Frank Moya Pons: Novela histórica e historia novelada

LECTURAS historia y memoria por Frank Moya Pons

Según dicen los expertos, una novela es una "obra literaria en prosa en que se narra una acción fingida en todo o en parte, y cuyo fin es causar placer estético a los lectores con la descripción o pintura de sucesos o lances interesantes, de caracteres, de pasiones y de costumbres."

 De la novela histórica dicen los que escribieron la definición anterior en el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española que "se constituyó como género en el siglo XIX, desarrollando su acción en épocas pretéritas, con personajes reales o ficticios, y tratando de evocar ambientes, costumbres e ideales de aquellas épocas.".

 Aun cuando ese mismo diccionario de autoridades de la lengua castellana no dice qué es la historia novelada, sí define la acción de novelar como "referir un suceso con forma o apariencia de novela", lo que nos permite inferir que una historia novelada es una narración histórica referida con forma o apariencia de novela. ¿No es así?

 Bueno, la cosa no es tan simple si examinamos los esfuerzos que los mismos novelistas e historiadores han hecho por definir estos subgéneros de la novela, y ello ha llevado a muchos a agruparse en una institución llamada "Historical Novel Society" que tiene hoy más de seiscientos miembros y cuyo mayor consenso entre ellos es que no existe acuerdo de lo que constituye una novela histórica o una historia novelada.

 Entre los lectores nacionales hay una clara conciencia de lo que es una novela histórica porque una de las principales novelas de este subgénero en América fue "Enriquillo" (1879), escrita por Manuel de Jesús Galván, precisamente en la época en que comenzaban a ponerse de moda las novelas históricas en Europa.



 En sentido estricto, y durante más de setenta años, hubo pocas novelas históricas después de la obra de Galván, y pocas de entre esas alcanzaron alguna significación entre los críticos, con excepción de las notables obras "Baní o Engracia y Antoñita: novela original" (1892), de Francisco Gregorio Billini; " La Sangre : una vida bajo la tiranía" (1913) de Tulio María Cestero; y las populares narraciones de Federico García Godoy, "Rufinito: sucedido histórico" (1908), "Alma dominicana: novela histórica" (1911), y "Guanuma" (1914), recogidas muy posteriormente por la Sociedad Dominicana de Bibliófilos en una edición conjunta titulada "Trilogía Patriótica" (1974).

 Aparte de la novela de Carlos Federico Pérez, "Juan, mientras la ciudad crecía" (1960), podemos decir que la novela histórica de tema dominicano tuvo que esperar hasta después de la muerte de Trujillo para encontrar nuevos cultivadores.

De entre ellos se destacan Carlos Esteban Deive, entre cuyas obras merecen ser citadas "Las devastaciones: novela" (1979), a la cual han siguieron "Viento negro, bosque del caimán: novela" (2002), y "El festín de los generales" (2008). Deive es además autor de obras de antropología, historia y crítica literaria.

 Hubo, por otra parte, un autor dominicano que vivió mucho tiempo en el extranjero y que intentó producir una serie de obras a la manera del escritor Benito Peréz Galdós, quien cubrió gran parte del siglo XIX español con sus famosos "Episodios Nacionales".

Hablo aquí de Max Henríquez Ureña, quien se propuso cubrir los "episodios dominicanos" más notables del siglo XIX, y a quien le escuché decir en varias ocasiones que lo que Pérez Galdós había escrito, y él quería escribir también, no era novelas históricas, sino "historias noveladas".

Don Max comenzó su proyecto narrando la terminación del dominio colonial español y la proclamación del Estado Independiente del Haití Español por José Núñez de Cáceres en 1821. Su primera historia novelada fue "La independencia efímera" (1938), publicada en París.

A esta obra le siguieron otros dos episodios, "La conspiración de Los Alcarrizos" (1941), publicada en Lisboa, y "El Arzobispo Valera" (1944), publicada en Río de Janeiro.

