FEDERICO CANTÚ es artista inquieto, audaz, personalísimo, que emplea en sus obras las más diferentes técnicas: dibujo, grabado, escultura, óleo, vitral, relieves, proyectos para mural. A los setenta años es un maestro consumado (cuya ascendencia en la plástica mexicana es difícil de esclarecer y cuya descendencia es asimismo imposible de detectar), un dibujante fuera de serie que lo mismo se preocupa por mostrar la naturaleza humana, sobre todo la femenina, que por infundir vida a animales tan nobles en las artes plásticas como el caballo, así como a otras criaturas cuyo reino no es de este mundo: criaturas cuyo linaje pertenece íntegro a la zoología fantástica. Se le conoce y admira sobre todo como pintor religioso (y en este campo ha dejado efectivamente obras de primera categoría) y no se le ha concedido todavía la importanica que merece al aspecto erótico de su obra: aspecto que surge a partir de sus lienzos, grabados y dibujos juveniles. El erotismo de Federico Cantú de tan hondamente sentido, de tan sobria y bellamente ejecutado, es un punto y aparte aquí y ahora. Ofrecemos a lo largo de esta entrega una breve antología temática de una de las obsesiones de Federico Cantú: la mujer. Álvaro González Mariscal (Director General Revista Cuadernos de Comunicación, junio 1978).
Este pintor, grabador, muralista y escultor nació en Cadereyta en el estado de Nuevo León. En 1922 se unió a la Escuela de Pintura al Aire Libre dirigida por Alfredo Ramos Martínez, cuya ideas originales incrementaron su educación. En contraste con otros artistas, su estilo siguió una línea académica que aplicó también a la pintura mural, la escultura y el grabado, entre otras disciplinas. Por diez años (1924-1934) viajó a Europa y los Estados Unidos. Exhibió por vez primera en el Expostion Park Museum de Los Angeles, California, y tomó parte en diversas exposiciones colectivas en Nueva York. Regresó a México en 1934, y en 1945 empezó a trabajar la punta seca con Carlos Alvarado Lang. En 1986, la exhibición homenaje, Federico Cantú. Ciclos y reencuentros fue presentada en el Palacio de Bellas Artes. Ese mismo año viajó a los Estados Unidos para impartir clases en la Universidad de California. El contenido histórico y religioso de su trabajo fue desarollado a través de una técnica de dibujo de excelente calidad. Diez años después de 1951 se dedicó mayormente a la pintura mural privadamente. En 1960 empezó a producir relieves y escultura emblemática para el Instituto Mexicano del Seguro Social. Creó su último monumento, a la memoria de Alfonso Reyes, en 1988. Federico Cantú murió en la ciudad de México en 1989.
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