Un dato que me ha gustado mucho de la película LA DUDA, es cuando se funde o quema la bombilla de la monja o "Sister" Aloysius Beauvier (Meryl Streep). Sucede con la Hermana James (Amy Adams) y también con el Padre Flynn. En ambos casos, el fuerte temperamento de la directora del Colegio católico, no se inmuta, lo que transmite un punto de debate hacia el público, pues el tema cae dentro de las experiencias personales. Personalmente he tenido épocas en que al encender una bombilla, la fundo. En otras, al pasar por determinadas farolas apagadas, las enciendo y las menos de las veces, se han apagado a mi paso, lo que me deja un mal sabor, pues creo como pone Pedro Guerra en una de sus canciones que "hay una luz tras los que vienen y van y hay una sombra en los que buscan guarida". Entonces, tengo la certeza de que somos magnéticos y manejamos electricidad estática o no, una energía que manejamos o no (que la en muy escaso porcentaje, hay controladores de su propia energía); pero sin duda, los racionalistas dirán que son disparates, tonterías o alucinaciones.
En todo caso, tal como en la película se realiza un duelo, no entre el bien y el mal, pues los matices son amplios, sino entre dos fuerzas que aparentan dirigirse al mismo puerto (ambos quieren el bienestar de un chico de 12 años, y en él, el buen desempeño de sus vocaciones); un enfrentamiento dialéctico entre proteger con el amor o proteger con la disciplina; una lucha dialéctica entre certeza versus compasión, un yin y un yan, la lucha de contrarios (aparentes), que a mí siempre me ha fascinado.
Tal vez un día yo pueda encender las farolas a voluntad, pero mientras tanto tengo la duda de si seré capaz de controlar mi propia aura.
Tal vez un día, llegaré a comprender por qué crucificaron a Jesucristo.
Tal vez, llegará un día en que me convenza de que la mayoría de hechos en la historia, no siempre han sido los justos, sino los que fueron engendrados con mayor seguridad, decisión y autoritarismo, aunque sus progenitores estuvieran podridos de dudas por dentro.
En todo caso, tal como en la película se realiza un duelo, no entre el bien y el mal, pues los matices son amplios, sino entre dos fuerzas que aparentan dirigirse al mismo puerto (ambos quieren el bienestar de un chico de 12 años, y en él, el buen desempeño de sus vocaciones); un enfrentamiento dialéctico entre proteger con el amor o proteger con la disciplina; una lucha dialéctica entre certeza versus compasión, un yin y un yan, la lucha de contrarios (aparentes), que a mí siempre me ha fascinado.
Tal vez un día yo pueda encender las farolas a voluntad, pero mientras tanto tengo la duda de si seré capaz de controlar mi propia aura.
Tal vez un día, llegaré a comprender por qué crucificaron a Jesucristo.
Tal vez, llegará un día en que me convenza de que la mayoría de hechos en la historia, no siempre han sido los justos, sino los que fueron engendrados con mayor seguridad, decisión y autoritarismo, aunque sus progenitores estuvieran podridos de dudas por dentro.
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