Según contaba Don Max en 1967, él había avanzado bastante su cuarto y último episodio sobre el gobierno y figura de Ulises Heureaux, pero la muerte le sorprendió sin terminarlo, y hoy no sabemos que pasó con este manuscrito ni con otros en los que trabajaba este sabio escritor al final de sus días.

En años recientes, los lectores dominicanos fueron conmovidos por la publicación de una obra que tiene divididos a los críticos literarios que no logran ponerse de acuerdo en si es novela histórica o historia novelada, o ambas cosas a la vez.



Me refiero a "La fiesta del chivo", de Mario Vargas Llosa (2000), cuya doble línea narrativa es un buen ejemplo de las diferencias entre ambos subgéneros, en el caso de que realmente puedan diferenciarse.

No es posible negar que la historia de Urania, colocada en el contexto social y político de los finales de la Era de Trujillo, sirve a este autor para escribir una obra de ficción (una novela) en la que es posible percibir la reconstrucción de un particular período histórico. En este sentido, se puede hablar de esta parte de "La fiesta del chivo" como novela histórica. Pero esta es sólo una de las partes.

La otra narración, la otra parte, la que contiene la historia de la conspiración para ajusticiar al dictador, la que sigue de cerca las fuentes documentales disponibles acerca de aquel hecho, la que mantiene sin cambiar los nombres y las circunstancias y personalidades de muchos actores reales, esa parte de "La fiesta del chivo" es una historia novelada.

Es una historia en que el autor hace un esfuerzo de reconstruir los hechos de manera aproximada a su ocurrencia, pero en el proceso advierte vacíos testimoniales y documentales, y suple esos vacíos con su propia interpretación de cómo pudieron haberse desenvuelto los acontecimientos, de cómo pudieron pensar y emocionarse los personajes, de cómo pudieron hablar y actuar en momentos de los cuales no se conservan evidencias. Por estas razones, puede decirse que esta parte de "La fiesta del chivo" es una historia novelada.



Regresando entonces al tema general, podemos decir que en la novela histórica la época y los personajes escogidos por el autor son tratados con evidente intención de construir una narración ficticia, aunque verosímil, de los acontecimientos.

En la novela histórica el lector sabe que la narración que lee es inventada, aunque la época sea más o menos fielmente representada, y sabe que los hechos no ocurrieron de la manera en que dice el autor, quien también lo sabe y quien, además, no espera que el lector crea en que su narración es verdadera.

Con la historia novelada no ocurre necesariamente esto. En ella el autor pretende reconstruir imaginariamente la época, los personajes y los acontecimientos utilizando su imaginación para completar informaciones que la documentación disponible no proporciona o que la técnica historiográfica no permite reconstruir de manera más o menos objetiva. En la historia novelada el autor pretende que el lector crea que está escribiendo Historia, aunque su objetividad no pueda ser garantizada.

En ambos casos, novela histórica e historia novelada, el resultado no es Historia (dicho así, con mayúsculas), aun cuando muchos escritores "postmodernos" y "desconstruccionistas" argumentan que así como los historiadores se ven obligados a utilizar razonamientos lógicos y analógicos para completar los vínculos faltantes entre conjuntos documentales incompletos, de la misma manera el novelista puede, y le es legítimo, utilizar la imaginación para reconstruir la historia "como pudo haber sido".

Es más, hay escritores y literatos que partiendo de esas premisas insisten en que en muchas veces la Novela puede ser más verídica que la Historia , y explican que hay grandes novelas históricas que logran transmitir a los lectores imágenes más vívidas y duraderas que los textos de historia que se han escrito sobre esos mismos hechos.

Contra ese argumento, los historiadores podrían responder que las impresiones literarias de la narración, y su efecto de duración en la imaginación y memoria del lector no hacen necesariamente más verdadera la narración de una historia novelada.

