«una sociedad que crea ella misma sus propias enfermedades para buscar después los medios de curarlas».
domingo, 12 de octubre de 2008
Levantar olas
Una de las cuestiones por las que La diferencia prohibida merece la pena ser conocido es por cómo Tony Anatrella se refiere a la respuesta social ante las cuestiones educativas que trata.
En general, dice, vivimos en Sin duda, la total falta de análisis y de comprensión con la que la mayoría de los políticos hacen frente a los retos educativos, así como el hecho frecuente de que su visión sea corta y sus mentes sean estrechas, añaden confusión a la confusión e irritan mucho por su esterilidad. Pero el fracaso de la educación es global y, aunque esté agudizado por tanta demagogia social y tanto idealismo sentimental, no adelantamos nada culpando a otros. El autor subraya que la voluntad de “no levantar olas”, tan común, es anestésica; que la «inocencia gazmoña» que pretende que nada dependa del individuo y todo de la sociedad se llama irresponsabilidad; que los problemas se incuban y se desarrollan cuando no tenemos presente la fragilidad psíquica de los niños y adolescentes y echamos sobre sus espaldas responsabilidades que no son las suyas, y mucho menos si «nuestros modelos actuales consisten en decir a los jóvenes: no os identifiquéis con nosotros, no tenemos nada que proponeros».
Son clarificadoras las páginas que dedica el autor a la pederastia, en las que con claridad afirma que, «al mismo tiempo que nuestra sociedad pone en guardia contra la pederastia, crea las condiciones» para que prolifere. También lo son las que dibujan una breve historia de cómo los adultos han ejercido su «derecho de vida y de muerte» sobre los niños de corta edad: si antiguamente los recién nacidos rechazados por sus padres eran abandonados en los bosques o en la plaza pública para dejarlos «al arbitrio de las adopciones con vistas a la esclavitud», o simplemente para que murieran, «con los progresos técnicos, la edad de su eliminación ha sido adelantada a los comienzos de la gestación» y, además, lo asombroso es que «las leyes protegen estas prácticas». Al final, concluye, «no es extraño que la violencia que pesa sobre el nacimiento del niño reaparezca en las conductas violentas de los niños y de los adolescentes en relación con la sociedad».
Al respecto pueden leerse: Semana negra, Los niños siguen siendo noticia, Cuánta razón.
Tony Anatrella. La diferencia prohibida. Sexualidad, educación y violencia: la herencia de mayo de 1968 (La différence interdite, 1998). Madrid: Encuentro, 2008; 336 pp.; trad. de Lázaro Sanz; col. Ensayos; ISBN: 978-84-7490-875-6.
Levantar olas
Una de las cuestiones por las que La diferencia prohibida merece la pena ser conocido es por cómo Tony Anatrella se refiere a la respuesta social ante las cuestiones educativas que trata.
En general, dice, vivimos en Sin duda, la total falta de análisis y de comprensión con la que la mayoría de los políticos hacen frente a los retos educativos, así como el hecho frecuente de que su visión sea corta y sus mentes sean estrechas, añaden confusión a la confusión e irritan mucho por su esterilidad. Pero el fracaso de la educación es global y, aunque esté agudizado por tanta demagogia social y tanto idealismo sentimental, no adelantamos nada culpando a otros. El autor subraya que la voluntad de “no levantar olas”, tan común, es anestésica; que la «inocencia gazmoña» que pretende que nada dependa del individuo y todo de la sociedad se llama irresponsabilidad; que los problemas se incuban y se desarrollan cuando no tenemos presente la fragilidad psíquica de los niños y adolescentes y echamos sobre sus espaldas responsabilidades que no son las suyas, y mucho menos si «nuestros modelos actuales consisten en decir a los jóvenes: no os identifiquéis con nosotros, no tenemos nada que proponeros».
Son clarificadoras las páginas que dedica el autor a la pederastia, en las que con claridad afirma que, «al mismo tiempo que nuestra sociedad pone en guardia contra la pederastia, crea las condiciones» para que prolifere. También lo son las que dibujan una breve historia de cómo los adultos han ejercido su «derecho de vida y de muerte» sobre los niños de corta edad: si antiguamente los recién nacidos rechazados por sus padres eran abandonados en los bosques o en la plaza pública para dejarlos «al arbitrio de las adopciones con vistas a la esclavitud», o simplemente para que murieran, «con los progresos técnicos, la edad de su eliminación ha sido adelantada a los comienzos de la gestación» y, además, lo asombroso es que «las leyes protegen estas prácticas». Al final, concluye, «no es extraño que la violencia que pesa sobre el nacimiento del niño reaparezca en las conductas violentas de los niños y de los adolescentes en relación con la sociedad».
Al respecto pueden leerse: Semana negra, Los niños siguen siendo noticia, Cuánta razón.
Tony Anatrella. La diferencia prohibida. Sexualidad, educación y violencia: la herencia de mayo de 1968 (La différence interdite, 1998). Madrid: Encuentro, 2008; 336 pp.; trad. de Lázaro Sanz; col. Ensayos; ISBN: 978-84-7490-875-6.
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