PARA LEIBI, CON LAGRIMAS DE CONTENTURA

Eladia, la Abuela Chica.

“Cloruro de sodio, células primarias, … polvos de la luna, … origen y génesis, amor en mitad”, al conjuro de algunas de las palabras mágicas que tomo prestadas a mi amiga Leibi, encuentro yo el principio de lo que quiero esta prima noche de septiembre, compartir con ustedes. 

Ciertamente, Agua de sal es una sorpresa distinta, un singular universo imaginario de agua que piensa.



      Ciertamente, es una historia bien hilvanada que interesa, divierte y emociona, sin insipideces ni empalagos. Leibi, de la mano de la inimaginable imaginación de los chiquitos grandes -que a veces es aérea como avión de papel, o flor hecha con anaranjada harina de framboyán, pero siempre inmensa como una gigante puerta de cristal- Leibi, decía, se instala para gozar y hacer gozar en ese mundo lúdico y especial que a los niños pertenece.  Desde allí cuenta las infantiles diabluras de Rocío, en el seno de su familia, donde salvo ella, curiosamente todas las mujeres tienen nombre que arranca con E.


La escritora Lucía Amelia Cabral, autora de esta presentación.

Ciertamente, la riqueza del vocabulario de Agua de sal es un trampolín de palabras escogidas y puntuales, construido con donaire, para lanzar con precisión y soltura el entramado de su historia de sombrías lágrimas de enojo, que igual se transforman en lágrimas dulces para mojar las sonrisas de alegría. 

Ciertamente, las atractivas ilustraciones, factura limpia de Henry Cid, sostienen el cuento, constituyéndose en un texto paralelo, que regala al espacio un primer plano inundado de diestro dibujo y colores.

Ciertamente, el final mágico de Agua de sal, propio de la fascinante maravilla de la literatura para niños, es irresistible, asombra y cautiva. 

Ciertamente, dicho está, Leibi reúne con maestría todos los elementos que hacen falta, los exalta con el adrede y triunfante propósito de contribuir a auspiciar en los niños el gusto por la lectura.

Línea a línea, travesura a travesura, Agua con sal afirma y reafirma que la verdadera literatura para niños no es herramienta, no es  pedagógica ni moralizante, no es suya ni la más remota intención de ser eficiente.  ¡No, oh, no! ¡La literatura es, solo es y nada más le toca ser! Y si bien Leibi con su original historia al final logra que los dulces de Eunice siempre queden sabrosos y florezcan radiantes las orquídeas de Elia, que la abuela devele ser sabia y que Rocío resuelva su seco problema de ausencia de lágrimas, en un solo minuto, y es lo que importa, lo que es remarcable e imperecedero, ¡albricias!, las turquesas ventanas de la vida quedan para siempre abiertas para poder soñar.

Confieso lágrimas de contentura al saludar con cariño este regalo a la bibliografía nacional que nos hace Leibi Ng, querida e infatigable abanderada de la literatura para niños en nuestro país.

Lucia Amelia Cabral



10 de septiembre del 2013



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