En medio de ese debate que cada día atrae más autores y más lectores, se mueve otro subgénero que todavía no hemos mencionado, pero que también tiene algunos cultivadores en la República Dominicana.

Me refiero al "periodismo histórico" que tiene como intención la narración o reconstrucción de episodios históricos de significación partiendo de crónicas periodísticas o del uso casi exclusivo de material de periódicos, radio o televisión.

Aunque el espacio para este artículo se nos termina, es importante dejar abierto el tema, con la promesa de continuar más adelante, mencionando a cuatro practicantes de este tipo de historia escrita en el país:

Miguel Guerrero, "Enero de 1962: ¡el despertar dominicano!" (1988), "La lucha inevitable" (1990), "Los últimos días de la era de Trujillo" (1991), "El golpe de Estado" (1993), "La ira del tirano: historia del atentado de los próceres" (1994), "Trujillo y los héroes de junio" (1996), "Al borde del caos: historia oculta de la crisis electoral de 1978" (1999).

Víctor Grimaldi, "El diario secreto de la intervencion norteamericana de 1965" (1985), "El misterio del golpe de 1963" (1985), "Los Estados Unidos en el derrocamiento de Trujillo" (1985), "Juan Bosch: el comienzo de la historia" (1990), "Tumbaron al jefe" (1999), "Golpe y revolución: el derrocamiento de Juan Bosch y la intervención norteamericana" (2000), "Sangre en el barrio del Jefe" (2007).

Freddy Aguasvivas, "El olor del olvido" (2001) y "Todas las posibilidades" (2009); y José Báez Guerrero, "Guzmán: su vida, gobierno y suicidio" (2009), recién publicado hace dos días.

Hay otros modos de narrar la historia, como lo hace René Fortunato y lo ha hecho Cornelia Margarita, pero de ellos y del periodismo histórico tendremos que ocuparnos en otra ocasión porque ya se nos terminó el espacio.

De Frank Moya Pons
http://www.diariolibre.com/noticias_print.php?id=206150&s=








 




ALGO MÁS SOBRE LA NOVELA HISTÓRICA Y
LA HISTORIA NOVELADA


Por Frank Moya Pons


Entre la historia y la novela existe una frontera casi siempre visible y para muchos es fácil distinguir entre la ficción literaria y la narración histórica propiamente dicha.

Tan fácil resulta distinguir ambos géneros que en las librerías y bibliotecas sus obras aparecen separadas en secciones perfectamente diferenciadas, y el público sabe distinguir claramente entre una novela y un libro de historia.

También sabemos distinguir entre novelistas e historiadores, aun cuando estos intelectuales incursionen ocasionalmente en otros campos, como ocurre, por ejemplo, con Marcio Veloz Maggiolo quien escribe novelas pero también publica sus investigaciones arqueológicas y antropológicas.
Autor Marcio Veloz Maggiolo
Entre las obras de Veloz Maggiolo es fácil diferenciar unas como arqueología, otras como antropología y otras como historia, como productos completamente distintos de sus novelas históricas, aun cuando estas últimas sean narraciones enmarcadas en los escenarios sociales de la Era de Trujillo o de la antigüedad bíblica.

En general, la mayoría de las novelas (exceptuando las surrealistas y las de ciencia-ficción) ubican sus narraciones en escenarios socio-temporales más o menos "reales" pues esta es una de las formas en que sus autores logran hacer más verosímiles sus narraciones.

El caso de la novela "Enriquillo", de Manuel de Jesús Galván, ilustra este fenómeno pues allí el lector sabe que está leyendo una narración ficticia enmarcada en el escenario histórico de la explotación de los indios por los conquistadores y encomenderos españoles en el siglo XVI.

Julia Alvarez, por ejemplo, también ha escrito una novela histórica basada en la gran aventura que significó traer la vacuna de la viruela a América a principios del siglo XIX, utilizando veintidós niños huérfanos inoculados con el virus causante de esa enfermedad. En esta obra queda claro desde el principio que la autora toma un hecho histórico como escenario para desde allí construir su narración ficticia.


