UN DIOS PERSONAL


Un niño marciano y un escritor que toca fondo. Una candidata presidencial colombiana que toca fondo al ser separada de sus quereres, de su vida mimada. Ambos encuentran a Dios. Pero no el que se predica desde un intérprete. No el que buscan por miedo a la libertad millones de feligreses en el mundo, pues necesitan traductores, mediadores o intermediarios. El Dios real es la parte conciente de cada quien. Ese es el verdadero.


Ingrid Betancourt: 'En la selva conocimos el dolor en todas sus dimensiones'
12:29 | La ex rehén de las FARC narró las terribles experiencias que le tocó vivir durante más de seis años de cautiverio


Madrid (EFE).- Tras sufrir un cautiverio de más de seis años a manos de la guerrilla de las FARC, la colombiana Ingrid Betancourt, Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2008, asegura que en la selva conoció el dolor "en todas sus dimensiones".

"Nosotros (los secuestrados) llevábamos el dolor del mundo en todas sus expresiones", señala Betancourt en una entrevista publicada en "El país semanal", suplemento dominical del diario español "El País".

A lo largo de ocho páginas, repletas de fotos que recuerdan momentos de su infancia, adolescencia, cautiverio y posterior liberación, la colombiana repasa su particular "infierno" en la selva, "un lugar donde no hay horizonte, no hay caminos, no puedes salir...".

"La selva es un lugar hostil. Todo duele en ella. La piel no es un espacio de protección, sino de dolor. Comer duele, ir al baño duele, bañarse duele, vivir duele, respirar duele, no ver el cielo duele, no ver a las personas que uno ama duele", detalla Betancourt.

Del largo pasar de los días sin ver la luz del sol, porque "nos encontrábamos siempre en lugares muy tupidos para no ser localizados", puntualiza, recuerda los incesantes sonidos "lúgubres" de los animales y, en la noche, "los gemidos de los compañeros que lloran dormidos y gritan sus pesadillas".

"Me cuesta trabajo hablar de ello, todavía no he podido. Hay un inmenso sufrimiento y se puede hacer muy poco por aliviarlo. Yo pienso que el diablo vive en la selva", asevera.

Interpelada por el escritor español Juan José Millás, autor de la entrevista, sobre aquella imagen que dio la vuelta al mundo, en la que aparecía, "delgada, demacrada y triste", Betancourt asegura que en aquel momento (el de la foto) pensó en la muerte "como una liberación".

"Mi recuperación posterior fue el resultado de una serie de milagros. A la enfermedad del cuerpo y la tristeza infinita del alma llegó también la resignación de la muerte. No llegaba respuesta, sabía que me estaba apagando y me pareció que tenía que aceptar y preparar a mis niños y a mi mamá", dice.

La colombiana se refiere también a la carta que, junto con la fotografía, fue incautada a la guerrilla en 2007 por el Ejército colombiano.

"Esa carta fue prácticamente un testamento, quería decirles que yo les amaba, y que estaba feliz y agradecida a Dios de lo que había vivido", explica.

En estos seis años de cautiverio Betancourt asegura que su fe ha salido reforzada y que en la selva se ha dejado "mucha impaciencia, mucha bobada" y se ha traído a Dios.

"Descubrí un Dios con sentido del humor, de la autoridad. Un Dios que educa, que ama. Un Dios que me ofreció libertad", señala.

A pesar de todo lo vivido, afirma que no guarda rencor, ni deseo de venganza, "sino amor", y reconoce que su esquema mental del conflicto que envuelve a la sociedad colombiana también ha cambiado.

"Cuando yo hacía política en Colombia pensaba que había que cambiar las estructuras del poder. Hoy pienso que hay que cambiar el alma del pueblo colombiano y la de cada uno de nosotros en nuestra identidad individual. Hay que cambiar el mundo. Lo increíble es que pienso que es posible", confiesa.