¡A LEER!



Es necesario estimular la lectura directa de obras literarias trascendentes. Evitar que toda la información sobre los autores de cualquier época sea los brevísimos y sesgados comentarios de algún libro de texto.

Consumir cuentos, novelas, obras teatro, poemas desarrolla la capacidad reflexiva, la imaginación, la creatividad, organiza el pensamiento y fortalece el razonamiento lógico.

Contrario a lo que suponen muchos y difunden algunos, leer e intentar escribir poemas o cuentos facilita el aprendizaje de las matemáticas, la física, la química, la biología, la filosofía, la historia y otros componentes de los programas escolares.

La imaginación creativa y la capacidad de fabular es imprescindible para el pensamiento lógico-científico, tanto como el conocimiento y manejo adecuado del lenguaje que sólo se desarrolla con el contacto permanente con creaciones literarias de calidad.

Uno de los indicadores necesarios para medir el avance del sistema educativo es el consumo de bienes y servicios de la cultura, fundamentalmente los libros.

Debemos hacer todo el esfuerzo posible (y un chin más) para que la población adquiera los libros de poesía que descansan en anaqueles de las escasas librerías que han sobrevivido. Que los clásicos, los autores reconocidos y los noveles creadores puedan entrar en el imaginario de las generaciones que se están formando en el sistema escolar y de la población que ve el libro y su contenido como algo ajeno y lejano.

Hay que estimular las tendencias a crear y compartir productos literarios y acompañar a los creadores con la crítica aguda, certera, válida y estimulante.

Promover la lectura de los grandes autores, de los clásicos, sin desestimular los intercambios horizontales entre los autores y lectores actuales y de los nuevos escritores.

En los jóvenes creadores hay una cantera de calidad indiscutible.

La crítica debe ser cincel que, sin destruir las obras ni a los creadores, ayude a pulir, a eliminar excesos y protuberancias innecesarias, a delinear perfiles y a revelar el genio oculto en el ruido o la ampulosidad sin imponer los propios prejuicios o visiones.

La posibilidad de discriminar lo que se lee y de ponderar desde la criticidad desarrollada al contacto del conocimiento de la diversidad de estilos, visiones y concepciones depende del contacto directo con lo creado.

Convirtamos en una meta la lectura.

Que los anaqueles de las librerías alimenten nuestros anaqueles.

Vamos a comprar, regalar, promover los libros.

A leer a los clásicos, a los grandes autores nuestros y de otras latitudes, a nuestros coetáneos que se atreven a crear y publicar.

Que los libros no sean un adorno en nuestros anaqueles ni una inversión inmovilizada en alguna librería.

A leer para crecer, a leer para ser, a leer para dejar de ser, a leer para reconstruirnos y transformar el presente y el futuro.

¡A leer para crear, para crearnos!

¡A leer!

Luis Carvajal.

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