Francisco Vázquez Díaz (Compostela)

Es imposible pasar por la lectura de las exposiciones del Archivo General de la Nación: "Más fuerte que la muerte: Refugiados españoles" y la que ahora mismo sigue en la verja perimetral conmemorando los 70 años de la llegada de esos barcos llenos de republicanos españoles, sin involucrarse. Por eso, cuando encuentro cosas como la que reproduzco, no puedo dejar de empatizar con las vidas que describen y los sueños, tragedias y problemas que reviven. De alguna forma, son algo mío, seres humanos que ayudan a respirar. Me entero de que para este año se editará, si no lo han hecho ya, el libro "Compostela (Francisco Vázquez Díaz 1898-1988) ESCULTOR" escrito por Carmen Vázquez Arce, bajo la Editorial de la Universidad de Puerto Rico y que en septiembre del 2011 también habrá una Exposición Antológica en el Museo de la Universidad de Puerto Rico. Me encantaría asistir.

Del "AntiBlogRosa" lo que sigue:

 Él, Francisco Vázquez Díaz, "Compostela" (1898-1988), con todas sus heridas y carencias, se sobrepuso como pudo a los traumas que le causó la Guerra Civil española, y aunque no escogió del todo libremente permanecer en Puerto Rico, aquí fundó familia con una de nuestras mujeres más valiosas, Doña Margot Arce Blanco. Aquí fue maestro escultor, formador de las primeras generaciones de escultores puertorriqueños que se educaron en la Universidad de Puerto Rico y en el Instituto de Cultura Puertorriqueña, y creador de una inmensa colonia de pingüinos irónicos y humoristas, críticos de las formas en las que el ser humano se animaliza y "emboba". Al final de sus días, el escultor reconocía como sus mayores logros estas tres hazañas: familia, discipulado, obra. Tal vez por modestia, o por tener conciencia de no ser el único hombre en haber sufrido y superado penurias, no añadió al recuento de sus proezas su valor quijotesco o el lujo de conservar y refinar hasta la sutileza, en la vida y en la obra, su humor juguetón y tierno, cruelmente compasivo.

Una de las hijas del matrimonio, la Dra. Carmen Vázquez Arce, quien, al igual que su progenitora, dirigió el Departamento de Estudios Hispánicos del Recinto de Río Piedras (Universidad de Puerto Rico), ha investigado y documentado por los últimos diez años la jornada vital y artística del escultor gallego, empeñando en su esfuerzo no solamente tiempo y energía, sino una buena parte de sus bienes. Al así hacerlo, ha recuperado, para la memoria del arte puertorriqueño y español, y para su propia memoria, una historia de amor y creación, y ha sumado a su empresa su propia reflexión acerca del sentido del arte de "Compostela".

Ésta es la investigación que edito en la Editorial de la Universidad de Puerto Rico. Y digo que es historia de amor, porque además de narrar las peripecias del protagonista por hacerse escultor contra toda adversidad, da cuenta, también, de las luchas muy concretas y puntuales que la pareja Vázquez-Arce hubo de librar ante las autoridades universitarias, policíacas y migratorias para poder tener "una vida" en nuestro país. Aunque el libro no se centra en la relación de los esposos, sino en la figura y las hazañas del escultor (su pingüinada artística y existencial en España, Francia, la República Dominicana y Puerto Rico), la narración de la hija deja ver, con una sobriedad no exenta de ternura y admiración infinitas, cuánto debieron apoyarse mutuamente sus padres para poder ser quienes fueron en la cultura de nuestro país. Si los datos sobre la vida y las ocurrencias de Compostela no tienen desperdicio, tampoco lo tiene la discreta pero honda huella marcada por la "mujer fuerte" (me parece oír los adjetivos que don José Ferrer Canales le atribuía a doña Margot: "la apostólica, la benemérita...") que, siendo intelectual de primera fila, y sin dejar de serlo, supo, además, ser compañera del artista y madre de una prole honorable y culta. Juntos, formaron un binomio que, si bien en nuestros días no nos parecería del todo raro, a mediados del siglo veinte era bastante peculiar: la mujer intelectual en la academia, el marido artista en la casa-taller con los niños; teniendo este arreglo familiar en cuenta, se entiende bien que, para el artista, sus logros se resuman en los que ya mencionamos: familia-discipulado-obra. De algún modo, o de muchos, el hombre-pingüino fue escultor de sus hijos, y la esposa, al confiárselos, reconoció en el hombre su capacidad para la ternura. ¿Cómo vivieron esta "rareza" los niños? No lo sabemos, pero  nos resulta obvio que gracias a la generosidad de ambos, que supieron cómo no anularse mutuamente, Puerto Rico pudo tener a dos grandes maestros.

