Como ella dice

Aurelio G. Ovies



No paran de quejarse. Ciertamente es un suplicio salir con ellos. Porque no dejan ni un solo instante de lamentarse. Trabajan los tres, pero es que acaban de percatarse de que no les alcanza para vivir como quieren, que algo no funciona en este país que les está desestabilizando la vida. Y encima ahora los recortes, y el IVA y el Erasmus de la pequeña, la única que queda por criar, como ella dice. ¡Qué va, qué va! Que no pueden seguir así, que esto es la ruina, que les obligan a bajar del carro, quieran o no quieran.
Escucho y callo, por educación, porque son ellos, por supuesto. Callo y asiento mecánicamente por no pensar en lo que hago, porque si no, echaría por la boca sapos y culebras. Exclama ella que lo que más le duele es desprenderse de uno de los cuatro coches, que a ver de cuál, que si sobrevivirán sin él. Que tendrá que ser del Audi A3, pese al valor sentimental que posee, como ella dice. Porque no van a prescindir del todoterreno ni del Mercedes, que el Porche ya ni se menciona. No van, a estas alturas de la existencia, a rebajarse a vender la parcela del Mediterráneo ni el apartamento del Sur. Qué grosería, como ella dice.
Yo les suelto que viajo en tren y en bus más cómodo que qué sé yo, y que me muevo bastante, la verdad. Cuatro coches, cuatro seguros, cuatro plazas de garaje, cuatro mantenimientos, menuda pijotería. Pero ni caso. Porque lo que más le duele es despedir a las chicas de la limpieza, de la plancha y a las dos del fin de semana, las del jardincito. Eso sí que le molesta de puertas para dentro y de puertas para fuera. ¡Ayy de cómo se las apañarán y ayy de lo que se rumoree por la urbanización! Aunque, dios menguante, como ella dice, hoy por hoy están en la ‘cúpula’, como ella dice. Como ella dice, que es que desde que somos todos iguales, como ella dice, desde que todos accedemos a lo mismo y estamos más o menos a la altura, el mundo dio un vuelco para mal, para desbancar a los que, como ellos, vivían muy, pero que muy dignamente. Que es que como hay frío y calor, y claro y oscuro, y altos y bajos, siempre hubo ricos y pobres, como ella dice. Que es que por lo que no pasa es por verse en el ‘membrete’ de volver a comprar ropa dos veces al año en cualquier barriobutique , como ella dice, con escaparate de almacén; ni por dejar de ser socia del Club de golfistas ni del Bingo Tertulias. Vamos, ni por asombro.
Sólo faltaría tener que renunciar a cenar fuera los jueves, los viernes y los sábados el rape y las tapitas de caviar con sus amistades y los superiores de Roberto, su hombre.
*ESCRITOR

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