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OPINIÓN
La literatura dominicana merece respeto

Por Franklin Gutiérrez
El autor es escritor
Lo primero a tomar en consideración es que los textos de esa obra no son semblanzas literarias. Una semblanza es un bosquejo biográfico orientado a destacar los aspectos físicos y morales, así como las contribuciones de una persona a determinadas áreas del conocimiento.


Potada del diccionario escrito por Franklin Gutiérrez.
Potada del diccionario escrito por Franklin Gutiérrez. ( Fuente Externa )
NUEVA YORK, 29 DE JUNIO 2010.-Tal vez por mi condición de autor de tres de los pocos diccionarios que existen en la República Dominicana dedicados a las letras: Diccionario de la literatura dominicana: biobibliográfico y terminológico, Evas terrenales: biobibliogrías de 150 autoras dominicanas y 33 historiadores dominicanos, no sea yo la persona más indicada para emitir estas opiniones pues podrían interpretarse como un comportamiento ajeno a la ética profesional. Pero como en nuestro medio intelectual es común que el silencio y la indiferencia sepulten los múltiples atropellos que comenten muchos desinformados o mal intencionados en contra de nuestra cultura y literatura, asumo este rol con hidalguía, porque la literatura dominicana merece más respeto.

Este reclamo surge a propósito de la aparición del más reciente libro del escritor cubano, residente en los Estados Unidos, Carlos X. Ardavín Trabanco, profesor de literatura y cultura españolas de la Universidad Trinity, en Texas. El Sr. Ardavín tiene una columna en el periódico Listín Diario titulada "Escritores dominicanos" donde publica desde hace varios año notas laudatorias sobre los escritores dominicanos que, a su juicio, merecen ser abordados por su pluma. De esas semblanzas, como él las denomina, que van desde Juan Pablo Duarte hasta Rosa Silverio, ha escogido 66 y las ha publicado en un pequeño volumen de 156 páginas titulado Diccionario personal de la literatura dominicana.

Lo primero a tomar en consideración es que los textos de esa obra no son semblanzas literarias. Una semblanza es un bosquejo biográfico orientado a destacar los aspectos físicos y morales, así como las contribuciones de una persona a determinadas áreas del conocimiento. El Diccionario personal de la literatura dominicana apenas está armado con notas escuetas, ingenuas y complacientes, cuya extensión oscilan entre 250 y 300 palabras cada una. En ellas Ardavín, asumiéndose como protagonista, narra los lugares y las circunstancias en que conoció a muchos de los personajes que aborda, pero sin ningún tipo de reflexión filosófica ni análisis crítico sobre la producción literaria de esos autores. Incluso, varias veces confiesa no recordar cuándo o dónde tuvo el primer encuentro con algunos de ellos.

Exceptuando a Dionisio de Jesús, calificado por Ardavín como un borrachón incorregible; al patricio Juan Pablo Duarte, definido como "Un magno perdedor que opta por el silencio y prefiere perderse entre las calles de la urbe ruidosa e indiferente que es el Santo Domingo de principios del siglo XXI" y Max Henríquez Ureña, a quien le reprocha haber servido como diplomático en el gobierno de Trujillo, los otros 63 escritores compilados son seres humanos perfectos e intachables, escritores excelsos, voces encumbradas del parnaso nacional, Hasta Joaquín Balaguer y Ramón Font Bernard son, para la pluma generosa de Ardavín, figuras ilustres de la literatura y la cultura dominicana de "avanzada".

En segundo lugar, es una osadía mayor calificar como diccionario un libro de esa naturaleza. Un diccionario es una obra didáctica y de consulta, debidamente documentada y ajustada a unos criterios organizativos y metodológicos específicos. Elaborar un diccionario es una tarea titánica, y para especialistas, que requiere un buen equipo de trabajo, muchos años de investigación y vastos conocimientos de la materia tratada en el mismo. Además, ¿a quién se le ocurre ponerle antojadizamente títulos como: Diccionario de la literatura dominicana, Historia de la cultura dominicana, Historia del arte dominicano, etc. a una obra que dista mucho de ser tal cosa?

Es una indelicadeza mayor usurpar títulos que deben ser reservados para obras fundamentales de la historia, la literatura y la cultura de una nación. La literatura dominicana quedaría muy mal parada si alguien se apoyara en obras de semejantes texturas para enjuiciarla o para ofertarla en el extranjero. Incluso pienso que algunos de los escritores que componen el volumen deben sentirse descontextualizados y caricaturizados, como el caso de León Félix Batista señalado como exponente de "La poética del pensar", corriente de la que él está muy lejos. Por fiasco como éste la literatura dominicana ha sido tradicionalmente excluida de los grandes escenarios mundiales. Y no debemos continuar siendo cómplices de ese tipo de desacierto.

Recordemos que en la década de los 70 Alberto Baeza Flores (1914-1998), un poeta chileno de versos turbios y aspirante a investigador literario, publicó, con el auspicio de la Universidad Católica Madre y Maestra, dos volúmenes de más de seiscientas páginas cada uno dedicados a la poesía dominicana contemporánea. Posteriormente, a principio de los 80, la Biblioteca Nacional de República Dominicana le patrocinó dos volúmenes más sobre el mismo tema y de extensión similar. Cualquier conocedor de la poesía dominicana del siglo XX que haya transitado por el contenido de esas cuatro obras sabe que, luego de eliminar centenares de imprecisiones, millares de ripios e incontables repeticiones que contienen las mismas, esas más de dos mil páginas pueden reducirse a menos de una cuarta parte del total. Para desgracia nuestra, esos mamotretos llegaron hasta los lugares donde Baeza Flores vivió o frecuentó (Cuba, Chile, El Salvador, Miami) siendo utilizados por muchos historiadores literarios latinoamericanos como fuentes genuinas para el estudio de nuestra poesía contemporánea.

No dudo que la intención de Ardavín y de otros extranjeros identificados con la literatura dominicana sea buena. Bienvenidos sean todos los que apuestan al crecimiento de nuestra cultura, pero deben tener más sentido común y enrumbar sus esfuerzos y sacrificios por senderos más adecuados. No creo que debemos pagar a tan alto costo el favor que, según algunos escritores locales de sentimientos nobles, nos hacen algunos estudiosos extranjeros de tomar en cuenta nuestra producción nacional.

New York, junio 2009
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