Un ejemplo más reciente es la novela histórica "La Isla bajo el Mar", de Isabel Allende, quien utiliza el levantamiento de los esclavos en Saint-Domingue y la Revolución Haitiana para construir una versión ficticia, pero verosímil, de cómo pudo ser la vida familiar, íntima y sentimental de los esclavos africanos y sus amos en la isla de Santo Domingo en medio de las guerras revolucionarias de finales del siglo XVIII.

Igualmente reciente es la novela histórica "El Festín de los Generales", de Carlos Esteban Deive, en la cual este autor toma el famoso Combate de El Cabao, en Hato Mayor, en el cual resultó herido el general Ulises Heureaux, para construir una rica narración de cómo debió ser, según Deive, la huida del poeta Eduardo Scanlan después de haber tenido un trágico lance con un adversario en San Pedro de Macorís en 1881.
La producción de Deive es muy útil para ilustrar la diferencia entre historia y literatura pues este autor ha sido un constante cultivador de ambos géneros y sus obras están perfectamente diferenciadas entre sí. Sus novelas históricas "Magdalena", "Las Devastaciones", y "Viento Negro, Bosque del Caiman" son claramente distintas, en estructura narrativa y método reconstructivo, de sus libros sobre la inmigración canaria, los refugiados franceses, la esclavitud en Santo Domingo en tiempos coloniales.

Tenemos varias novelas históricas muy conocidas en la República Dominicana, como "Baní, o Engracia y Antoñita", de Francisco Gregorio Billini, y "La Sangre", de Tulio M. Cestero, ambas sobre la vida política nacional a finales del siglo XIX. En cada una de ellas el lector sabe que lo que está leyendo es ficticio, pero sabe también que el contexto en el cual actúan los personajes tiene una cierta correspondencia con la ocurrencia histórica.

En la novela histórica los personajes pueden ser creados o re-creados, sus circunstancias pueden ser totalmente inventadas o acomodadas a ocurrencias reales, la trama puede ser completamente ficticia o reelaborada a partir de datos concretos, el desenlace puede nunca haber ocurrido, y el autor puede tomarse todas las licencias que pueda ofrecerle su imaginación. En pocas palabras, la libertad del escritor es total.

Ejemplos de grandes novelas históricas de otros países son "Los Miserables", de Victor Hugo; "Guerra y Paz", de León Tolstoi; "Nuestra Señora de París", también de Victor Hugo; "Sinuhé, el Egipcio", de Mika Waltari; "Quo Vadis", de Henryk Shienkiewicz; "Shogun, Señor de Samurais", de James Vlavell; "La Guerra del Fin del Mundo", de Mario Vargas Llosa; "Memorias de Adriano", de Marguerite Yourcenar; "El Siglo de las Luces", de Alejo Carpentier; "Yo, el Supremo", de Augusto Roa Bastos; y "Los de Abajo", de Mariano Azuela, para mencionar nada más que una docena de las más populares y conocidas.

En todas estas obras la Historia sirve de telón de fondo a muchas historias personales y sociales que, en realidad, no tuvieron lugar o, por lo menos, no ocurrieron de la manera en que han sido narradas, pero el escenario y la ambientación histórica de la trama o de las tramas es tal que el lector queda con una percepción aproximada de la época en que han sido enmarcados los personajes con sus psicologías y sus vidas.

Con la historia novelada ocurre algo, paradójicamente, parecido y distinto al mismo tiempo pues este es un género que pretende fabricar narraciones históricas al tiempo que utiliza la ficción literaria para completar las informaciones faltantes debido a la carencia o limitación de las fuentes.
Muchas historias noveladas parten del reconocimiento de sus autores de que las fuentes disponibles son insuficientes para contar una historia, y por ello asumen la licencia de inventar lo que falta construyendo una narración complementaria que permita suplir aquello que las fuentes no proveen.

