A EVA, QUE DEBE ESTAR PRÓXIMA A SER MADRE


Y a ella porque fue la única en 8 años que quizo leerme este archiconocido trozo de la novela de Julio Cortázar que conocí en los 80´s por Andrés L. Mateo; porque de inmediato me sentí como la Maga aunque sinceramente, nunca me interesó París.

TOMADO DE:

http://cultural.argenpress.info/2009/08/26-de-agosto-cumpleanos-del-cronopio.html

26 de agosto cumpleaños del Cronopio Mayor

Silvia Loustau

Julio Cortazar (1914-1984)

Quisiera recordar a Cortazar, con un capitulo brevísimo de Rayuela, un capítulo en el que impera la poesía y el erotismo, un erotismo florecido de peces, flores y cíclopes. ¿Quién de mi generación, que haya leído Rayuela no deseo ser La Maga? ¿Quién no deseo que alguien nos escribiese un texto cómo éste? ¿Quién no deseo perderse en la vida bohemia de París? ¿Quién no? Lo hicimos a través de la pluma esplendorosa del Cronopio. Declaró Cortazar, con su habitual franqueza:”… cuando terminé Rayuela que había escrito un libro de un hombre de mi edad para lectores de mi edad pero la gran maravilla fue que ese libro cuando se publicó en la Argentina y se conoció en toda América Latina, encontró sus lectores en los jóvenes, en quiénes yo jamás había pensado al escribir ese libro. Entonces, la gran maravilla para un escritor es haber escrito un libro pensando que hacía algo que correspondía a su edad, a su tiempo, a su clima y, de golpe, descubrir que en realidad planteó problemas de la generación siguiente. Me parece una recompensa maravillosa y sigue siendo, para mí, la justificación de libro.”. Ocho años le llevo su escritura, y muchas veces escribiendo a jornada completa. Pero, dejemos los recuerdos, desde algún lugar leerá este recuerdo y sonreirá, o tocará el saxo, diciéndonos gracias amigos, gracias por recordarme.

Capítulo 7 DE RAYUELA

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

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