Aunque de amor no se vive ni con él se hacen, necesariamente, libros, puedo decir que publicar el libro Compostela, escultor, de Carmen Vázquez Arce, es un asunto de amor. Me siento mucho más feliz y viva cuando edito un texto como éste, por lo bien cuidado que está en materia investigativa y discursiva, por la calidad de sus materiales fotográficos, y como ya sugerí, por el acercamiento que nos permite hacer a dos figuras ejemplares de nuestra historia reciente, un hombre y una mujer que, en sus respectivas disciplinas, fueron grandes, y que, como pareja, fueron valientes y generosos. Cuando un libro llega a las librerías, nadie sabe su historia, su tras escena, que se diría en el teatro. Esa información es privilegio de los editores, esos seres oscuros y solitarios que pasan largas horas, meses, en diálogo silencioso con  un texto antes de que se publique, y casi nunca acuden a su presentación como libro. Tal vez, la historia de una edición es la parte más humana de nuestro trabajo, lo que nos conecta o desconecta de la realidad a la que un texto quiere aludir, de los fantasmas que quiere convocar.
Compostela, escultor,  se me encomendó en un momento crucial para la institución donde trabajo desde 1993, la EDUPR.  Perdía, en aquel momento, a más de la mitad de mis colegas. Al poco tiempo, se declaró muerta a la Editorial en la Prensa, aunque le quedan signos vitales. Estos signos vitales, somos los profesionales del libro que  seguimos aquí, trabajando oscura, silenciosamente, como siempre. Esta editora, como ya indiqué, edita a Compostela,  con todo el rigor que requiere la obra...y por qué temer al cliché...con todo el amor del que es capaz.

Esta es mi tras escena: edito un libro excelente en uno de los peores momentos de la Editorial. Y esta es la información de privilegio que comparto, no sin algo de pudor. Si Compostela sobrevivió a la zozobra del exilio, doña Margot al discrimen por género y a la persecución política, y Carmen Vázquez, con su oficio de investigadora y con su devoción filial, le ganó la partida a la desmemoria, por ellos siento vivo este trabajo oscuro y silencioso.   Ellos, sin saberlo, me alientan y acompañan tal como se alentaron y acompañaron mutuamente. Edito la historia y el catálogo de un escultor que instaló, en el trópico, una imposible colonia de pingüinos. Estamos en invierno, las semillas, escondidas bajo la nieve, no están muertas, trabajan para una primavera.  Ya será poco que instale, en mi oficio, la alegría.


Libro que recoge una muestra del trabajo del reconocido artista Compostela, quien caricaturiza tipos sociales por medio de tallas de pingüinos. Prólogo por Salvador Tió.

"Ensayando"

En los últimos años y en mi ámbito académico he contado y publicado algunas cosas que desmitifican un tanto el mundillo de la escultura y el arte en que me suelo mover. Hay que reírse de uno mismo y del oficio de vez en cuando.
En esa línea, rastreando por ahí hace unos años, pude recuperar la obra de un escultor gallego, de Santiago, no demasiado conocido, llamado Francisco Vázquez Díaz, pero que firmaba con el apodo de Compostela. Era un tipo brillante y simpático, dedicado sobre todo a la escultura animalista, lo cual no es demasiado habitual.
Siendo joven y buscando notoriedad se dio a conocer en 1927 exponiendo sus tallas de animales en las escaleras del Congreso, entre los leones de las Cortes. El desalojo de la policía y el escándalo que montó le proporcionaron la relevancia periodística que buscaba. Tallaba todo tipo de animales, a cual más exótico, y encontró una veta simpática al inferirles caracteres humanos. Surgió así una primera serie de pingüinos (Pingüino monja, Pingüino abad, Pingüino académico…) que le proporcionaron cierta fama, aunque no mucha consideración en los círculos serios.
Con la guerra se exilió a Puerto Rico y sería hacia mediados de los años setenta cuando hizo una segunda serie de Pingüinos que seguían satirizando actitudes humanas. Pues bien, con carácter premonitorio pude detectar la presencia entre sus tallas de un grupo musical probablemente inspirado, a causa de una extraña perturbación espacio temporal, en unos tales Cave Canem que deambularon por tierras hispanolusitanas.



Reconózcase cada uno de los Cave Canem en los distintos personajes. Por mi parte identifico, inconfundible, la presencia al violín del gran Pingüirroso. En el grupo superior me parece adivinar a la guitarra a un inspirado Paco Pingüino y en el extremo derecho al gran percusionista Pingüidiña dándole a los timbales con denuedo.
En un aparte puede verse al recitante de interludios Mowsespenguin ensayando enfático antes de su intervención.
P. D.: Añado por su oportunidad un término procedente del Diccionario de Coll (Editorial Planeta, 1975):
“¡Ningüino!”: Exclamación del cazador de pingüinos, cuando llega y no encuentra ni uno solo.
Introitado por Mow en 10/25/2008
http://merida75.blogspot.com/

Comentarios

  1. Algo que también es nuestro se pierde poco a poco con el olvido, y si no lo recuperamos siempre estaremos incompletos:
    "If you know your history then you would know where you're coming from, then you wouldn't have to ask me, who the 'eck do I think I am"

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  2. La familia en la que el amor superó toda adversidad...
    Sé que éste es un trabajo de búsqueda de la memoria y del afecto que "nunca se encontró perdido". ¡Felicidades amigos queridos!

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  3. Saludos, soy la autora de AntiBlogRosa. La exhibición organizada por el Museo de la Univ. de Puerto Rico fue todo un éxito. Pero el libro (a mi pesar) sigue sin publicarse.

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  4. Maestro d los primeros escultores puertorriqueños? Por favor!

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