Puede haber, desde luego, otras motivaciones para que un autor prefiera escribir una historia novelada antes que una "historia historiográfica". Una de ellas puede ser el empeño pedagógico de llegar al público con una narración no especializada, "complotada" de tal manera que haga más atractiva la lectura de episodios que de otra manera interesarían poco.
Don Max Henríquez Ureña

Esa fue la motivación de Max Henríquez Ureña cuando escribió sus cuatro "Episodios Dominicanos", a imitación de los "Episodios Nacionales" de Benito Pérez Galdós.

Debemos decir que muchas personas consideran que los cuarenta y seis "Episodios Nacionales" de Pérez Galdós corresponden más al género de la novela histórica que a la historia novelada, pero la dilucidación de este tema queda fuera de los fines de este artículo.

En cualquier caso, cuando se examina la historia novelada se observa que los autores están tratando de reconstruir ciertos períodos o eventos históricos, pero que al encontrarse con fuentes insuficientes o informaciones incompletas rellenan la narración con construcciones ficticias y pasajes que ellos consideran que pueden sustituir de manera verosímil los datos faltantes.

Algunos críticos consideran que las historias noveladas son, sencillamente, historias mediocres e incompletas escritas por personas que no se toman el trabajo de buscar las fuentes adecuadas. Este juicio radical no hace justicia a la calidad intelectual y maestría literaria de muchos practicantes de la historia novelada y pierde de vista que este es un género completamente distinto de la historia propiamente dicha.

La historia novelada es una historia "intencionada", con-formada y deformada conscientemente por sus autores que normalmente saben que están inventando eventos, motivaciones y personajes para hacer más entretenida o atractiva su narración o para lograr algún fin pedagógico.

La historia novelada ha adquirido mucha popularidad en los últimos tiempos porque pone en contacto a muchos lectores con eventos históricos narrados, no como realmente ocurrieron, sino como el autor imagina que pudieron haber ocurrido o como quisiera que hubieran ocurrido.

La historia novelada inventa tramas, documentos, intenciones, diálogos, episodios, personajes, personalidades, relaciones sociales, intereses económicos, etc., y los coloca en la narración como si hubieran ocurrido realmente.

En ese sentido muchos críticos acusan a sus practicantes de introducir narrativas falsas en medio de hechos de ocurrencia comprobable con el fin de darle veracidad a la invención novelada, y dicen que la historia novelada es una falsificación de la historia "real".

Muchos se quejan de que al terminar de leer algunas historias noveladas no saben distinguir entre lo que ocurrió realmente y lo que inventó el autor, entre la historia "real" y la falsa historia construida por el escritor.

Sin embargo, en los últimos años algunos críticos literarios han estado llamando la atención de los historiadores "académicos" hacia sus propias narraciones y les están preguntando acerca de la "realidad" de sus reconstrucciones, emplazándolos a considerar si sus narraciones reflejan realmente lo que ocurrió en el pasado.

Estos críticos preguntan a los historiadores profesionales cuál es la diferencia epistemológica entre su historia "historiográfica" y la historia novelada.

Más adelante veremos cómo se desenvuelve hoy este diálogo.

Por Frank Moya Pons

Comentarios

  1. Con esta entrada me has dejado encantadisima. Ha sido de mucha utilidad, siempre hay cositas que se nos escapan o que pasamos por alto. Pero este es un articulo para extraerle bien el "jugo". La Novela Histórica es una de mis lecturas favorita y hasta ahora no me había detenido en la historia novelada como tal. Para mi la historia debe ser la historia y rellenar las lagunas, puede ser un buen gesto por parte de autor pero... bueno, como siempre, te agradezco el compartir con nosotros este gran articulo.

    Un abrazo

    ResponderEliminar

Publicar un comentario