SONIA, SONIA ROSA

 
Gracias a la vida, Sonia, que me permitió conocerte y disfrutar tu alegría y entusiasmo.
Gracias a los medios electrónicos que te permitieron conocer mis cuentos de ciguapa y elevarme hasta tu entusiasmo taíno.
Gracias al amor por tus raíces que nos hermanaron en behíques, casabes, dúhos y bateyes.
Gracias a las Antillas que a través de los siglos nos hacen nacer plenos con sus paisajes salobres y sus gaviotas en vuelo.
Gracias a las pencas de coco, a las yaguas y a las caracolas.
Gracias a las arenas de tu Borinquen y a los litorales de mi Quisqueya.
Gracias a los taínos, la gente buena que como tú, hacen que la vida realmente valga la pena.
Dondequiera que estés, sonríeme.
Dondequiera que estés espérame.
Dondequiera que estés, estoy contigo.
Dondequiera que el cáncer se multiplique, no lo veré como fatalidad sino como oportunidad de elevar hacia el cielo a la gente más pura y más buena, porque muriendo es como renacemos.
Por tí, Sonia Rosa y por mi Elena con quien siempre sueño, y por mí, que ahora mismo muero.
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