP al PCD –siendo él una de las dos firmas reacias a semejante cambio de nombre, de sus compañeros caídos –como Mauricio Báez, asesinado por las manos del trujillato en Cuba-, de la cotidianidad de la guerra de abril.
Pero sabemos que para Juan es difícil hablar de sí mismo. Su modestia es todo un ejemplo. Su dignidad, por lo demás, es blindada. Espero tomarme un café del Conde con Juan Ducoudray.
http://www.hoy.com.do/areito/2009/3/21/271016/Cielo-naranjaDecir-Juan-Ducoudray-es-decir-dignidad-blindada
Leibi, que bonito que pusieras el hermoso artículo de Miguel en tu blog. :)
ResponderEliminarMaya Oviedo-Ducoudray
(la nieta de Juan)
Maya, gracias. Yo he debido decir lo bueno que fue respirar el mismo aire de tu abuelo y de su hermano, don Félix Servio. La humildad y sencillez que regalaban a su paso. Miguel De Mena lo ha expresado por nosotros. La sangre que corre por tus venas es de héroes y grandes en nuestra historia. ¡Bendiciones!
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